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Poder

16 de Junio de 2009

Curas de miedo

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Por Jorge Rojas

Desde que empezaron a aparecer con fuerza en Estados Unidos, los casos se han ido multiplicando de país en país. La última bolsa con pus estalló en Irlanda donde se descubrió que una decena de sacerdotes abusó por más de 30 años de varias generaciones de niños desprotegidos que le eran entregados a la Iglesia para que los cuidara, educara y los salvara de la calle. Hoy se sabe que en muchos de estos casos la jerarquía sabía lo que ocurría y optó por evitar el escándalo, trasladando a
los sacerdotes abusadores a otros lugares donde nadie los conocía, donde nadie los juzgaba y donde podían empezar sus andanzas de nuevo. Como en el caso de Maciel -el fundador de los Legionarios- el abuso de niños recibía como única sanción, orar y orar. Uno de los casos más espeluznantes ocurrió en Brasil, el país con más católicos del mundo. Fue allí donde los abusadores se sentían tan impunes, tan protegidos, que muchos de los involucrados tenían en su poder una especie de “Manual del cura pedófilo”, en el que se detallaban técnicas para encontrar niños vulnerables y maquinaciones para no ser descubiertos por la comunidad. El manual, que fue escrito a modo de diario de vida, pertenecía al sacerdote Tarcisio Sprícigo de 51 años. Allí, el cura narraba sus propias experiencia con menores y daba recetas para que el resto de sus colegas siguieran este modo de vida, casi como si fuese un sistema.

El caso se dio a conocer a fines de 2005 gracias a una investigación de la revista brasileña Istoé e involucró a mil 700 curas, cerca del 10% de todos los sacerdotes de ese país. Ésa sí que es una pesadilla.

EL MANUAL

Tarcísio Sprícigo fue condenado a 15 años de prisión. En su manual, recomendaba “iniciar” sólo a menores recogidos de la calle o de las comisarías, porque en su condición de indefensos era más
difícil que los sacerdotes fuesen descubiertos: “hay que presentarse siempre como el que manda. Ser cariñoso. Nunca hacer preguntas, pero sí tener certezas. Hay que conseguir chicos que no tengan padres y que sean pobres y jamás involucrarse con niños ricos”–escribió.

Sprícigo también contaba parte de sus aventuras. Éstas son algunas de las frases más espeluznantes: “me preparo para salir con la certeza de que tengo a mi alcance a todos los chicos que me plazca”; “hacer el acto sexual cuando tengo la certeza absoluta de que el niño mantendrá el secreto”; “desde hace dos días que no me hago ninguno”; “me llueven chicos que son seguros y confiables, que guardan total secreto, que sienten la carencia del padre y viven solamente con la madre, están por todas partes”; “estoy seguro y calmo. No me agito. Soy un seductor y después de haber aplicado correctamente las reglas, el niño caerá en mis manos… y seremos felices para siempre” –escribió en su “recetario”.

Como no hay manual sin reglas, este cura redactó, además, una especie de decálogo
del cura pedófilo. Algo así como los 10 mandamientos:

1. Edad: 7, 8, 9, 10.
2. Sexo: masculino.
3. Condiciones sociales: pobres.
4. Condiciones Familia: preferiblemente un niño sin padre, solo con una
madre soltera o con su hermana.
5. ¿Dónde encontrar?: en las calles, las escuelas, las familias.
6. ¿Cómo engancharlos? clases de guitarra, coro, acólitos.
7. Lo más importante es mantener a la familia del chico enganchada.
8. Mayores posibilidades: en un niño que es cariñoso, tranquilo, sin inhibiciones, que carecen de padre, sin reparos morales.
9. Su punto de vista: ver lo que el niño disfruta y dárselo a cambio de la retribución de entregarse a mí mismo.
10. ¿Cómo presentarse?: Siempre cierto, grave, que domina la situación, nunca hacer preguntas, siempre tienen certezas.

Ante los jueces, Sprícigo declaró que la idea de este manual había sido espontánea, y que casi había sido una revelación divina porque según él “después de mi debilidad en el campo sexual, aprendí una lección. Y éste es mi solemne descubrimiento: ¡Dios perdona siempre, pero la sociedad nunca!” –declaró.

LA IGLESIA TE ACOGE

La misma revista Istoé en su investigación elaboró un decálogo universal de la impunidad de la Iglesia para tratar estos problemas. Varios de estas acciones se han usado en los casos de pedofilia investigados en Chile.
1.- Hacer una discreta investigación de lo ocurrido.
2.- Después de reconocer el abuso sexual y estar de acuerdo en que la imagen de la Iglesia sería dañada, iniciar conversaciones con el agresor y la víctima. Los obispos deben esforzarse
para convencer a las víctimas y sus familias que el agresor fue castigado y que se detendrá y persuadirlos de no continuar con la denuncia con el fin de no dañar la reputación de la Iglesia o
de ellos mismos.
3.- Cubrir los hechos y al agresor ante la opinión pública.
4.- Tomar medidas para asegurar el secreto. La jerarquía debe adoptar una medida canónica en contra del agresor, sólo con el fin de defenderse de una posible acusación de pasividad.
5.- Negar que se haya producido el abuso, argumentando que el sacerdote es una persona llamada por Dios, que es un hombre de virtud y una figura santa. Cuando no es posible negar la realidad, tratarla como una excepción.
6.- Hacer una defensa pública del agresor, haciendo hincapié en sus buenos servicios prestados a la Iglesia. Llamamiento a los cristianos al sentimiento de perdón para el pecador arrepentido.
7.- Hacer pública una descalificación de las víctimas y sus condiciones.
8.- Atribuir las denuncias a las campañas orquestadas por paranoicos “enemigos de la Iglesia”.
9.- Considere la posibilidad de negociación con la víctima.
10.- Proteger al sacerdote agresor.

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