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Opinión

26 de Diciembre de 2009

Después de Copenhague ¿será posible todavía salvar el mundo?

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Por

Claude Lacaille, p.m.é.Trois-Rivières, Qc, Canadâ
a 21 de Diciembre 2009.

Canadá ha recibido varios “premios fósiles” de parte de las ONG en Copenhague. El ministro del medio ambiente, Jim Prentice, no quiso seguir la ola Copenhague. Líder del grupo ecológico Equiterre, Steven Guilbeault comentó: “Sin embargo, si hay un país que necesita ser llevado por semejante ola, es Canadá. Canadá tiene uno de los peores balances en materia de lucha contra los cambios climáticos et una de las peores posturas en la negociación. Al aferrarse así a sus posturas es pura arrogancia. Desde años atrás, Canadá utiliza la excusa de los países emergentes que no se implican para no comprometerse. Hoy, África del Sur hizo conocer sus blancos, después de China, Brasil y la India. Todos estos países se comprometen. Mientras tanto Canadá queda sentado sin hacer nada. Es el único país que queda aferrado a sus posturas. Así llega a aislarse cada vez más.”

De ahí mi comentario navideño en estos tiempos oscuros para la humanidad.

Evangelio de Mateo, capítulos 1 y 2.

En Génesis, la Energía divina, el Verbo, se despliega sobre el caos primitivo, haciendo aparecer la luz y luego organizando el mundo día tras día sobre los dos pilares de la justicia y del derecho. Hablamos aquí con el lenguaje de la poesía al soñar con hacer de la tierra un paraíso, un remanso de harmonía. En su relato de Navidad, Mateo describe la emergencia de una nueva creación y empieza así su evangelio: libro del génesis de Jesús. Aparece la esperanza de un mundo nuevo.

Navidad ocurre en la noche.

La noche es el caos: “la tierra era pura confusión, unas tinieblas frente al abismo” (Gn1,2) Las profecías de los científicos advierten que nos queda muy poco tiempo para evitar una catástrofe ecológica irreversible, pero lejos de ser sabios, los dirigentes poderosos impiden que se concluyan las discusiones con acciones eficaces y enérgicas. Vacilan negándose a poner de lado sus intereses mezquinos inmediatos.

Tinieblas en Afganistán, en Irak, en Chechenia, en Colombia, en Haití, en Gaza y en la tierra ocupada y violada de Palestina, en el Kivu del Congo o en Sudán, donde transnacionales mineras, imperios económicos y grupos delincuentes violan a mujeres, matan a campesinos, queman pueblos: estamos en la noche de los gases de invernadero, de la contaminación de los océanos, de la hambruna generalizada, de la falta de agua potable et del desempleo endémico. Si, en verdad, ¡nuestra tierra es pura confusión! Hoy como ayer Herodes continúa matando a inocentes para salvar su corona. Eric Fromm, al momento de morir, preguntaba a un amigo: “¿Por qué será que la raza humana prefiere la necrofilia a la biofilia? “ ¿Por qué preferimos el amor a la muerte antes que el amor a la vida?

El caos del mundo descrito por Mateo tras una lista de cuarenta y dos generaciones, desde Abrahán hasta José, el esposo de María, es la historia humana llena de vida y de gracia tanto como de muertes y extravíos, de errores y exilios. Una historia patriarcal donde mujeres apegadas a la vida se han perpetuado con picardía e inteligencia, fieles al Dios de la vida. Tamar, la incestuosa, Rajab, la prostituta, Rut, la extranjera, Betsabé, la mujer de Urías, tomada por David quien luego asesinó a su marido y la última, Miriam de Nazaret, embarazada fuera del matrimonio: todas estas han permitido a la humanidad de continuar avanzando fuera de las normas dominantes. Gracias a esas mujeres, la llegada del Mesías fue posible.

¡Noche santa!

Santa es en verdad esa noche caótica, porque un nuevo mundo aparece con una pareja originaria, igual que en Génesis. Pero esta vez, el hombre y la mujer, en oposición a Adán y Eva, obedecen a Dios; Mateo subraya que José era un hombre justo, derecho. La nueva humanidad tendrá hambre y sed de justicia. Nuestro mundo cuenta con mucha gente como María y José, personas que suenan con otro mundo posible y dedican su vida a la compasión, a la justicia social, a la defensa de la vida y del planeta. Esa gente cree que se puede reconstruir un mundo nuevo después de un genocidio, una guerra destructora, una hambruna, una crisis económica.

Noche santa donde Dios habla en la intimidad de nuestros sueños, un Dios sumido en las profundidades de la psiquis, más íntimo a nosotros que nosotros mismos. Mientras duerme, José sueña que el niño será el liberador de su pueblo por la Energía divina. “Hace falta fundamentalmente considerar al hombre de otra manera que solamente “nacido de la tierra”… Somos los hijos de la luz y del viento, nacidos libres, atravesados por el soplo divino, seres iluminados por la consciencia sin límites, cercanos al misterio invisible del cielo, el ser más sublime en sustancia que pudo aparecer en la tierra” (Eugen Drewermann, De la naissance des dieux a la naissance du Christ, p.85)

El milagro de Navidad

Noche santa, donde aparece la estrella en un cielo nuevo, destinada a guiar los pasos de las y los que buscan une tierra nueva. Aquellos astrólogos ricos venidos de los confines del mundo emprenden una larga caminata siguiendo la estrella, inmovilizándose a veces por largos periodos cuando la luz desaparece, buscadores de Dios en procura de luz y sabiduría, testarudos de esperanza.

Y ¿dónde les lleva la estrella? A la casa de una madre y su pequeñuelo. Allí entran los grandes de este mundo, se arrodillan delante del pequeño nacido de la mujer, inclinándose delante de la vida nueva y abren sus tesoros: todo es para el pequeño. En la casa de Jesús, los grandes se rebajan y se ponen al servicio del más pequeño, despojándose de sus riquezas de oro, renunciando al incienso de su gloria y al perfume de su grandeza.

Los poderosos de nuestro mundo deberían dejarse inspirar por estos textos cuando se reúnen, dizque para decidir de la suerte del planeta. Acaso tendremos la suerte de observar a unos sabios inclinarse delante de los niños pobres y reconocer en aquellos los reyes del mundo que viene. ¿Acaso podemos salvar al mundo todavía? Claro que sí, yes we can! “El pueblo que andaba en la oscuridad vio una gran luz; una luz ha brillado para los que vivían en tinieblas” (Isaías, 9,2)

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