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Cultura

6 de Febrero de 2010

Chile sin jaguares

Por


POR TAL PINTO

En un libro de Marshall Berman hay una anécdota bella y pequeña acerca de una pareja de campesinos que se niega enérgicamente a dejar su modesta parcela pese que a su alrededor avanza el progreso y se asientan ciudades. Aferrados a un presente que para los demás es puro pasado, su obstinada resistencia es de lo que está hecha la tragedia: pueden conservar su tierra, pelear y triunfar por un momento, pero a la larga serán olvidados.
Jorge Teillier fue un nostálgico y un melancólico; toda su obra poética se presta como evidencia. Los títulos de los tres poemarios reeditados por Tajamar son en sí mismos referencias al pasado: un pueblo fantasma, regentas de otras estaciones, máquinas y frutas que recuerdan otra economía. Una estrofa de “Despedida” (uno de sus poemas más famosos, y que cierra “Para un pueblo fantasma”) es suficientemente aclaratoria: “Me despido de la memoria/ y me despido de la nostalgia/ -la sal y el agua/ de mis días sin objeto-”. O tal vez unos cuantos versos de “Los dominios perdidos”: “Pues lo que importa no es la luz que encendemos día/ a día/ sino la que alguna vez apagamos/ para guardar la memoria secreta de la luz”.
El terreno natal de Teillier es el sur, la comuna de Lautaro, esa la patria que anhela, pero lo hace de una manera específica. Como ocurre en casi toda fantasía nostálgica, no es tanto el regreso a Lautaro, como el retorno a una edad particular de Lautaro. En “Después de la fiesta” (“Cartas para otras primaveras”), Teillier ve juventud, vitalidad en sus recuerdos, y vejez en él. Aquí la nostalgia da paso a la melancolía. La recurrencia de plantas, flores, pájaros, etc., personificados le dan una consistencia mitológica al Lautaro que pervive en la memoria de Teillier. La añoranza afectiva de un locus específico lo emparenta a una serie de escritores, desde Rulfo a Pavese, hasta Giovanni Verga y Faulkner. La embriaguez facilita el recuerdo. Las borracheras inducen un estado de ánimo depresivo, perfecto para la melancolía. Como Dylan Thomas, en Teillier el alcohol es el pasaje de entrada a los laberintos de la memoria.
No sólo hay memorias del sur y la infancia, comparecen también los recuerdos de la bohemia de los 50 y 60, de Teófilo Cid y otros poetas y escritores, del Santiago que precede a la dictadura, de amores perdidos y reencontrados.
No es mucho lo que se puede añadir a la ya multicomentada obra de Teillier. No cabe sino celebrar este robusto volumen, en el que la tragedia del desarrollo es puesta frente a frente a la memoria, a lo que se ha quedado atrás, al Chile que se ha adaptado lentamente al flojo maullido moderno del jaguar.

PARA UN PUEBLO FANTASMA
CARTAS PARA REINAS DE OTRAS PRIMAVERAS
EL MOLINO Y LA HIGUERA
Jorge Teillier
Tajamar Editores, 2009, 216 páginas.

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