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Opinión

24 de Noviembre de 2009

Espionaje: ¿Y si alegamos locura temporal?

Juan Pablo Barros
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Por Juan Pablo Barros

Un espía confeso y resignado. Así describe la prensa peruana a Víctor Ariza, el suboficial de la Fuerza Aérea Peruana acusado de entregar información confidencial de defensa a agentes chilenos. Su abogado dice que el militar sabe que será procesado y condenado. Que lo único que quiere es un juicio breve y justo. Que ha sacado fuerzas de la reconciliación con su ex esposa, que lo visita en la cárcel. Sólo quiere colaborar y que todo esto pase lo más rápido posible.

Se podrán alegar muchas cosas en este caso: Que las autoridades peruanas afirman estar vigilando al espía desde el 2007 y que recién ahora revientan la denuncia en las narices de Chile, buscando el momento más conveniente y político (a días de que se convoquen las próximas elecciones generales). En resumen, que el astuto y sinvergüenza de Alan García estaría usando el antichilenismo para remontar su veinte por ciento de popularidad.

¿Pero a alguien le cabe duda de que hay militares chilenos espiando a Perú? ¿Comprando la escasa información que no se puede chequear en Internet o encargándole fotos satelitales a rusos, gringos o compañías privadas? Y es de imaginar que hay gente del Perú haciendo lo mismo en sentido inverso.
Incluso hace unos meses Ecuador afirmó haber desarticulado una red de espionaje peruano en Guayaquil. Antes, unos chambones agentes chilenos fueron sorprendidos cual ladrones al interior del consulado argentino en Punta Arenas. Y el 2001 se encontraron micrófonos en la embajada chilena en Lima.

El espionaje, por muy literario y sofisticado que pueda sonar, parece formar parte de las actividades que caen en la esfera de los militares latinoamericanos. En Chile, la Agencia Nacional de Inteligencia, además de mandar a vigilar a mapuches o anarquistas, es la encargada de acopiar información internacional, que de acuerdo a su organigrama le proveen los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas (que en su momento se unieron para formar la DINA). Estos últimos servicios parecen actuar directa y autónomamente en esta labor. Dicho así suena a nada. Pero hay que entender que en Chile existe -por ley- una coordinación entre distintos organismos fiscales, que tiene, entre otras muchas funciones, la misión de espiar a Perú.

Pero ante este caso, todos los medios nacionales insisten en desvirtuar desde el inicio la denuncia. Y en ninguna ocasión se publica o irradia la palabra “espionaje” sin el adjetivo “supuesto”. Y en nuestro fuero interno sabemos que el calificativo más adecuado sería “posible”. Pero nadie quiere darle la razón al gobierno peruano, que se da el gusto de tratarnos de republiqueta delincuencial. Así que, por el bien de la patria, a comulgar con ruedas de carreta.

Son muy pocas las ocasiones en que una sociedad debe cerrar filas. Y parece que ésta no es una de ellas. Entonces dejemos esa unanimidad para las erupciones volcánicas y los terremotos. Y, por el momento, alegrémonos de que cada quien pueda seguir sacando sus propias conclusiones.

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