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Opinión

21 de Abril de 2011

Editorial: Como una Magdalena

Algo de pena me da la ex ministra Matte, pero no tanta. Ella llegó al gobierno formando parte de una camada presuntuosa, autopercibida como impoluta, mejor formada, menos maquinera, libre de los vicios de la política. Digámoslo francamente, se trataba de un grupo que entre sus supuestos valores agregados, se encontraría el no necesitar de […]

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Algo de pena me da la ex ministra Matte, pero no tanta. Ella llegó al gobierno formando parte de una camada presuntuosa, autopercibida como impoluta, mejor formada, menos maquinera, libre de los vicios de la política. Digámoslo francamente, se trataba de un grupo que entre sus supuestos valores agregados, se encontraría el no necesitar de este trabajo para comer.

Muy por el contrario, la mayoría de ellos se encargó de que entendiéramos que esto lo hacían exclusivamente por generosidad, porque si de enriquecimiento personal se tratara, no había mejores negocios que esos en los que estaban metidos antes. Gerentes, directores de empresa, profesionales del círculo de la riqueza.

Efectivamente, para este lote –como confesó Ximena Ossandón, desatando la furia de los “resentidos”–, un sueldo de aproximadamente 4 millones de pesos, es reguleque no más. Con ellos, los desinteresados, llegaría “una nueva forma de gobernar”. Menos rasca, sin picanterías, desprovista de esos bichos grises denominados “operadores”. Lo suyo era la eficiencia, el actuar veloz, saltando burocracias si las circunstancias lo exigían, así como acostumbraban hacer en sus antiguos empleos.

La idea era llevar la lógica rentable y exitosa de la empresa privada, al Estado, ese monstruo deformado por una larga historia de ineficiencias, flojeras y otras malas costumbres, como el cultivo de parcelas de poder. Hay que recordar que la derecha se dedicó durante años a denostar la administración concertacionista con un tono que supuraba desprecio y que daba a entender, cuando no lo decían sus palabras de manera literal, que estábamos ante una manga de corruptos. “Otra cosa es con guitarra”, advirtieron algunos de los acusados, y hoy, la ex ministra, así como muchos otros de su sector, murmuran la máxima en voz baja cuando no se atreven a decirla fuerte.

Aunque cambiaron las caras, permanecieron los comportamientos, y en varios casos empeoraron. El mundo de la política no es igual al de la empresa. Desde ya, porque en las empresas privadas hay un dueño, o unos cuantos, mientras que acá el boliche les pertenece a todos por igual, o así creen. Son demasiados los intereses que se barajan en su interior.

Magdalena Matte lo debe haber pasado pésimo durante su administración. Supo lo que era convivir con socios de cuchillos afilados. Tuvo enemigos al interior de la Udi, su propio partido, que por largo tiempo confabularon en su contra. Lo mismo en RN, el supuesto aliado. La exintendenta de Concepción (crecen los ex en este cuento), fue una espina en la nariz. Su exhombre de confianza, el abogado Álvaro Baeza (por ahí le llaman Álvaro Bajeza), la terminó metiendo en un tete insostenible. Policías de la PDI entraban y salían de su oficina como si se tratara de una cueva de ladrones. Tipos a los que juraba sus amigos, filtraron informaciones o lisa y llanamente la acusaron si esto les redituaba. Nada nuevo bajo el sol.

En una entrevista el domingo pasado, antes de renunciar, aseguró que si dejaba el servicio público, era para no volver. Son muy peligrosas las plazas comparadas con un jardín. Por ellas se pasean animales vagos, niños, mendigos, extraños, y así como se dan las escenas más preciosas allí donde los hombres se encuentran con los hombres, también acontece la violencia y un mayor grado de descontrol. Los políticos de fuste lo saben perfectamente. Lo suyo no es la prédica de la bondad, ni el andarse presentando como modelos de virtud. (Ese es vicio de populistas, demagogos o ingenuos). Nunca actúan solos, porque conocen en ese mundo el valor de la complicidad. Y estar ahí, no es un favor, sino un orgullo. Una manera de ser protagonista en una historia harto más grande que la de una familia.

Yo apostaría que la ministra renunció motu proprio, quizás tras conversar con su marido. No he oído de nadie que la sospeche autora de anomalías, aunque las fue viendo aparecer en torno suyo. ¿Abandonó el barco por responsabilidad política? En parte supongo que sí, y bien por eso. Pero intuyo que estaba hasta la coronilla. La Nueva Forma de Gobernar, así como antaño lo fue la idea de El Hombre Nuevo, está condenada a terminar convertida en una frase hueca. Nada se cambia así como así de un día para otro, y menos todavía en la selva humana.

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