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POR PEPE LEMPIRA
Desde Médenine, Túnez (Ilustración: Ajab)
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Acabo de ver el video del último debate presidencial. Y de todo el tráfago de verborrea y simulacro de discusión quiero destacar un detalle insignificante, que me pareció encantador aunque altamente inquietante. ¿Se fijó? Todos los candidatos son íntimos. Arrate, ex ministro de Frei, conoce desde pequeño a Marco Enríquez, cuya madre -Manuela Gumucio- es una gran amiga de Sebastián Piñera (o por lo menos eso dice él). Mientras que el padre de Piñera fue uno de los fundadores de la Democracia Cristiana, junto al famoso progenitor de Frei; quien a su vez agradece la lealtad de su ex-ministro Arrate.
O sea, todo huele a una majamama endogámica, que parecería más propia de la política local de Isla de Pascua.
Media novedad, piensa el amable lector. Si la elite chilena es un reducido grupo de familias cruzadas hasta el hartazgo. Pero cómo tanto. ¿Es normal que todos los candidatos a la presidencia de una nación se hayan frecuentado y visto entre sí desde la infancia? O por último ¿Es sano?
Yo le voy a decir lo que pasa: Aun no superamos la monarquía. O el espíritu monárquico, si prefiere. Los candidatos, salvo Arrate, son hidalgos; “hijos de algo”. Uno, de un afamado revolucionario nacido de la aristocracia penquista, y para mayor abundamiento fue luego adoptado por un ministro de Estado; otro de un connotado diplomático y amigo personal de presidentes; el tercero, hijo de un mandatario, sin ir más lejos.
En la historia del Chile independiente hay cinco -¡cinco!- jefes de estado que fueron engendrados por un gobernante anterior. Empezando por Bernado O’Higgins, hijo de un virrey. Le siguen Federico Errázuriz, Pedro Montt, Jorge Alessandri y el actual candidato Frei Ruiz-Tagle. Pero habrían más, si sumáramos a los hijos de jefes de otros poderes del Estado. Por lo pronto se me viene a la cabeza Patricio Aylwin, cuyo padre Miguel fue presidente de la Suprema. O los yernos de otros gobernantes, como fue el caso de Manuel Bulnes y Emilio Bello Codecido. Y hay muchos otros parentescos presidenciales, pero serían interminables de enumerar.
¿República? ¡Mis polainas! Esto es una especie de monarquía rotativa.