Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

7 de Noviembre de 2011

El blufeo de las isapres

Las cifras salieron por todos lados y en su momento muchos, sin pensarla tanto, las calificaron de obscenas. Hasta junio, las Isapres habían tenido ganancias por 45.683 millones de pesos, con un incremento de 70,2% respecto del año anterior. Es decir, 56 mil 250 sueldos de quien escribe y 251.000 sueldos mínimos. Para alcanzar eso […]

Rosamel Bono
Rosamel Bono
Por

Las cifras salieron por todos lados y en su momento muchos, sin pensarla tanto, las calificaron de obscenas. Hasta junio, las Isapres habían tenido ganancias por 45.683 millones de pesos, con un incremento de 70,2% respecto del año anterior. Es decir, 56 mil 250 sueldos de quien escribe y 251.000 sueldos mínimos. Para alcanzar eso el que tira estas líneas tendría que vivir 4.687 años, pero con cierta ventaja sobre alguien que gana el mínimo, a quien le tomaría 20.917 años. En una analogía menos personalista, esa platita alcanzaría para construir 50 consultorios de última generación con capacidad para atender a 400 mil personas. Pero claro, las comparaciones no tienen más razón que el efecto, porque las Isapres no son el Hogar de Cristo y cómo buen negocio privado su fin es obtener la mayor ganancia posible.

Entonces los defensores de las Isapres podrían decir, como el dueño del bolichito de la esquina, “y qué tanto, si yo me gano mis luquitas”. Toda la razón, el punto es cómo.

El dueño del bolichito, por ejemplo, le vende pan a todo el mundo y no le cobra más a uno que a otro como ocurre en las Isapres y sus tablas de factores de riesgo según el perfil del cliente; tampoco sube el precio de los limones por decreto como sí lo hacen las Isapres en marzo de cada año con sus planes; pero por sobre todo, el compadrito del boliche no tiene asegurada su clientela por ley, como sí ocurre con las Isapres y la destinación del siete por ciento del sueldo de cada chileno a salud.

Por eso el grito por el grito contra las ganancias que muchos lanzaron semanas atrás es pura histeria. El nudo de la cosa está en que esas ganancias, harto jugosas, por cierto, se obtienen gracias a un mercado cautivo en el que no se puede escoger más que entre dos actores: Fonasa o las Isapres.

La primera, que da cobertura a doce millones de chilenos, es como la abuelita que le echa más agua a la sopa y recibe a cualquiera, sin exclusión por edad, sexo, nivel de ingresos, número de cargas familiares ni enfermedades preexistentes. La puerta de las Isapres, en cambio, es un poco más estrecha. Aunque no está cerrada a nadie, les hacen ver a la gente, de modo muy elegante por cierto, que no le conviene pasar. Algunos datos: por cada dos hombres hay apenas una mujer cotizando en las Isapres, debido a que el mayor precio de los planes para ésta en su edad fértil ha terminado haciéndolas migrar a Fonasa. Con la edad pasa algo parecido. Del total de cotizantes entre veinte y setenta años, sólo el 32% tiene más de cincuenta, justo la edad en que se empiezan a venir los achaques. O sea, las Isapres gastan en la salud de mocetones rubicundos y Fonasa en la de viejitos ñeclas (bueno, no tan viejos ni tan ñeclas, en camino de, digamos).

El punto es que esa “selección natural” que hacen las Isapres contradice el acuerdo de seguridad social implícito en la entrega del mercado de las cotizaciones obligatorias a sus arcas y a las de Fonasa, que en cambio sí cumple con no discriminar.

Es como si al socio del bolichito la junta de vecinos le asegurara un fondo mensual recolectado obligatoriamente para que surtieran de pan a la manzana y él comenzara a cobrarle en forma diferenciada a la gente. No, pues. La cosa no es así. O el compadrito se queda con la platita asegurada o rechaza el acuerdo y sale a competir con el resto, incluida la vieja guatona del quiosco de la esquina.

¿Qué pasaría, por ejemplo, si el mercado de la salud previsional fuera abierto a las compañías aseguradoras en general? ¿Qué tan competitivas serían? ¿Cuán bueno sería su servicio respecto al que podrían ofrecer las aseguradoras?

Un estudio del Sernac las deja bien mal paradas, la verdad. La comparación se hizo para el caso de la cobertura de enfermedades catastróficas, donde ambas pueden competir. Las pólizas de las compañías aseguradoras, por un deducible menor, ofrecían 100% de cobertura de gastos ambulatorios y 50% de farmacias, así como respaldo fuera de Chile, contra cero de las Isapres; cobertura que además duraba un año extra y que se prestaba en una red de atención abierta a diferencia de la cerrada de las Isapres. En el fondo las “instituciones de salud previsional” juegan en una cancha que les resulta demasiado cómoda. No se rigen por la lógica de los seguros sociales, que a cambio de ser obligatorios, no pueden discriminar individualmente y deben ofrecer una protección solidaria y universal. Ni son capaces de jugar en la cancha privada, donde su dudosa competitividad se pondría a prueba.

En un momento en que el Gobierno truquea en el Congreso con una ley corta de Isapres para tratar de sostener una institucionalidad de salud que se cae a pedazos, conviene revisar de una buena vez y a fondo el travestismo en que hace años se mueven este tipo de aseguradoras

Notas relacionadas