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21 de Agosto de 2009

Rabieta en el parque

Por


POR PATRICIO FERNÁNDEZ

Acabo de ver a un hombre, mientras llueve, furioso en el parque. Estaba solo y tiró con fuerza su celular al piso. Imagino, de pronto, a Eduardo Frei haciendo lo mismo. A su alrededor, nada bueno está fluyendo. Las fuerzas de la naturaleza le están yendo en contra y él no encuentra una casa sólida en la que refugiarse. Frei no es de esos líderes heroicos que atraviesan tormentas retando al cielo si es necesario. Es más bien quitado de bulla y algo lerdo. Nada que recuerde a un político brillante. Aunque Coco Legrand lo encontró entero a pesar de los embates, para mí que está tostado. Yo lo estaría. Los mismos que le cedieron el timón, ahora se quejan del rumbo del barco. Muchos de los marineros, en vez de trabajar para que el buque flote, se pasan el día mirando los botes salvavidas. La nave concertacionista está haciendo aguas: le falta un buen motivo para seguir viva.

Esta Concertación no ha encontrado un leitmotiv. Perdida en cálculos electorales, se le ha olvidado que la política también está para despertar ilusiones. Cuando ganó el NO, había quienes pensaban que las veredas florecerían. Lo creían a pies juntillas. Es cierto que en esa época el mundo debía cambiar por completo, de modo que en una de ésas brotaban margaritas de los pastelones. Y la verdad es que cambió muchísimo, tanto, que al parecer quienes gestaron esos cambios no consiguen entenderlos. Algunos incluso pareciera que les tuvieran miedo y se hallaran paralogizados. No han sabido formular el gran sueño siguiente al de la democracia. El nieto de la señora de la franja que no tenía plata para una bolsita de té, apenas recuerda a su abuela mientras abrocha los cordones de una zapatilla estrambótica. Acaba de ver pasar al Cisarro esposado, y ni siquiera pregunta a dónde se lo llevan, porque supone que a ninguna parte, o al mismo sitio del que escapó.

La palabra de moda es “progresismo”. Unos con otros se agarran de las mechas por demostrar quién lo es más y, acto seguido, tras intercambiar puestos y responsabilidades, todos acuerdan que lo son en la misma medida, siempre y cuando les cuiden los cupos. Pepe Auth y José Antonio Gómez salieron muertos de risa de una cena en la casa de Frei, donde seguro que les dieron una sopa aliñada con intereses varios, capaz de saciar las convicciones más diversas. Para calmar las pataletas progresistas, recibieron su papilla en la boca. Al menos a mí, la palabreja ésa me tiene curco. No creo que haya ni un solo campesino o almacenero en Chile que se declare “progresista”. Cuando mucho, unos individuos pidiendo que se les respete como a todo el resto de los seres humanos, que alguien los defienda frente a los intocables y que a la hora de la competencia no dejen que ganen siempre los mismos tramposos que corren con ventaja. Al cumplir sus 20 años, la coalición de centro izquierda debiera olvidar las velas y comprometerse a repartir mejor la torta.

La derecha, en tanto, se deja querer. Cosecha el cansancio y la modorra sin sembrar propuesta ninguna, limitándose a contemplar el espectáculo del circo vecino. Es todo tan raro: Escalona debe ser el primer presidente del Partido Socialista que se casa por la iglesia, Lagos revolvió el gallinero y volaron plumas y se quebraron huevos, los Océanos Azules revientan como guatapiques en las orillas del comando y Marco Enríquez-Ominami canta victoria, a medida que todos juntos, como una estampida de búfalos, avanzan al despeñadero. Quizás llegó la hora de los momios, y el hombre que rabia en el parque no soporta la idea.

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