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Poder

21 de Octubre de 2016

El documento donde el nuevo ministro de Justicia y Derechos Humanos se pasa por el aro al pueblo mapuche

El recién nombrado ministro de Justicia y Derechos Humanos, Jaime Campos, además de dar explicaciones por sus vínculos con la empresa informática que provocó el error en el padrón electoral, deberá aclarar sus posiciones con respecto al conflicto mapuche. En 2013 publicó un polémico documento donde afirma que nunca existió un Estado Mapuche y que tampoco existen los derechos ancestrales de los pueblos originarios.

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jaime campos-a1

En 2013, el recién nombrado ministro de Justicia y Derechos Humanos, el radical Jaime Campos, cuestionado por sus vínculos con la empresa que asesoró al Registro Civil y provocó los errores en el padrón electoral, publicó un polémico documento llamado: “El conflicto mapuche: una visión diferente”. Algunos fragmentos fueron publicado por El Mercurio.

En su análisis, el ministro Campos, plantea que nunca existió un Estado Mapuche y que tampoco existen los derechos ancestrales de los pueblos originarios. También afirma que sus argumentos van en contra de las consideraciones que actualmente se han popularizado en el país, e incluso en el mundo político, pero lo atribuye a que en “Chile son muy pocos los que se atreven a no repetir lo que exclaman las minorías vociferantes”.

Acá el manifiesto anti-mapuche del Ministro que debe defender los derechos humanos:

“Fluye con evidencia que nunca ha existido un Estado Mapuche, de suerte que es altamente improbable que pueda constituirse en el futuro. Todo el territorio nacional corresponde desde su creación a la República de Chile, la cual ejerce plena y exclusiva soberanía política sobre el mismo y no conozco casos en que un Estado se desprenda unilateralmente de parte de su territorio para dar origen a otro. Propiciar la creación de un estado mapuche o animar bajo esa inspiración la autodeterminación de una zona determinada carece de realismo político y de sustento jurídico, resultado que jamás será aceptado por el Estado de Chile y menos por la población no mapuche de esos lugares, la que hoy constituye la mayoría de sus habitantes”.

“La integración nacional permitió formar nuestra nacionalidad”

“Desde una perspectiva antropológica y sociológica, el cimiento de nuestra nación (la ‘Raza Chilena’) se constituyó con el mestizaje, puesto que siendo escasas las mujeres que llegaron de Europa, los conquistadores se mezclaron con las nativas y tuvieron en ellas su descendencia (…). Se autodenominaron criollos, aunque desde un ángulo cultural predominaron las costumbres europeas, ya que objetivamente tenían un grado de desarrollo mucho más avanzado que las autóctonas”.

“Lo ocurrido en Chile no es diferente a lo sucedido en otros lugares del planeta, siendo las concepciones de Unidad e Integración Nacional las predominantes al tiempo de la formación de esta República y las que permitieron la formación de nuestra nacionalidad, sin que se perciban razones incontrarrestables para cambiar de inspiración”

“El propósito de fortalecer una identidad social y cultural distintiva, hija del mestizaje o de lo criollo, que reafirmara el concepto de nueva Nación o de nuevo Estado, que nos alejara del arquetipo de una mera Colonia Española, incentivó los procesos dirigidos a incorporar a los pueblos originarios al nuevo sistema. Estos fueron los argumentos sustentados por los grandes intelectuales de esos años, compartidos por la mayoría ciudadana y puestos en ejecución por los actores políticos y sociales de ese tiempo. Criticarlos ahora es relativamente fácil, pero implica no entender la etapa histórica que vivimos y rechazar el concepto de país que siempre nos ha animado, máxime cuando su consumación objetivamente arrojó como saldo la consolidación del Estado de Chile, la estabilidad política que logramos, la superación con éxito de todos los conflictos internacionales en que participamos y los grados de progreso y de desarrollo alcanzados, consideraciones que se exhiben como un ejemplo en América Latina”.

“No hay claridad y precisión en las pretensiones de los reclamantes”

“Es menester precisar la naturaleza y alcances del problema (…). De partida, no es una disputa que involucre a todos los pueblos originarios e, incluso, dentro de los propios Mapuches sólo comprende a una porción minoritaria. Aún más, no se advierte claridad y precisión en las pretensiones de los reclamantes, siendo notorias las diferencias entres las aspiraciones de unos y otros”

“Nadie puede negar que las tierras que les asignara el Estado algunos las perdieron por ignorancia, engaños, abusos, usurpaciones o mala fe y que otros las transfirieron voluntariamente -legal o ilegalmente-, o las conservan sin mayor provecho. Es manifiesto que siguen careciendo de estructuras jurídicas que los agrupen, que perduran las diferencias de intereses entre unos y otros, que es muy difícil, por no decir imposible, encontrar soluciones que los dejen integralmente satisfechos y menos aún interlocutores válidos que los representen de modo legítimo”.

“Si es una discusión sobre pobreza, marginalidad y subdesarrollo; si es una cuestión derivada de despojos de que fueron víctimas algunos naturales con posterioridad a la asignación de sus tierras; si las reclamaciones apuntan a situaciones de discriminación y falta de igualdad de oportunidades; si demandan la preservación de su identidad cultural; si anhelan organizarse y participar colectivamente; todo es solucionable y puede y debe ser remediado pacíficamente dentro del Estado de Derecho y bajo el concepto de Estado Unitario. Empero, si el reclamo alude a eventuales derechos ancestrales que lesionan la Unidad Nacional o a una pretendida autonomía política, lamentablemente el Estado de Chile no tiene otra alternativa que persuadirlos de sus vanos intentos y, si ello no se alcanza, debe terminar de raíz el conflicto mediante la plena aplicación del imperio de la Ley a todos los que quebrantan con violencia el ordenamiento jurídico establecido”.

“Si se admite la existencia de derechos ancestrales, Bolivia y Perú podrían hacer suyo ese argumento”

“Hay que ser muy cuidadoso con lo que se dice y hace en este género de debates por los efectos colaterales que esos comportamientos acarrean. No olvidemos que los territorios de dos regiones del norte de Chile pertenecieron a Bolivia y al Perú y que adquirimos soberanía sobre ellos como resultado del triunfo de nuestras armas en la Guerra del Pacífico y de los Tratados Limítrofes consiguientes; de manera que si se admite en la especie la existencia de derechos históricos o ancestrales se está dando pábulo a que dichos Estados hagan suyo ese argumento y reclamen lo propio, como habitualmente lo hacen los gobiernos bolivianos; para no analizar los eventuales derechos de los descendientes de los pueblos originarios del altiplano”.

“Los pueblos originarios apoyaron la causa del rey”

“Los pueblos originarios generalmente apoyaron la causa del Rey y, por ende, lucharon contra el Ejército Patriota (…). Tales comportamientos despertaron una natural desconfianza y antipatía de los patriotas hacia el pueblo mapuche, por mucho que se destaque la preocupación de O’Higgins para con los nativos”.

“Consolidada la Independencia, se celebró el Parlamento de Tapihue, acto por el cual se reguló la relación entre el Estado de Chile con los indígenas (…). Empero, las continuas sublevaciones y asaltos efectuados por los originarios, con su cortejo de incendios, destrucciones, muertes, robos y secuestros de mujeres; los reiterados incumplimientos a lo convenido; las permanentes disputas violentas entre las tribus; la cooperación que brindaron a las fuerzas derrotadas; la necesidad de incorporar esos territorios a los procesos productivos nacionales, provocaron que José Joaquín Pérez iniciase la ‘Pacificación de la Araucanía'”.

“Primaron las ideas de Estado Unitario”

“Como se propiciaba la soberanía continua hasta el Cabo de Hornos, resultaba inadmisible que estuviésemos interrumpidos por una extensa zona no ocupada, motivo que tornaba indefectible su dominación. La soberanía y la seguridad nacional lo exigían y ellas son razones más que suficientes para hacer lo que se hizo. Además, tempranamente primaron las ideas de Estado Unitario, de suerte que la instalación de un Gobierno Nacional fue su natural consecuencia, lo que terminó siendo aceptado por todas las provincias”.

“Independientemente de lo simpático y seudo moderno que resulta hablar de derechos ancestrales de los pueblos originarios y de admitir una supuesta deuda histórica del Estado de Chile para con ellos, lo cierto es que cualquier referente histórico que se adopte es injusto y caprichoso, a no ser que derechamente se plantee la completa o parcial disolución de nuestra Nación. Empero, para que esto último acontezca es menester la voluntad de la ciudadanía nacional, la que en su inmensa mayoría está constituida por criollos que desean mantener la existencia íntegra, unitaria y soberana del Estado de Chile y la continuidad de un grupo humano que sencillamente se denominan chilenas y chilenos”.

Iniciativas del Ejecutivo:”¿Son esas las materias realmente demandadas por los pueblos originarios? ¿Cuál es la representatividad de quienes las plantean? Si lo son, obviamente que el camino seguido por el Gobierno es correcto; pero si ello no es así, el esfuerzo será en vano y sólo contribuirá para que formulen nuevas demandas”.

“Me parece esencial precisar previamente los problemas que es menester abordar y determinar la legitimidad de quienes los formulan, ya que si no existe claridad en la agenda y menos certeza en la representatividad de los interlocutores, cualquier avance será desautorizado por otros o dará pie a nuevos reclamos, como desgraciadamente ha acontecido en todos los esfuerzos que sobre el particular se han desplegado a través de la Historia. Incluido el de 2003. Ahí radica el fondo y la complejidad del conflicto. Por ahora sólo advierto una mezcla o confusión de aspectos económicos, culturales y sociales, con consideraciones que afectan la unidad territorial y política del Estado de Chile. Del modo expuesto, cada cual entiende hoy o entenderá mañana lo que quiera entender y no creo que así se resuelva nada definitivo”.

“Una pregunta adicional: El reconocimiento constitucional de los pueblos originarios, ¿qué efectos jurídicos concretos genera? ¿Satisface ello los planteamientos político-institucionales de tales pueblos? Y, si no es así, ¿no servirá ese reconocimiento de motivo o de fundamento normativo para que acto seguido soliciten las autonomías territoriales o el autogobierno que algunos pretenden?”

“Otra duda: Cualquier institucionalidad o forma de organización que la ley cree para darle representatividad y legitimidad a la opinión de dichos pueblos, ¿será aceptada y respetada por todos sus integrantes y se incorporarán plenamente a ella? Y, si es así, ¿por qué esas formas asociativas no han surgido en el pasado como expresión de la propia voluntad de los interesados?”.

“Me temo que los acuerdos requeridos no se alcanzarán y que, al final del día, el Estado de Chile deberá hacer lo que siempre ha hecho: Escuchar a todos los que quieran opinar; luego, definir la agenda a abordar; acto seguido,determinar los instrumentos que se crearán o que se aplicarán para enfrentar los problemas que ya se fijaron; procurar que tales medidas sean aceptadas e implementadas por la inmensa mayoría de los integrantes de los pueblos originarios, pero a sabiendas que siempre habrá grupos minoritarios que no las aceptarán o que las estimarán insuficientes; y si existen quienes se resisten a estas últimas, aplicarles íntegramente lo que dispone el Estado de Derecho”.

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