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Poder

5 de Noviembre de 2009

Michelle Bachelet: otra “madre“ en la política chilena

Por

Dr. phil. Eda Cleary / Socióloga, doctorada en ciencias políticas en la Universidad de Aachen en Alemania Federal.
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Una se pregunta por qué el protagonista principal del acontecer politico en Chile es actualmente el ministro de Hacienda Velasco. Todo el mundo le pide, le ruega, le advierte, lo critica, pero él cual monarca hace caso omiso de cualquier iniciativa por parte de la ciudadanía con la venia de la presidenta que no da la cara al país cuando las papas queman ( huelgas, escándalos de corrupción, rencillas internas dentro del gobierno etc etc.).

Ya nadie sabe quien gobierna: si Velasco o Bachelet o bien cómo lo hacen entre los dos.

A mi parecer se trata de un caso de la más escandalosa delegación de poder político a un ministro por parte de una presidenta y que carece de la legitimidad del voto popular a vista y paciencia de todo el país sin que nadie se inmute mayormente.

¿De qué se trata este tipo de presidencia? Es el viejo modelo de la participación política de las mujeres denominado en la literatura feminista como: “madres en la política”. Es un engendro del autoritarismo patriarcal en el plano político que permite la irrupción de la mujer en el plano público, pero exclusivamente desde su papel tradicional que es la de ser madre.

El mito en torno a esta función resulta de la idea que el solo hecho de ser portadora de la reproducción humana la dota de una serie de cualidades ahistóricas y permanentes como son: el amor incondicional a los hijos, falta de ambición personal, entrega y compromiso con su familia y una suerte de bondad a toda prueba resultante de su capacidad de aguantar los desagrados de la conducción autoritaria del hogar por parte de los hombres sin chistar y tratando de arreglar por detrás lo que más pueda.

Dentro de este esquema la mujer no busca cambiar las condiciones de convivencia autoritaria, sino que va desarrollando habilidades para sobrevivir a la arbitrariedad patriarcal y con el pasar del tiempo se convence que esta es la mejor manera de vivir: someterse al estatus quo sin asumir responsabilidades y actuando desde el anonimato de su condición de madre buena y justa, pero tratando de aplacar los efectos de lo inevitable: el poder masculino absoluto. Esta experiencia la mujer la ha trasladado a la esfera pública y es por ello que rara vez da la cara frente a sus actos, porque en el fondo no se considera un sujeto político, sino que exclusivamente un sujeto sin ambiciones propias y sólo motivada por un afán universal: proteger a su descendencia de lo peor. De esta manera se configura un estilo de hacer política con una clara doble moral, falta de transparencia y reñido con los criterios de los estados modernos que son: la accountability de las funciones públicas y el control de la gestión según metas propuestas y resultados logrados.

Este tipo de participación femenina ha sido usado durante los regímenes nazi, fascistas, populistas, comunistas, neoliberales y ahora en los regímenes de transición. Muy pocas mujeres políticas han podido librarse de esta tradición. Incluso las propias feministas, sin darse cuenta, han desarrollado la tesis que la mujer por el sólo hecho de serlo en su calidad de madre, esposa, hermana y amiga “humanizaría” el mundo del poder. Michelle Bachelet es un ejemplo genuino de esta tendencia conservadora y patriarcal del ejercicio del poder. Es justamente debido a este esquema que sus convicciones socialistas han ido perdiendo relevancia durante su mandato hasta casi desaparecer.

Esta suerte de “presidencia amable” como un sujeto puro que sonríe a la gente y hace “lo que puede” como toda madre, la libra de responsabilidades y de la obligación de dar cuenta al país como un sujeto político igual que todos los demás. Velasco sale al frente a hacerle el trabajo sucio y ella puede seguir su rol de mujer buena acorralada por las críticas machistas.

¿Por qué estos mecanismos logran tener tanto èxito? Por qué los propios ciudadanos afectados por las decisiones impopulares de la Presidenta la siguen amando? Por qué incluso la propia derecha desea vestirse con los ropajes de su gobierno? Es muy sencillo: desde nuestra más temprana infancia aprendemos que la madre siempre quiere lo mejor para todos porque no tiene más ambiciones que el bienestar de sus hijos. Por ello es más fácil buscar el origen de las injusticias en los demás, porque nadie quiere aparecer atacando a su madre, ni la izquierda ni la derecha.

70% de los chilenos la consideran una santa a pesar que le niega la sal y el agua a los profesores, a los empleados públicos, no cumple su palabra a los sindicatos, se burla de los pinguinos, nombra a ministras ineptas en su gobierno (Urrutia, Hornhkohl, Poniaschick, Gimenez y muchas otras funcionarias de pésima calidad), no hace la reforma de la educación, deja que los trabajadores subcontratados de la mineria ganen una miseria y más encima, practica el más descarado nepotismo en la administración pública que jamás se haya visto en los años de la Concertación, pero ella se mantiene incolumne. Es Velasco el “malo”, el que no sabe interpretar los verdaderos sentimientos de la presidenta-madre. Pero, todos saben que ella también tiene sus hijos preferidos: son los militares. A ellos les entrega sin que se lo pidan aumentos de sueldos de más de 8% y les compra todas las armas que quieran, porque como lo dijo claramente los militares nunca le han pedido nada hasta que ella decidió recompensarlos por esa actitud. Los demás hijos son envidiosos y exigentes y eso ella no lo va a soportar porque es justa y los que critican es porque son resentidos.

Estoy convencida que el modelo de participación política patriarcal de las “madres en la política” alimenta un neoautoritarismo insoportable para los librepensadores e impide el desarrollo democrático de las instituciones públicas. Michelle es la madre de Chile y nadie puede tocarla. De allí la impunidad con que actúa y por eso el sometimiento de las masas a este siniestro juego de poder subterráneo y autovictimizado de una mujer que delega el poder para poder sonreir tranquila a la masas. Es una manera de disfrazar un estilo arbitrario y patriarcal del ejercicio del poder bajo el manto de la pureza y la infalibilidad del instinto maternal.

Dentro de esta lógica Frei nunca va a poder heredar ni siquiera un porcentaje de la adhesión que goza hoy en día la madre de Chile porque nunca ha parido un hijo y no es “puro”.

No cabe duda: en los hechos el Presidente de Chile es Velasco, y Bachelet la “madre de la nación” y entre los dos tratan de controlar a los hijos en rebeldía que cada día son más porque Chile es evidentemente una familia disfuncional.

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