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17 de Enero de 2009

Un maletín para Orwell

Por

Por Paula Vial*

Aún cuando no ha tenido mucha cobertura en la prensa, incluso considerando que se trata de un caso tan mediático como el del Registro Civil, hace unos días se supo que en esa causa la fiscal a cargo habría obtenido datos de relevancia mediante la realización de una cuestionable diligencia.

Así, encargó a uno de los imputados que con una cámara oculta en un maletín, grabara clandestinamente una conversación con otro imputado, con autorización judicial.

Existe, para determinados delitos de particular interés social, una figura llamada “agente encubierto” que permite que funcionarios policiales y cumpliendo una serie de exigencias, se infiltren en organizaciones criminales y participen “justificadamente” en la realización de actividades delictuales para la obtención de evidencia incriminadora. No es éste el caso.

Aún cuando se trata de una institución muy cuestionada y cuestionable, es aceptada e incorporada en la mayoría de las legislaciones para determinados delitos como los de lavado de dinero o el tráfico de drogas para la obtención de pruebas e información relevante. No obstante, en la excepcionalidad propia del agente encubierto, es imprescindible que quien realice esas funciones sea un agente policial. No se trata de la privatización de las investigaciones, incorporando a la sociedad civil en tareas que no sólo están reguladas, razonablemente, sino que se reservan a la policía por su preparación y experiencia.

La confianza es un valor en extinción en la sociedad moderna. Se hacen esfuerzos por recuperar espacios públicos, cercanía entre vecinos, con tácticas y campañas de seguridad que hablan de integración y colaboración entre todos. Y luego, la pugna entre eficiencia y garantías destruye estos avances. Perseguir desbaratar organizaciones criminales y resolver delitos no es argumento suficiente para ceder nuestros derechos más fundamentales.

Y la sutil y lenta, excepcional afortunadamente, incorporación de tácticas como éstas arriesga el refuerzo de lazos y compañerismo, la familiaridad en el trato entre amigos, la cordialidad entre desconocidos e incluso la intimidad entre los más próximos.

Tal como en “1984” de George Orwell, nos acercamos a denuncias de hijos pequeños contra sus padres, ¿por qué no? Puede sonar apocalíptico, pero qué diferencia o qué distancia hay entre un mundo distópico donde un Gran Hermano controla autoritariamente nuestros pensamientos y afectos y uno en que se privilegia la eficiencia por sobre la confianza.

El maletín podría destinarse a revelar nuestros secretos más íntimos, incluso aquellos que no tengan que ver con delitos, cuál es el límite… Y será, por qué no, una mochila escolar enfocada en el padre, la cartera de la mujer haciendo zoom al marido o un maletín del socio dirigida al compañero.

Qué diremos entonces de comunidades pequeñas o más cerradas como la mapuche, donde tácticas como éstas logran instalar aún más las lógicas de la desconfianza. Qué es el uso de testigos reservados sino la legitimación de la delación como una práctica que nos resulta útil. O el informante privado más que un mecanismo que nos acerca al fin. O el infiltrado amateur sino un paso hacia la disminución del riesgo a través del miedo.

Si la sociedad de la confianza tiene cada vez más semejanzas con una utopía, no puede considerarse que situaciones como ésta contribuyan a una sociedad mejor y más cercana.

Podría argumentarse que no debe haber temor ante intromisiones de este tipo. Que “Quien nada hace, nada teme” y por ende que sólo puede temer algo así quien no tiene la conciencia tranquila o no anda en buenos pasos. Ufff, me pregunto si habrá alguien así en primer lugar, pero además la intimidad como bien a proteger no se regala a pretexto de seguridad.

Seducción que confunde. Incentivo que desconcierta o desconfía. Señuelo que se involucra y negocia. Cómo saber si lo que se dice es cierto, si existe siempre desconfianza, nos cuidaremos de todo y todos e impostaremos permanentemente.

… Amaba al Gran Hermano… termina diciendo la novela. Tal vez amemos al Gran Hermano y prefiramos tener estos controles por sobre la confianza y la libertad respetuosa del otro.

* Defensora Nacional

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