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Opinión

6 de Noviembre de 2013

El historial reñido con la ética de José Yuraszeck, el “zar del fútbol chileno”

Los dos años de suspensión que podrían caer sobre el presidente de la U por reunirse a solas -y después negarlo- con el árbitro Enrique Osses en el último clásico universitario, no son nada, pero nada al lado de las otras polémicas que han marcado su vida pública y empresarial. Fundador del gremialismo, funcionario de Pinochet y ex capo de la energía chilena, que él mismo privatizó desde el Estado con las más turbias mañas, según denuncia María Olivia Monckeberg en su libro “El saqueo de los grupos económicos al Estado chileno”. Ese es “Pepe”, quien más allá del Bulla de seguro pasará a la historia como el rostro del caso Chispas, operación que vendió la luz nacional a Endesa España con jugosas ganancias de $500 millones de dólares y varias penurias para los accionistas minoritarios. Estos son los datos de su fair play.

Richard Sandoval
Richard Sandoval
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Fernando Meneses no tiene la culpa. El delantero de Universidad Católica sólo fue la bisagra de un drama que parece estar desenmascarando involuntariamente a José Yuraszeck, presidente de Azul Azul. Meneses cayó al suelo en el minuto 57 del clásico universitario jugado hace 10 días en el Estadio Nacional. El golpe motivó al árbitro Enrique Osses a suspender el partido, cuando los azules perdían 1-0. Reacio, Yuraszeck corrió al camarín del juez a intentar revertir la decisión. Entró. En tanto, los jugadores de la U volvían a la cancha del Julio Martínez Prádanos. Nadie entendía nada. El presidente cruzado, Jaime Estévez, intentaba entrar también a conversar con el árbitro. No pudo. Yuraszeck, que anunciaba la reanudación del juego el lunes a las 12, le cerró la puerta en la cara. Estévez acusó la acción y dijo que tenía un video del hecho. Yuraszeck se enojó y le espetó que “la primera norma de la ética es decir la verdad. Jaime Estévez no dice la verdad. Estévez se está pasando de listo”. Días después, el socialista publicó el video y ayer lo denunció al tribunal de honor de la Anfp, acusándolo de falta al juego limpio y a la ética deportiva.

Pero Estévez tampoco tiene la culpa. La ética de Yuraszeck -férreo opositor al gobierno de Salvador Allende, cofundador del Movimiento Gremial junto a Jaime Guzmán, funcionario de gobierno designado por Augusto Pinochet, militante de la UDI y otras tantas cargas curriculares- es una historia que se cuenta sola, aparte del fútbol, pero siempre muy cerca del dinero.

Yuraszeck, nacido en Puerto Montt bajo el signo de Géminis, de 62 años y casado con la historiadora Cecilia Krebs, fue un hombre clave -junto a otros próceres neoliberales como José Piñera y su formador, Miguel Kast- de la privatización de las empresas del Estado en dictadura. O saqueo, como denomina a esa transformación la periodista María Olivia Monckeberg en su libro “El saqueo de los grupos económicos al Estado chileno”. Específicamente, “Pepe” fue el encargado de pasar del Estado al mundo privado la inmensa industria eléctrica nacional. El dato relevante es que el cambio lo hizo mientras era funcionario de la dictadura y la nueva empresa controladora era propiedad de sus sociedades.

¿Cómo lo hizo? En el libro arriba mencionado, la directora del Instituto de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile perfila al jefe del chuncho como un ingeniero forjado profesionalmente en Odeplán a fines de los setenta, que llegó a ser Subdirector de esta entidad en 1982. El texto sigue así: “Desde Odeplán, pasó a ser ejecutivo de confianza de las entonces empresas estatales eléctricas y luego participó en el diseño privatizador para, finalmente, armar sociedades que le permitieron quedarse con ellas. En noviembre de 1983, fue designado gerente general de la entonces empresa estatal Chilmetro (distribuidora de la electricidad en la región metropolitana), presidida por Juan Hurtado Vicuña. Desde ese puesto clave, encabezó el proceso privatizador de la compañía de electricidad y se privatizó con ella. En julio de 1987, impulsó la fabricación de sociedades que se conoció como ‘Operación Chispitas’. A través de ese procedimiento, Yuraszeck y otros diecisiete ejecutivos tomaron el control de las sociedades inmobiliarias Luz y Fuerza y Los Almendros generadas en nombre del ‘capitalismo popular’. Con ello, alcanzaron el poder en la propia Chilmetro, hoy llamada Enersis. Gracias a Enersis llegaron al control de Endesa”.

Los cuestionamientos aparecen por primera vez en la vida profesional de Yuraszeck en este proceso de privatización, ya que ese “capitalismo popular” que hacía creer que la empresa pasaba del Estado a los trabajadores de la entidad, no fue tal; según la investigación de Monckeberg.

En la página 111 del libro, se detalla que “el 7 de julio se constituyeron dos sociedades de inversiones ‘mellizas’. Las formaron 19 ejecutivos de la empresa Chilmetro. A una se la bautizó como Inversiones Civiles Chispitas Uno y a la otra, Inversiones Civiles Chispitas Dos. Se estableció que el uso de la razón social correspondería a seis de los socios, encabezados por el entonces gerente de Chilmetro, José Yuraszeck. Con un mínimo de cuatro para tomar acuerdos, estos ejecutivos tendrían plenos poderes de administración. Sólo en caso de muerte o retiro de la sociedad, los administradores podrían ser reemplazados. Con el control de Chispitas amarrado, los ejecutivos abrieron la posibilidad a los otros trabajadores de aportar sus acciones (…) La gerencia de Chilmetro -es decir, el mismo Yuraszeck- invitó a los funcionarios de la empresa a incorporarse al ‘Plan Chispazos’ -así denominaron ellos mismos la operación- y formar parte de la sociedad, con el objeto de permitir a los trabajadores optar al 20% de la compañía”.

Sin embargo, ese plan se explicó en “términos muy generales” en una circular, como señala el texto. Con todo, unos 1500 trabajadores llegaron por esa vía a sentirse “capitalistas populares” incorporándose a las sociedades constituidas para la privatización, las que ya tenían administradores designados e irreemplazables. El 2% correspondiente a los trabajadores se usó para “obtener dos préstamos en el Banco del Estado, por un equivalente a diez veces la garantía. El plazo para pagarlo fue de seis años. Y con el dinero obtenido del Estado se compró a la CORFO -o sea, al mismo Estado- el 20% de las acciones de Chilectra Metropolitana. Así, los ejecutivos de Chilmetro, avalados por los de la CORFO, el Banco del Estado y las autoridades económicas de la época obligaron al fisco chileno a sacar fondos de un bolsillo para meter -una suma menor- en otro. No hubo ventajas en el precio que se obtuvo porque fue inferior al valor de Bolsa”.

“La fórmula legal para asegurar el control de Chilmetro fue la siguiente: las dos sociedades de Chispitas pasaron a ser las socias de otras sociedades de papel: Luz y Fuerza y Los Almendros. Estas, a su vez, son desde 1987, las dos accionistas principales de la privatizada Chilmetro que luego fue rebautizada como Enersis”. Era el principio del “zar de la energía” al mando de Enersis, historia que terminaría con escándalo, multas e investigación del Congreso en 1997, cuando Yuraszeck vendió la entidad a Endesa España.

Pero ¿qué pasó con los trabajadores accionistas? “Mediante el Plan Chispazos, CORFO traspasó un nuevo paquete de Chilectra Metropolitana a sus trabajadores. La propaganda destacaba las ventajas de esta forma de ‘capitalismo popular’, mientras la realidad era bastante menos luminosa: mediante una complicada operación comercial, las acciones transferidas a los trabajadores pasaron a ser administradas por los gerentes y ejecutivos de Chilmetro, los que en seis años hicieron un negocio espectacular. Los trabajadores no tuvieron ningún tipo de control sobre sus acciones. No podían venderlas ni tampoco usar su derecho a nombrar directores . Y con sus acciones se eligió Presidente al ex ministro José Piñera”, dice la investigación de la académica.

“En este plan, jugaron un papel significativo el consejo de la CORFO que autorizó la venta de las acciones de Chilectra; el Banco del Estado, que dispuso los créditos para adquirirlas, y otros personeros como el ex presidente de la CORFO, en ese entonces coronel Javier Salazar, quien apoyó la constitución de las sociedades Luz y Fuerza y Los Almendros, presentadas como ‘de los trabajadores’”, agrega.

“El Consejo de CORFO autorizó la venta de 2.349.731 acciones de Chilmetro a Luz y Fuerza y Los Almendros. Tras la operación, estas sociedades pasaron a ser las principales accionistas de Chilmetro. El caso de Chilmetro ilustra así los juegos legales y económicos que se hicieron para traspasar el poder del Estado a grupos privados en el control de las ex empresas estatales”, sentencia el texto.

Como dice el libro, son juegos legales, pero que si no traspasan, rozan el límite de la ética. Según un informe de la Contraloría general de la República, la privatización de Enersis le costó al Estado mil millones de dolares de pérdidas Al entrar a la democracia, Enersis se convirtió en la empresa madre del holding de Yuraszeck, que además integraban empresas como la Compañía Eléctrica del Río Maipo S.A., y la distribuidora eléctrica metropolitana que pasó a llamarse nuevamente Chilectra. Todo Santiago iluminado por “Pepe”. Además, hacia 1997 el holding controlaba el 25% de Endesa. Era el poder total de la luz.

Chispas escandalosas

Sin embargo, los tiempos de gloria para el líder de los azules parecieron acabarse abruptamente en agosto de 1997, cuando decidió, junto a otros administradores, vender la energía nacional a Endesa España, quienes ya tenían un imperio mundial en el rubro. La operación, que marcó la reputación de Yuraszeck, fue un escándalo nacional que hasta consideró una investigación en el Congreso. La jugada fue conocida y es recordada hasta hoy en el mundo empresarial como “el escándalo del siglo” o “el negocio del siglo”.

¿Dónde está lo turbio? Monckeberg lo explica así: “El 2 de agosto de 1997 culminaron las negociaciones entre los controladores de Endesa España, Yuraszeck y Zylbergerg por parte de Enersis. Ese día se suscribió un contrato de compraventa entre los que se denominaban ‘los gestores claves’ y Endesa España por el 51 por ciento de las acciones serie B de las Chispas que estaban en manos de los siete socios. El precio por acción convenido inicialmente en la transacción para el paquete era de 249 millones de dólares, de los cuales 200 millones se pagarían al contado y el resto, a treinta días pagadero en acciones de Endesa España”.

“El 5 de agosto de 1997 Endesa España, a través de su filial Elesur S.A., publicó en la prensa el aviso de toma de control y manifestó su interés por obtener el control de las ‘Sociedades Chispas’, así como de las sociedades anónimas abiertas o sometidas voluntariamente a esas normas directa o indirectamente controladas por el grupo. Éstas eran: Enersis S.A., Chilectra S.A., Endesa, Compañía Eléctrica Río Maipo, y otras. A la vez Elesur anunció su intención de adquirir acciones serie A de las Chispas a través de dos Ofertas Públicas de Compra (OPAS). Estas OPAS para empleados y público en general se desarrollaron simultáneamente a partir del 18 de agosto”, agrega el libro.

“El escándalo provocado por las ventajosas condiciones que obtenían los ex funcionarios llevó el caso a los tribunales y al Congreso, mientras que Yuraszeck y su grupo de ejecutivos debió retirarse de la empresa y quedaba sólo en las intenciones el ‘pacto de gestión’. Pero se retiraron con 500 millones de dólares en los bolsillos. A Endesa España, por su parte, le resultaría más largo y costoso lo proyectado originalmente tomar el control de Enersis primero y después de Endesa, pero finalmente concretó su aspiración y se quedó con las empresas chilenas”, cierra MOM.

Pero no todo fue feliz. A la dañada imagen se sumó la resolución de la Segunda Sala de la Corte de Apelaciones de 8 de julio de 2004, que ordenó a José Yuraszeck y cinco de sus socios pagar a la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS), 55 millones de dólares por aumentar el precio de las acciones en el marco del denominado caso Chispas, según informó Emol hace nueve años.

En una de sus partes, el fallo de 87 páginas sostiene que los ejecutivos “utilizaron sus cargos directivos en beneficio propio y de terceros relacionados, ya que fueron precisamente los cargos que detentaban los que les permitieron conocer el interés de Endesa España de adquirir el control de Enersis, a la que luego se le transfirió dicho control por la vía de vender sus propias acciones en las sociedades Chispas, incorporándose -subterfugiamente el precio de venta de las acciones serie B- una clara retribución por las prestaciones, compromisos de colaboración y lealtad con el adquiriente Endesa España, incurriendo en las demás infracciones anotadas”. El caso también salpicó al Presidente Sebastián Piñera -en la época senador- quien, tras reclamar por la operación de Yuraszeck, se convirtió también en un vendedor de acciones privilegiadas.

Corfo Inverlink

Otro caso en que la ética de Yuraszeck se vio cuestionada, fue en el denominado Corfo-Inverlink, destapado el 2003 y que terminó con la pérdida de casi $ 85 mil millones para el Estado. En ese episodio, en que inversionistas retiraron los fondos que invirtieron en las sociedades del quebrado holding poco después de conocer el envío de información reservada desde el Banco Central a Inverlink; Yuraszeck estuvo vinculado a través de la sociedad Inversiones Santa Cecilia Limitada. Según la Corporación de fomento, los dineros fueron sustraídos desde sus arcas mediante operaciones fraudulentas, como el uso de información privilegiada. Corfo aún reclama US$10 millones por parte del empresario, quien se defendió diciendo que nadie le recomendó retirar la plata.

La pelota sí se mancha

El 11 de abril de 2012, José Roberto Yuraszeck Troncoso -contactado por The Clinic Online, sin recibir respuesta- asumió la presidencia de Azul Azul, la sociedad que controla a la U, el equipo de sus amores. Además de prometer un estadio cuyo eventual terreno aún no se conoce, el sucesor de Federico Valdés (otro vinculado al gremialismo), declaró que “no queremos que pocos delincuentes se mezclen con nuestros hinchas y les impidan ir al estadio. Queremos que vuelvan las familias y nos atendremos a las disposiciones de la autoridad. Hay que ser claro de las disposiciones legales que existen y las que existan a futuro y hay que respetarlas. Los estadios van a ser distintos con mayor cantidad de gente tranquila”.

Durante la tarde del clásico universitario parece que Yuraszeck no estuvo tan de acuerdo con esas palabras, ya que mientras Meneses era trasladado en camilla -golpeada por los jugadores azules- tras recibir un proyectil, su principal misión era conseguir que el partido se terminara de jugar; incluso al día siguiente y sin público.

El ahora “zar del fútbol chileno”, otrora capo de la energía nacional, podría quedarse dos años sin luz en el balompié criollo si la Anfp toma medidas drásticas debido, otra vez, a su tendencia a jugar en el limbo.

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