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31 de Agosto de 2009

¿Por qué no votan los jóvenes?

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Por Juan Eduardo Faúndez / Director Nacional Instituto Nacional de la Juventud

Una forma concreta de ganar las presidenciales es encantado el voto de los jóvenes.
En efecto, en medio de un escenario electoral incierto, los jóvenes son un rico “territorio a conquistar”, debido a que existen 2 millones de personas entre 18 y 29 años que, de estar inscritos, podrían inclinar la balanza.
Mucho se ha prejuiciado sobre el “ni ahísmo” de la juventud, principalmente en política, y por cierto no contribuye a desmitificarlo el hecho de que actualmente representen sólo el 7,5% del padrón electoral. Por lo tanto, si los políticos realmente quisieran representar la voluntad popular, deberán trabajar con mucho criterio para revertir esta cifra.
Sin embargo, no todo son nubes negras para quienes se atrevan a acometer este propósito, porque a pesar de su baja participación en los registros electorales, los jóvenes manifiestan mayoritariamente que su voto puede hacer que las cosas sean distintas en el futuro, como asimismo prefieren a la Democracia por sobre cualquier otra forma de gobierno.
Esto nos demuestra que la baja participación juvenil está más ligada a la falta de integración al sistema democrático, que a la desvaloración hacia el mismo. De esta manera surge la pregunta acerca de por qué no votan.
Las elecciones municipales del año pasado nos acercan a una respuesta: la principal causa que los jóvenes argumentaron para no votar (70%) fue porque sentían que los políticos no se preocupaban de los problemas de la juventud, situación que fue más patente aún cuando comprobamos que tampoco se sentían parte de los discursos de los candidatos de entonces.
Esto nos da a entender que los jóvenes no participan porque existe una brecha grande entre ellos y el mundo político, lo que redunda en la existencia de un círculo vicioso en el cual los candidatos no le hablan a los jóvenes porque éstos no votan.
Sin duda que para mejorar esta situación debe existir un cambio de actitud por parte de quienes resuelven postular a ocupar cargos de representación popular, asumiendo que nuestro padrón se está envejeciendo y con él, la manera de entender la política del siglo XXI.
Dirigirse al electorado juvenil no pasa por crearse una cuenta twitter, sino que por decidir acciones y propuestas que consideren las particularidades de las nuevas generaciones, tales como, su mayor apertura de mente en lo valórico, su mayor y mejor educación, sus altos niveles de desigualdad, su alto nivel de confianza en sí mismos y al mismo tiempo mucha desconfianza hacia los políticos.
En este contexto, se desarrolló la campaña “Yo Tengo Poder, Yo Voto”, la cual fue ideada ante la alarma que surge al ver como nuestro padrón no solamente se envejece, sino que también se elitiza, debido a que de los pocos jóvenes que se inscriben, la mayoría son ABC1.
Es así como la campaña es el primer paso dentro de una serie de acciones a desplegar, las cuales serán responsabilidades de los liderazgos venideros, los cuales deberán entender, por una parte, que este fenómeno no se supera sólo con una campaña, y por otra, que en las elecciones subsiguientes estaría rigiendo el sistema de inscripción automática y voto voluntario, además del Ministerio de la Juventud.
Hasta entonces miramos con optimismo los efectos que pueda generar esta campaña en la conciencia política de los chilenos, efectos que podrían ser más fructíferos si viéramos señales más audaces por parte de quienes aspiran a representar la voluntad soberana del pueblo.
Durante todo este periodo, los candidatos han tenido el tiempo y los estímulos para convocar a los jóvenes, han podido darse cuenta de que ellos también tienen que ser parte de sus preocupaciones; el 13 de septiembre se cierran los registros electorales, ese mismo día se acaba una gran posibilidad por generar un cambio real en la Democracia chilena.

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