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Cultura

23 de Octubre de 2009

Roberto Avendaño, ex Chancha Piggy: “En Los Bochincheros me apretaron un coco para saber si la chancha era hombre”

Claudio Pizarro
Claudio Pizarro
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Por Claudio Pizarro • Foto: Alejandro Olivares
Para los mayores de 30 años la chanchita Piggy, personaje inolvidable de Los Bochincheros, fue algo más que una exitosa figura de televisión. Una generación completa se rió con sus travesuras y más de alguno le entregó su chupete casi como un rito de iniciación. Hoy, tiene 62 años, ya colgó el traje, pero todavía deleita a multitudes como el payaso minutito en el circo Las Águilas Humanas.
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¿Qué recuerdos tienes de tu infancia?

Los primeros años los pasé en Ninhue, en la octava región, cerca de Chillán, después me trajeron a Santiago para ver si me podían operar porque tenía problemas al corazón. Estuve harto tiempo en el hospital Calvo Mackenna y luego me internaron en la escuela de lisiados a los ocho años.

¿Pero si no eras minusválido?

Sí, pero en ese tiempo nos mezclaban a todos los que tenían problemas…. Me acuerdo que había algunos con poliomelitis, otros con parálisis infantil y otros con síndrome de Down. Como yo me podía trasladar para todos lados ayudaba a movilizarse a los que estaban en sillas de ruedas y los cojos, como eran más altos, me ayudaban a prender las luces. Cada uno tenía sus ventajas y nos complementábamos.

Y había envidias porque alguno tenía lo que al otro le faltaba…

A veces, porque como era bajito y podía caminar para todos lados tenía cierta ventaja sobre mis compañeros. Les ganaba el quién vive, como se dice. A veces, de puro pelusón, les sacaba el aire a las sillas de ruedas.

¿Dejaste hartos amigos en el internado?

Sí, pero he visto a re pocos. La otra vez cuando estuve en Antofagasta iba pasando por un parque y de repente me gritan desde un auto “Roberto”, me di media vuelta, miré hacia el suelo y veo unos aparatos ortopédicos. Al tiro dije: “ahh, éste es un cojinova”. Y, claro, era un compañero de la escuela. Pero al que he visto más seguido es al Luis, que vende cinturones afuera de la salida del metro.

¿Hay mucha discriminación laboral?

Sí, de hecho cuando salí de la escuela con el título de técnico de radio y televisión busqué trabajo y nadie me dio pega. La gente me decía vuelva en una semana más, deje el teléfono, nosotros le escribiremos y no faltó el chistosito que me dijo que fuera a ofrecerme al circo…

¿Y qué pensaste?

Me di cuenta de que las cosas no estaban hechas para nosotros.

¿Te acomplejaste?

Un poco porque cuando uno es bajo le cuesta mucho: los mesones son altos, los ascensores son difíciles de alcanzar y cuando uno es adolescente le entra un miedo al fracaso con las niñas…

Pero igual te tiraste a la piscina…

Muy pocas veces, prefería tenerlas de amiga, y si resultó fue muy poco. Tengo la experiencia de otros compañeros bajos que se han casado con mujeres normales que se separan al poco tiempo. A veces las mujeres lo hacen por curiosidad. En mi juventud me pasó así. Y, bueno, uno tiene su corazoncito. Pero ya pasó, es cuento viejo.

Pese a todo igual te casaste…

Sí, llevo 32 años, mi mujer es normal, la conocí en el circo Ducal, pololeamos dos años, nos casamos y tenemos cuatro hijos.

CHANCHA PIGGY

¿Cómo llegaste a trabajar al circo?

Un tiempo estuve vendiendo cuestiones hasta que un día pasa por al lado mío un señor bajito y me dice que necesitaban a siete enanos para montar Blanca Nieves. Tenía 18 años y con tal de trabajar en alguna cosa le dije que bueno. Al final no se hizo nada y con otro compañero nos pusimos a hacer fonomímica. Imitábamos a Rafael, Sandro y al poco tiempo llegué a trabajar a la compañía de Daniel Vilches. Ahí me empecé a dedicar al espectáculo y después al circo.

¿Cómo era el circo en ese tiempo?

Tenía más vida, era más bonito y había más animales en los espectáculos.

¿Siempre trabajaste con gente de tu misma estatura?

Sí, cuando estaba en Los Bochincheros había cuatro personas bajas. Estaba el Pato Pototo y la Lucy que entró porque le gustaba el Pulgar, otro enanito…

¿Se dan muchos romances?

Sí, se dan…

¿De hecho tuviste uno por ahí o no?

Sí, una pequeña mancha negra que no se puede comentar. Un caballero no tiene conciencia, dicen.

Memoria, será…

Eso, es que el alzheimer me tiene medio mal, ja ja.

A propósito de Los Bochincheros…¿Cómo llegaste al programa?

Me buscaron por intermedio de un compañero que era el Piolín, un payaso. Cuando llegué el Memo me quedó mirando, se puso a reír y me dijo que era lo que necesitaba. Él se había comprado una máscara en Estados Unidos y tenía clara la idea de la chancha Piggy.

¿Cuál era?

Que siempre anduviera mosqueando y que se enamorara de medio mundo, si era muy lachaza la chancha.

¿Eran muy chupetes los cabros chicos en el estudio?

Sí, como todos los niños. Una vez me acuerdo que estábamos grabando y el Memo le dice a unos cabros que agarren a la chanchita y se la lleven en brazos. Los pendejos pelusones, entre su maldad, me apretaron un coco para saber si era hombre o mujer. Después se pusieron a gritar que era un hombre.

Bueno, era la curiosidad que todo el mundo tenía…

Por eso guardábamos con tanto celo la identidad del personaje y nunca lo divulgamos a nadie. Incluso cuando terminábamos de grabar mis compañeros me sacaban de inmediato en andas al camarín para cambiarme de ropa.

¿Sudabas mucho con el traje?

Me transpiraba hasta el hoyo… Era problemática esa lesera porque como era de goma me corría la transpiración, me llegaba a los ojos y chita que dolía. Igual, pese a todo, le doy gracias a Los Bochincheros porque me sirvió para tener mi casita.

Se hacían muchas tallas entre ustedes…

Sí, éramos todos buenos para el hueveo. Me acuerdo que había un payaso que tenía este dedo (medio) para arriba y no lo podía doblar, y una vez en pleno programa, mientras estaba sentado mirando un concurso, me empuja con una mano para abajo y con la otra me mete el dedo en el culo. Menos mal que estábamos fuera de cámara. Me tuvo como 10 segundos el huevón y después me soltó.

¿Hubo venganza?

Me hizo harta burla, pero después, cuando estaba terminando el programa, agarré una de las raquetas que regalábamos y le pegué el medio raquetazo en la espalda, le quedó marcadita…

Alguna otra anécdota…

Otra vez estábamos en El Salvador y el Memo, para incentivar a los niños para que tomen leche, dice que a la chancha también le gusta y me traen un vaso lleno. Me pegué el manso huascazo, en pleno show, pero resulta que la huevá era el desinfectante que usaban para limpiar el piso. Después me hicieron vomitar y al compadre que hizo la talla lo retaron. Igual a veces se nos pasaba la mano porque siempre nos divertíamos a costa de los demás.

¿Y qué hacían con todos los chupetes que les entregaban los niños?

Lo más curioso era que después que entregaban el chupete, las mamás estaban detrasito poniéndole un chupete nuevo. Era para la tele nomás. Después tirábamos los chupetes a un tarro y como la goma se ponía hedionda el olor era insoportable.

¿Y qué se hizo de Patito Pototo?

Está fuera de los cuarteles y trabaja en una feria en Renca. Se olvidó del circo, no quiere nada más. Se aburrió. Es que todo en la vida cansa.

Y tú ¿todavía no te aburres?

Todavía no, hasta cuando me digan hasta aquí llegaste, agarro mis cosas y me voy para mi casa.


ARTE HUMANO

¿Qué hiciste después de Los Bochincheros?

Recorrimos hartos países y estuvimos como 5 años en El Salvador, en Centro América, y después en Estados Unidos. Allá me pasó una anécdota súper buena…

Otra más…

Sí, resulta que andábamos con el Memo en Miami, pasamos por el downtown y había una señora mexicana que tenía un puesto en la calle y pregunta por mí. “¿Con quién anda ese caballero chiquitito?” le dijo al Memo. “Conmigo”, le contesta y la señora le dice: “¿y no lo vende?”.

Te quería comprar.

Claro, según ella era para tenerme sentado en una vitrina y le ayudara a vender productos. Estaba re interesada. Cada vez que me veía me hacía señas y yo me arrancaba por la vereda del frente.

¿No te da lata que la gente piense así de ti?

Pero qué le voy a hacer, hay que asumirlo nomás, tampoco puedo pedir una pega como domador de elefantes o de leones y al trapecio tampoco me puedo subir. Para qué a estas alturas me voy a calentar la cabeza con huevadas…

De hecho también trabajaste como obra de arte humana…

Sí, me contrataron para ver cómo se vive encerrado en un metro cuadrado. Podía leer el diario, ver tele, escuchar la radio y además me pagaron bien.

Qué piensas que el Fonadis haya reclamado por los derechos de los discapacitados…

Yo siempre he sido mirado como un objeto raro y si el Fonadis nunca me ha ayudado por qué tiene que estar metiéndose la ministra en lo que yo haga.

Pensaban que era un tema de morbo.

Pero si era una exposición de arte.

Y qué me dices del trabajo de gnomo que realizaste en el Alto Las Condes…

Primero trabajamos en el Apumanque en la época de pascua. Éramos seis gnomos que hacíamos los juguetes para el viejo pascuero y él los regalaba. Después nos contrató el Alto Las Condes y ahí fuimos como 12 personas. Hueviamos harto, hubo levantadas de pololos, salieron dos matrimonios y nos pagaron.

Después de esa experiencia te transformaste en empresario de enanos…

Sí, tuve como 15 chiquititos, trabajamos en discotheques, incluso habían cuatro mujeres. Mi teléfono salía en un libro que se llama Santiago Bizarro y así nos contactaban.

Fue así como llegaste a la teleserie de televisión nacional “El circo de los Montini”…

No, se dio por intermedio de Los Tachuelas. La gente del canal andaba buscando una persona baja y Gastón le dijo que tenía alguien para el papel. Les mandé un currículum vítae y después me mandaron a buscar. Hice el casting y quedé.

Ahora todo el mundo te reconoce como el payasito Minutito…

Sí, cada vez que termina el show el payaso tiqui-taca dice “con ustedes Roberto Avendaño, Minutito de la teleserie las Montini y pilar fundamental de Los Bochincheros: ¡la chan-chi-ta Piggy! Y ahí se siente una ovación grande y uno se emociona porque los niños de aquella época son los papás de ahora.

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