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Opinión

2 de Febrero de 2022

Columna de Luis Eugenio García-Huidobro: ¿Es que acaso es un vicepresidente?

Resulta curioso cómo concibe el rol del vicepresidente la propuesta aprobada por la comisión de sistema político en la Convención Constitucional. Si bien reconoce que la jefatura de Estado y Gobierno le corresponden al Presidente de la República y que el vicepresidente es sólo su colaborador, a este último se le entrega la facultad de ‘nombrar y remover subsecretarios y otros funcionarios’.

Luis Eugenio García-Huidobro
Luis Eugenio García-Huidobro
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En una de sus muchas aventuras, Alicia recibe un reproche de Humpty Dumpty por sugerir que se parece a un huevo. Contrariada, ella le replica que su aspecto físico así lo sugiere. La conversación que sigue a ese altercado inicial se centrará en torno a distintas palabras confusas, pero en definitiva girará alrededor de una pregunta de Alicia: ¿Es que acaso un nombre tiene que significar necesariamente algo?

Algo similar podría preguntarse de la figura de vicepresidente que contiene la propuesta presidencial aprobada por la comisión de sistema político de la Convención Constitucional. Se llama vicepresidente. Parece un vicepresidente. ¿Lo es realmente?

Si bien en los sistemas presidenciales el rol de los vicepresidentes puede variar según el país, éste se mantiene siempre dentro de un marco muy delimitado. Es una figura secundaria y sus atribuciones constitucionales son escasas. No en vano el expresidente norteamericano John Adams describió a la vicepresidencia de su país –y que sirvió de inspiración a las restantes– como el cargo más insignificante jamás concebido.

En esta línea, las constituciones latinoamericanas –salvo por el caso venezolano– suelen asignarles a los vicepresidentes roles marginales como por ejemplo suceder al presidente en caso de ausencia o incapacidad. De ahí su nombre: en su origen, el prefijo ‘vice’ designa a quien toma el lugar de su superior en algunas circunstancias. En algunos casos excepcionales, se le entregan otras funciones adicionales, ya sea por delegación presidencial o por la propia constitución. En uno y otro caso, sin embargo, estas atribuciones adicionales tienen siempre un límite: en los regímenes presidenciales, el gobierno y la administración del Estado le corresponden a los presidentes.

Es una figura secundaria y sus atribuciones constitucionales son escasas. No en vano el expresidente norteamericano John Adams describió a la vicepresidencia de su país –y que sirvió de inspiración a las restantes– como el cargo más insignificante jamás concebido.

Por ello resulta curioso cómo concibe el rol del vicepresidente la propuesta aprobada por la comisión de sistema político. Si bien ella reconoce que la jefatura de Estado y Gobierno le corresponden al Presidente de la República y que el vicepresidente es sólo un colaborador de aquél, al enumerar las atribuciones de este último se le entrega la facultad de ‘nombrar y remover subsecretarios y otros funcionarios’. Esta innovación tal vez puede explicarse como un esfuerzo que se hace por moderar la ‘función de gobierno’, como proclama la misma propuesta. Sin embargo, al hacerlo se comete un –aparente pero grave– error conceptual.  

En nuestra organización estatal, el presidente es quien encabeza la Administración del Estado y los subsecretarios son sus colaboradores en un rol muy particular: son los ‘jefes superiores’ de los ministerios, es decir, son quienes tienen a su cargo dirigir, coordinar y administrar su día a día. En otras palabras, son ellos los protagonistas indiscutidos de todo lo administrativo dentro del Ejecutivo.  De ahí que sean siempre cargos de exclusiva confianza presidencial.  

¿Cómo interpretar entonces este aspecto de la propuesta presidencial aprobada por la comisión? ¿Se trata de un simple error o, por el contrario, deliberadamente se propone como una alternativa para rediseñar nuestro sistema presidencial? En este último caso, difícilmente podría hablarse de un vicepresidente como lo conciben los sistemas presidenciales. Por el contrario, se estaría avanzando hacia un régimen político híbrido en el que la jefatura de gobierno se dividiría entre un presidente que protagoniza lo gubernamental y un vicepresidente que hace lo propio en lo administrativo. Esta figura estaría entonces más cerca a la de un primer ministro que a la un vicepresidente.

¿Cómo interpretar entonces este aspecto de la propuesta presidencial aprobada por la comisión? ¿Se trata de un simple error o, por el contrario, deliberadamente se propone como una alternativa para rediseñar nuestro sistema presidencial? En este último caso, difícilmente podría hablarse de un vicepresidente como lo conciben los sistemas presidenciales.

Humpty Dumpty tiene sus orígenes en un acertijo cuyo significado oculto debía ser develado. Cuando Lewis Carroll lo toma como un personaje en las aventuras de Alicia, la pregunta sobre el significado de los nombres se formula en un diálogo que busca reflejar un sinsentido literario. ¿Cuál será la suerte de esta vicepresidencia en caso de prosperar la propuesta aprobada? ¿Un error, un acertijo o un sinsentido?

*Luis Eugenio García-Huidobro es investigador del Centro de Estudios Públicos, CEP.

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