Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Poder

31 de Marzo de 2016

Alumnas de la U. de Chile denuncian acoso de profesor de historia

El jueves 4 de febrero pasado, la edición impresa del The Clinic publicó este reportaje que da cuenta de una denuncia por abuso de poder y hostigamiento, por parte de un profesor a una alumna de la carrera de Historia de la Universidad de Chile. Los alumnos de la Facultad de Humanidades y Filosofía aseguran que no se trataría del único caso y exigieron la expulsión del académico. La investigación sumaria comenzó en octubre y hasta hoy, las autoridades no se han referido al respecto. Vetar al profesor de sus actividades académicas y administrativas había sido la única medida tomada mientras durara la investigación, sin embargo, el lunes recién pasado, un grupo de estudiantes descubrió que el profesor dictaría una cátedra en el mismo Campus, como si no pasara nada. Tras una funa estudiantil, el Director de la carrera, Leonardo León y el miembro del Consejo del Departamento, Sergio Grez, renunciaron a sus cargos (ver cartas al final del reportaje). Estos son los primeros coletazos de la crisis que tienen divididas las aguas en la casa de Bello.

Por

Sumario-mantiene-suspendido-al-académico

Comenzaba el mes de mayo de 2015 y María Ignacia León (21), estaba sentada en la oficina de su profesor de Geografía Histórica, Fernando Ramírez (63). Recién era lunes y “ya estaba echa una bola de estrés”, recuerda. El domingo había discutido con él hasta tarde por WhatsApp, luego de varios días de tensión. “Me contaron con la cosita que me saliste ahora”, le habría dicho Ramírez a María Ignacia.

El profesor se refería a la incipiente relación de la alumna con un compañero de su misma carrera, Felipe Godoy. Un acto inaceptable, ya que a principios de ese año, les había pedido a María Ignacia, y a otra estudiante que trabajaba con él, que no pololearan porque “se podían desconcentrar del trabajo o derechamente, abandonarlo”.

– Pensamos que era una broma, una no espera que un profesor te diga algo así en serio. Ni siquiera le contestamos. Hasta que supo que andaba con Felipe y ahí me sacó la conversación en cara-, dice María Ignacia.

Pero la advertencia no era una broma. La discusión del día anterior fue tan intensa, que la despidió de su cargo como ayudante del curso de Geografía Histórica y como su asistente de excursiones para sus alumnos del colegio San Ignacio El Bosque. A pesar de llevar meses trabajando con él, María Ignacia no entendía su furia. “Me trató de traidora, que pololeando no iba a hacer bien mi trabajo, que el Felipe me iba a cagar. Me gritoneó tanto, que tuve que decirle que no podía seguir conversando en esas condiciones”, cuenta María Ignacia.
Asustada, la estudiante de tercer año de Historia, fue a buscar a una amiga para que la acompañara a la reunión. No quería perder su trabajo. Para las estudiantes Ramírez es muy influyente en el circuito de Historia y tener una mala referencia de él, era “cavarse su propia tumba” como investigadora o docente universitaria. Juntas, volvieron a la oficina para que entrara en razón. “Éramos dos niñas convenciendo a un profesor que no tenía por qué despedirme si yo me ponía a pololear”, recuerda María Ignacia.

Luego de una hora de discusión, Ramírez la reintegró al trabajo. Sin embargo, esa reunión cambiaría todo para María Ignacia. “Ese día me pude dar cuenta por primera vez que él me manipulaba a su gusto y que yo, por razones que todavía no entiendo, lo permitía. Es tan carismático y jugó tan bien con mis sentimientos como para que yo me sintiera en deuda con él, que no me di cuenta en la mierda que estaba metida”, cuenta la estudiante al recordar ese día.

Cinco meses después, en octubre, María Ignacia lo denunció por acoso y abuso de poder ante la decana de la Facultad, María Eugenia Góngora y exigió la apertura de un sumario investigativo en su contra. También convocó a una asamblea estudiantil para compartir su caso con sus compañeros. Las repercusiones fueron inmensas: la mayoría de los estudiantes la apoyó, intentando generar un clima seguro para que más alumnas denunciaran a éste y otros profesores. Casos de años anteriores y también actuales, de a poco empezaron a salir a la luz.

“LA MIERDA BAJO LA ALFOMBRA”
Sumario-mantiene-suspendido-al-académico2

Casi dos semanas después que María Ignacia estampara su denuncia contra Fernando Ramírez, la coordinadora de estudiantes de Historia convocó a una reunión abierta. La asamblea se llevó a cabo el 2 de noviembre, frente a 120 estudiantes. Desde las movilizaciones del año 2011 que no tenían una convocatoria de esa magnitud. Frente a todos, María Ignacia comenzó a relatar su historia.

Conoció a Fernando Ramírez al igual que todos, en el curso Geografía Histórica, en segundo año. Su carisma y habilidades para la docencia, la habían dejado deslumbrada. “Era un profesor muy distinto: claro, dinámico, cercano. Nada que ver con los que había conocido”, comentó. Su popularidad dentro de la Facultad casi igualaba a Gabriel Salazar, uno de los profesores más queridos y respetados por los estudiantes.
Desde un principio se llevaron bien. El profesor compartía su vida personal con sus estudiantes sin problema. Todos en la carrera sabían que tenía una gran pena: la pérdida de un hijo hace unos años. “A mí me dio mucha lata, de hecho me acerqué a preguntarle más cosas del accidente. Ahí empezó a abrirse conmigo, me invitaba a tomar café en los recreos para contarme sus cosas”, cuenta la estudiante.
Como le había gustado tanto el curso de Geografía, María Ignacia decidió tomar un segundo curso con él, Seminario de Fotografía. Según cuenta, ahí el profesor empezó a acercarse más. Le enviaba correos electrónicos, le hablaba por chat y le pedía cariño. “Yo le mandaba correos por trabajos y me decía ¿por qué usted tan fría? ¿cuándo me va a querer? Siento celos de David (mi pololo de ese entonces)”, afirma María Ignacia.

A principios del 2014, Fernando Ramírez la invitó a trabajar en las expediciones que hacía para sus alumnos del colegio San Ignacio El Bosque, donde imparte clases hace ya varios años. Sus exigencias eran terribles: tenía que contestarle el teléfono 24 horas al día, no podía tener relaciones amorosas que la distrajeran de su trabajo y debía asistir a todas las reuniones que él convocara. Pensando que no hablaba muy en serio y para ganar algo de plata, María Ignacia aceptó.

A lo largo del año, su relación cambió aún más. “Si no le contestaba el teléfono, me gritaba. Si me demoraba en escribirle los WhatsApp, me insultaba. Yo aguantaba porque no me convenía tener una mala relación con él”. Y agrega: “Se enojaba y después me decía que yo tenía luz, que era bonita, inteligente. Pero que no me pasara rollos, porque él me veía como hija, que le recordaba a su hijo muerto. Me hacía sentir culpable”, recuerda María Ignacia.

En enero de 2015, Ramírez la invitó a postular a una beca de investigación para el curso de Geografía Histórica. “Me insistió mucho, me dijo que era una gran oportunidad en mi carrera docente”. María Ignacia postuló y quedó. “Entre el curso y las expediciones, lo veía tres a cuatro veces por semana. Cada día me preguntaba más: dónde estaba, qué estaba haciendo. Controlaba mi vida y a mí me daba vergüenza decírselo a alguien”, relata.

Después de contar en la asamblea cómo Ramírez la había echado de sus trabajos por empezar a pololear con Felipe, o cómo fue capaz de ir a buscarla a la casa de su madre en Viña del Mar cuando estaba con licencia médica, sus compañeros de carrera quedaron impactados. María Ignacia, visiblemente afectada, les aseguró en ese momento: “Las pruebas de mi testimonio ya están en manos de las autoridades de la Facultad. Yo estaba ciega, no me explico cómo permití esto. Me costó mucho asumir”, aceptó.

Los estudiantes empezaron rápidamente a solidarizar con la estudiante y otras alumnas también quisieron dar sus testimonios de historias similares que no habían denunciado. La Secretaría de Sexualidad y Género de la Facultad, fue la encargada de exponer sobre qué hacer en estos casos. Ese organismo, más un Comité de Ética, acompañarían a María Ignacia León y a otras alumnas, a testificar.

Los días siguientes, los estudiantes empapelaron la Universidad con carteles en contra del acoso. Sin embargo, no duraban más de unas horas en las paredes. Cada vez que pegaban lienzos, eran confiscados por los guardias del campus. “No importa, porque nosotros estamos sacando la mierda bajo la alfombra, para que ninguna otra alumna o alumno, vuelva a tener miedo”, aseguran los estudiantes.

“EL PASADO TE CONDENA”

El sumario administrativo que está en curso en contra del profesor Fernando Ramírez, no contiene solo el testimonio de María Ignacia. Al menos dos alumnas más se atrevieron a denunciar. Una de ellas, que también trabajó con el profesor, vivió una experiencia similar a su compañera: “Si faltaba a las reuniones me gritoneaba, si no le contestaba el teléfono también. Yo creo que aguantábamos porque él siempre dice que es conocido en el círculo académico, ¿quién querría sepultar su carrera denunciando a este tipo?”, cuenta la estudiante.
Sin embargo, esta estudiante de Historia logró darse cuenta del acoso que sufría por parte del profesor mucho antes que María Ignacia: “Luego de meses de que me hostigara constantemente dije: `no más`. Me pidió que dejara mi vida de lado por el proyecto y que no podía traicionarlo. Una vez falté a una reunión y me insultó. Me dijo que lo decepcionaba, que no lo podía creer. Que su vida, por mi culpa, no valía nada”, asegura la alumna.

El eco que el caso contra el profesor Fernando Ramírez provocó en la Universidad, fue grande. Incluso en otras carreras de la misma Facultad de Humanidades, empezaron a organizar conversatorios.

Uno de los casos más bullados, tiene lugar en la carrera de Literatura Hispánica. Uno de los profesores más antiguos de la Facultad, se hizo mala fama entre las alumnas de la carrera, quienes de boca en boca, se pasaban el dato de que con él “debía tenerse precaución”. Sin embargo, el problema se transformó en un secreto a voces, hasta que un alumno de posgrado de la Facultad, subió su testimonio a Facebook.
En el post, que fue compartido por varios alumnos de la Facultad, el alumno cuenta que a partir de varios rayados en las bancas y paredes, empezó a notar el rechazo de los estudiantes hacia el profesor. Algo que no entendía mucho, hasta que fue estudiante de uno de sus cursos el año 2012. Cuando fue a consultar los libros de la cátedra a la biblioteca, se encontró con una sorpresa: en todos los libros del curso había un timbre que decía “¡ADVERTENCIA! (el docente) ha acosado sexualmente a varias de sus estudiantes. Si eres mujer, evita que sea tu profesor”. La acusación fue reafirmada luego que varias compañeras le confesaron que el docente les había escrito poemas “medios eróticos” o que les había contado chistes “de alto calibre sexual” en clases. Este año, y a propósito del escándalo en Historia, volvió a la biblioteca para fotografiar los libros que encontró el 2012. No fue posible, los libros habían sido llevados a otras colecciones. Luego de una larga búsqueda encontró uno de estos y a pesar de que habían intentado borrarlo, logró fotografiar el mensaje para luego postearlo en Facebook.

Todavía nadie sabe quién es el autor o autora del timbre ni tampoco se conocen sumarios administrativos en contra del profesor. Según el estudiante de Literatura Hispánica, la Universidad oculta estos casos: “El encubrimiento de esta situación por parte de las autoridades de la Facultad es una política sistemática. Afortunadamente las cosas están cambiando de a poco, gracias a los esfuerzos de estudiantes que ya no van a tolerar el acoso sexual y el abuso de poder por parte de personajes, tan nefastos como este”, afirma el estudiante.
En la Facultad de Historia, no son pocas las autoridades que aceptan conocer casos de acoso de años anteriores que no han tenido ningún tipo de respuesta por parte de la Universidad. Uno de los más bullados se llevó a cabo el 2011. Una alumna denunció que un profesor de la Facultad la había acosado sexualmente y además le habría realizado tocaciones. También existió un caso el año 2005, contra otro profesor emblemático de la escuela, acusado de intentar besar a una estudiante de magister durante una reunión de tesis fuera de la Universidad. Pese a que las denuncias realmente existieron, la institución negó que se haya realizado sumarios a través de una solicitud de transparencia requerida por The Clinic.

“EL ACOSO ES UN CHISTE”

El 16 de diciembre pasado, casi dos meses después de la denuncia de María Ignacia, se llevó a cabo una asamblea biestamental en la que participaron 100 estudiantes y 12 de los 40 profesores de la carrera de Historia. “Costó hacer quórum, para muchos hombres del Departamento, este tema era un chiste. De hecho, el director de la carrera, Leonardo León, no asistió por miedo a que le pidieran su renuncia y también porque, sinceramente, el tema no le importa nada”, cuenta uno de los profesores.

Pero a pesar de eso, de la reunión salió un documento dirigido a la decana María Eugenia Góngora, donde se le exigía tomar medidas cuanto antes: “Como comunidad académica nos hemos visto remecidos a raíz del sumario administrativo por abuso de poder y acoso psicológico (…) tanto académicos, como estudiantes, hemos reconocido a partir de esta crisis, una situación pocas veces abordada de manera pública. Estos casos no son aislados”, expone la carta.

A raíz de esta asamblea y numerosas presiones de los estudiantes a las autoridades de la Facultad, el 29 de diciembre se le ordenó a Fernando Ramírez el cese de sus funciones académicas hasta el término de la investigación.

Hace un año, la Universidad de Chile publicó por primera vez en su historia, un documento para enfrentar el acoso sexual. El manual, realizado por el abogado de Derechos Humanos, Claudio Nash, y la Oficina de Igualdad de Oportunidades de Género, aborda el concepto y lo adapta al contexto académico, haciendo especial hincapié en las relaciones estudiante-profesor: “Este tipo de relaciones son jerárquicas, hay un elemento de poder, por lo que es poco usual que las personas sometidas a una autoridad manifiesten explícitamente su rechazo a este tipo de conductas”, establece el texto.

Actualmente en esta casa de estudios, no existe una prohibición de mantener una relación amorosa docente-estudiante. En la opinión de Claudio Nash, Chile debería seguir el ejemplo de Estados Unidos, donde cualquier tipo de relación estudiante y profesor está prohibida, aunque sea consentida. “No puede haber una relación afectiva porque abre espacios para formas de acoso. En nuestras legislaciones nacionales y universitarias no se plantea eso”, agrega.

Para algunos profesores de la Facultad de Historia, la falta de una normativa que prohíba este tipo de relaciones, es una parte importante del problema. “Para los profesores mayores, acosar alumnas es algo normalizado. Lo hacen sin vergüenza. Hacen comentarios sexuales o les demuestran, sin ningún pudor, que les atraen sexualmente”, afirma un docente que prefiere resguardar su identidad por miedo a represalias. Otra profesora respalda este planteamiento: “Para los hombres de la facultad, las denuncias de acoso son un chiste. No entienden porqué es un tema de discusión. Para ellos, si el profesor no la violó o no le corrió mano, la cabra está haciendo escándalo porque quiere”.
A pesar del silencio, la realidad del acoso no es desconocida para los docentes de la Facultad. De hecho ellos mismos aseguran que han recibido denuncias que lamentablemente, no han acabado en investigaciones: “El año pasado recibí cinco denuncias de acoso, que no llegaron a ningún resultado. En solo una de ellas, el profesor fue amonestado. Una alumna extranjera también reclamó contra un profesor y la decisión fue ‘que él no tuviera extranjeros en su clases’. Por eso lo que pasa hoy, es tan importante”, asegura una profesora.

ALZAR LA VOZ

A pesar de todo el apoyo que han tenido María Ignacia y otras estudiantes que estuvieron dispuestas a denunciar, a tres meses del inicio de la investigación, el sumario aún no tiene resultados. “Recuerdo como si fuera ayer cuando tuve mi primera reunión con la decana María Eugenia Góngora. Después de todo mi relato me preguntó: ‘¿te violó? ¿te tocó?’, le intentó bajar el perfil. Me dijo que en su vida había visto cosas peores. Fue horrible y completamente humillante, dejé esa oficina llorando”, cuenta María Ignacia.
Durante el sumario, la estudiante se ha encontrado con numerosos obstáculos: no le comunican los avances del proceso y ha tenido que exigir el cambio de la fiscal a cargo, por conflicto de intereses. “Pusieron como fiscal a una profesora que es muy amiga de Ramírez. La segunda vez que fui a declarar ante ella, exigí el cambio cuando me dijo que yo quizás estaba malinterpretando al profesor. Eso fue demasiado”, afirma María Ignacia. The Clinic se comunicó con el profesor Fernando Ramírez para este reportaje, pero declinó hacer declaraciones. La Universidad de Chile, a través de la abogada de la decana María Eugenia Góngora, tampoco quiso hacer comentarios sobre el caso, hasta el cierre del sumario.

Los profesores y estudiantes de la Facultad de Humanidades están preocupados. Sin resolución del sumario, no saben qué tipo de consecuencias puede traer este caso para su departamento: “Esto tiene que ser un ejemplo para que estas cosas no sigan pasando o seremos nosotros mismos los que acusaremos el encubrimiento”, aseguran. María Ignacia León, por su parte, no puede estar más desilusionada de su casa de estudios: “Me choca y me desespera que para un asunto tan delicado, no existan mecanismos adecuados para el proceso. Se necesita ayuda legal y psicológica concreta, para asegurar transparencia y que la víctima no sea marginada del proceso”. Las acciones que los estudiantes llevarán a cabo en marzo, todavía no están claras.

– No podemos seguir permitiendo acoso en la Universidad de Chile. No quiero ni imaginar que Ramírez no tenga consecuencias por sus actos. Nosotros lo queremos fuera. Hay que esperar qué se nos viene para saber contra qué debemos luchar-, afirma María Ignacia.

Lee las cartas:

Notas relacionadas