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11 de Septiembre de 2009

¿Tomamos once este septiembre?

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Por Rocío Villalobos

Nunca sabemos qué va a pasar al segundo siguiente. Aunque casi 40 años más tarde alguien asegure que sabía que no iba a resultar, que cómo confiar en los milicos, que faltaron armas o que sobraron, o que chilenos no eran capaces de asesinar y torturar chilenos, lo cierto es que el futuro es siempre un misterio, lleno de potenciales triunfos y derrotas.

Sí, podemos intentar orientarnos con las encuestas, en los estudios de mercado, lo sondeos, las opiniones de los que saben o la borra del café. Sin embargo, como sé que me gusta lo que me gusta, sé que no podemos saber lo que pasará al instante siguiente.

“¿Qué tuvo que pasar para que nos cambiara la vida?” se preguntaba un frustrado relator futbolístico tras el partido Chile- Brasil. “Qué tuvo que pasar para sentir el estallido de vidrios en el corazón”, se preguntaba hace poco una desconsolada mujer privada del amor. Y una pregunta al pasar, lanzada sin mayor intención que la del desconsuelo, cae de cajón para todo.

Probablemente respuestas haya tantas como seres humanos, como escenarios, como anécdotas, como palabras dichas o como silencios. Lo que resulta increíble, extraordinario, es que a veces coincidamos, que queramos entre muchos doblarle la mano al destino y a veces, algunas veces, resulte, y por una conquista parece que todos nuestros menores esfuerzos humanos cobren sentido y no sea todo vanidad o absurdo.

No quiero hablar ni de las eliminatorias -hoy dejamos de llamarlas clasificatorias- ni de las elecciones. Hoy, en esta fecha aciaga , como me pasa desde niña, me roba de mi cotidiano una pregunta medio inútil. Esta vez aquella de cómo defendernos de los acontecimientos, cómo evitar los malos momentos y cómo extender los placenteros y beneficiosos. Cómo saber qué va a pasar mañana, y cómo hacer que pasen las cosas que queremos.

Ignoro con qué nos desayunará el día de hoy, qué pasará, ni qué se evitará. Sin embargo quisiera que fuera un día en que no nos sintamos solos, porque yo estoy para que aumentes tus posibilidades de que el día de mañana sea un buen día, al menos provechoso. Y sé que hay muchos otros a quienes debo que los días sean buenos, más ciertos, y no nos anden cambiando el marcador a cada minuto.

La vida es esencialmente sorprendente y vertiginosa, muchas veces hostil, cruel e injusta, inconstante como ella sola. Quiero tomar once este septiembre con mis amigos y con los que lo serán y sentir lo que siente el náufrago que a la mañana siguiente de una noche tormentosa, despierta con la boca llena de arena y, aún confundido, reconoce a unos metros a otro náufrago que se incorpora restregándose los ojos. La ola nos sigue botando en la misma playa y esas benditas coincidencias no se pueden soslayar.

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