Chile no despertó porque no estaba dormido. La rabia existía hace siglos, pero la caja de Pandora no se abrió sola. Grupos más o menos organizados destruyeron las estaciones del metro bajo la mirada impávida de una policía que estaba al tanto hacía días de la posibilidad de los hechos y que, muy lejos de impedirlo, parece haberlo fomentado.
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