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Planeta

21 de Agosto de 2011

Cóndores de porquería

Un centenar de majestuosos cóndores descienden todos los días sobre los cerros de basura del vertedero de Til-Til. El alimento escasea en la montaña y aquí, junto con la carne putrefacta, tragan bolsas y venenos. La expansión urbana los ha acorralado y están en serio peligro.

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Por Claudio Pizarro · Fotos: alejandro olivares

Todos los días, alrededor de las nueve de la mañana, una bandada de cóndores se precipita desde el cerro Huechún, en las cercanías de Til-Til, hacia el relleno sanitario de la empresa KDM, en el sector de Lomas Los Colorados. Desde su inauguración, en marzo de 1996, los cóndores se han vuelto tan asiduos al basural que los trabajadores los consideran sus mascotas. Apostados en los taludes de los cerros aledaños, los cóndores esperan su oportunidad para escarbar en busca de alimento. Su vuelo majestuoso hizo que lo incluyéramos en el escudo patrio. Aún antes, los aymaras admiraban su capacidad de vivir de los animales muertos. “El cóndor es el mensajero de Viracocha, maestro del Arack Pacha o mundo celestial. Es un reconstructor de vida pues se alimenta de la muerte”, dice Eliseo Huanca, miembro del Consejo Nacional Aymara.

Hoy, este “reconstructor de vida” espera que las máquinas cesen su faena para caer sobre las 5 mil 500 toneladas de basura que se acumulan diariamente en el relleno. Se calcula que en la Zona Central no viven más de mil cóndores y alrededor de un centenar de ellos obtiene la mayor parte de su alimento de este basural.

Durante el invierno bajan de la alta cordillera siguiendo el reducido ganado transhumante y se cobijan en las buitreras de Chacabuco, a 60 kilómetros de Santiago. En el vertedero de KDM encuentran desechos de los mataderos y cadáveres de caballos desahuciados del hipódromo. Mensualmente llegan ahí entre 550 y mil 600 toneladas de ese tipo de desperdicios. Una cifra apetitosa para una colonia que cada invierno tiene dificultades para mantenerse con vida.

Cachureos en el buche
En agosto de 2005, los trabajadores de KDM se percataron que algunas aves eran incapaces de emprender el vuelo.
-Había cinco cóndores en muy mal estado. Algunos apenas podían moverse. Así que decidimos llamar al SAG y trasladarlos al Zoológico Metropolitano, recuerda Sergio García, administrador del vertedero.

Dos días después la situación se repitió. De un total de nueve cóndores rescatados, cinco murieron. Paulo Pascual, veterinario encargado de la emergencia, recuerda les encontraron en el buche restos de bolsas plásticas y hebras de hilo, que constituyen una gran amenaza para ellos. Trabajadores de KDM los han visto volar con bolsas adheridas a sus picos o enredadas a sus alas. En octubre de 2005 una hembra joven fue encontrada en la ruta 5, a pocos kilómetros del vertedero, con sus alas enredadas en una cinta y sin poder elevarse.

Pese a los exámenes practicados a las aves, no se pudo comprobar que las bolsas fueran el problema. Más parecía una intoxicación. Algunos sostuvieron que la basura se mezcló con algún veneno. Otros apuntaban a la contaminación deliberada de un cebo por parte de algún ganadero vecino.

Lo cierto es que sólo entonces el tema empezó a preocupar. El cóndor, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, es una especie vulnerable, lo que significa que está a un paso de ser calificado como “en peligro de extinción”. Sin medidas para su conservación es probable que desaparezca. De hecho ya no existe en Venezuela y cada vez son más escasos en Ecuador, Colombia y Perú. La basura los puede matar, pero como dice Víctor Escobar, veterinario miembro de la Unión de Ornitólogos de Chile “resulta muy difícil controlar el flujo de aves del vertedero. Los cóndores acuden al lugar, básicamente, porque no tienen dónde comer”.

Para Eduardo Pavez, veterinario experto en aves rapaces, en la situación actual de los cóndores se conjugan diversos factores.

-Antiguamente el cóndor se alimentaba de los guanacos que mataban los pumas. Cuando este herbívoro desapareció de la zona central, comenzaron a depender de la ganadería extensiva. Pero, a medida que avanzó la medicina veterinaria, la mortandad de animales se redujo considerablemente. Si a esto sumamos la expansión urbana, son bien pocas las alternativas alimenticias que le quedan- explica Pavez.

El crecimiento de la ciudad ha traído también otras amenazas. “Como cada vez se construye más cerca de los faldeos cordilleranos el trazado de las líneas eléctricas está llegando a los cerros interfiriendo el espacio aéreo. Hemos encontrado cóndores que han chocado con estas líneas y han quedado muy heridos”, agrega Pavez.

Lo más preocupante, sin embargo, sigue siendo la persecución por parte de arrieros que arremeten contra los cóndores a punta de escopetazos. “Todavía perdura la creencia, absolutamente errada, de que el cóndor mata a las crías recién nacidas del ganado. Y eso no es efectivo. Mientras existan animales muertos siempre va a comer carroña”, agrega Pavez.

Ante el calamitoso estado de los cóndores que merodeaban el vertedero, una comisión (en la que participaron parlamentarios, autoridades sanitarias, empresarios, agrupaciones indígenas y organizaciones de defensa animal) diseñó un plan de contingencia que incluía instalar un cañón para ahuyentar a las aves y la habilitación de comederos a tres kilómetros del vertedero. KDM, por su parte, empezó a enterrar la basura de los mataderos.

A pesar de todo los cóndores siguen viniendo. Se acostumbraron al cañonazo y el comedero sólo funcionó en parte. Cómo el cóndor es un ave jerárquica los adultos se apropiaron de la nueva fuente de alimento y los jóvenes, la generación que debe preservar la especie, siguió recluida al basural.

Para Mauricio Fabry, director del zoológico de Santiago, el comedero constituye, además, una solución engañosa. “Es muy peligroso sostener a una población otorgándole alimentación exógena. Si tengo que andar comprando vacas para dárselas es porque no fui capaz de manejar el ambiente. En el fondo demuestra que perdí la batalla”, afirma.

“el che”
Cada año, el Servicio Agrícola Ganadero (SAG) remite al Zoológico Metropolitano una decena de ejemplares de todo el país. Vienen desnutridos, envenenados, con obstrucciones intestinales, heridos por perdigones o cortados por un choque con un cable de alta tensión. Incluso en una oportunidad, cuenta Mauricio Fabry “un ejemplar traído desde Puerto Montt tenía una tapa de bebida en el buche. Como están hechas de zinc son altamente tóxicas”.

Luego de la recuperación médica son enviados al Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces ubicado en Talagante, con el objeto que restablezcan vínculos con sus pares para una eventual liberación.

Desde 2001 a la fecha, gracias al Programa Binacional de Conservación del Cóndor Andino entre Chile y Argentina, se han liberado alrededor de 30 ejemplares. El más emblemático de todos fue uno bautizado “El Che”, hijo de dos aves regaladas por Salvador Allende a Fidel Castro tras su extensa gira de 1971. La pareja puso un huevo que fue incubado artificialmente en el zoológico de Buenos Aires y criado con títeres de látex. Los ornitólogos a cargo del proyecto, imbuidos de un romanticismo a toda prueba, decidieron devolver el ave a los cielos que alguna vez surcaron sus padres. Fue así como el 22 de diciembre de 2001, El Che fue liberado junto a otros siete cóndores en el Santuario de la Naturaleza de Yerba Loca.
Ocho meses después, sin embargo, fue encontrado muerto en el Cajón del Maipo. La radiografía reveló 35 esquirlas repartidas entre cabeza y cuello. El Che había sido acribillado por un cazador furtivo.

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