Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

8 de Febrero de 2010

Plop, exijo una explicacion?

The Clinic
The Clinic
Por

Plop, exijo una explicacion?
POR JORGE NAVARRETE P., ABOGADO

Estoy triste. No reconocerlo sería absurdo. Después de dos décadas en el gobierno, más de la mitad de mi propia existencia, resulta difícil encajar la derrota. Pese todas la críticas, que no son pocas, soy de aquellos que se siente orgulloso del legado concertacionista. Como un militante de esta coalición, me siento solidariamente responsable de los éxitos como también de los fracasos. No nací ayer y ésta, para bien y para mal, es también mi historia.
Durante los últimos años he tenido el privilegio de escribir columnas para varios medios de comunicación (algunos, ciertamente, más conspicuos y nobles que otros). Hoy, a la hora de los balances, no se me ocurre otra cosa que intentar resumir o sistematizar algunas de las ideas que ya he publicado, en lo que espero pueda ser un esbozo de respuesta a la interrogante que muchos se harán por estos días: ¿qué fue lo que pasó?
Quisiera partir por lo que ya es un lugar común y me refiero a la idea de que con esta elección estábamos culminando un ciclo o, dicho de otra manera, que estábamos ad portas de una crisis. Es interesante constatar que en varias disciplinas el vocablo “crisis” hace referencia a un mismo significado. Así por ejemplo, en la medicina se utiliza para designar el estado crítico de un paciente, después del cual se deviene la muerte o se comienza a sanar. En la literatura o en el cine ocurre algo parecido, en la medida que dicha palabra hace referencia al momento más álgido del relato, la que antecede a la resolución de la historia, de la que se sigue la suerte definitiva de los personajes. En la filosofía y la política acontece algo parecido. La definición más bella que he leído de crisis fue formulada por Antonio Gramsci, en Los Cuadernos de la Cárcel, al expresar que es el exacto momento en que lo que tiene que morir no ha muerto y lo que tiene que nacer no ha nacido aun.
La crisis, por tanto, hace referencia a un proceso de cambio, transición, al paso de un estado a otro, como un momento de grandes incertidumbres. En efecto, y siguiendo la idea del filósofo italiano, no sabemos muy bien cómo está terminando, ni menos todavía qué es lo que está empezando. Sin embargo, y jugando con el mismo concepto, creo que es posible aventurar cuáles han sido las cinco grandes crisis de la Concertación.
En primer lugar, debemos comenzar con la crisis de la promesa. Es falso afirmar que durante estas dos décadas nos hayamos simplemente limitado a prolongar un modelo económico y social heredado por la dictadura. Sin embargo, y con la misma fuerza, creo que en cada uno de nosotros ronda la idea de que ésta no es precisamente la sociedad igualitaria que soñamos a finales de la década de los ochenta. Desde esa perspectiva, una duda legítima se instaló en los ciudadanos: ¿Es la Concertación todavía una fuerza de transformación y de cambio o, a estas alturas, una coalición de administración y conservación?
De igual manera, creo que uno podría hacer referencia a una crisis fundacional. Más allá de los errores, que no fueron pocos, la Concertación construyó su legitimidad sobre dos grandes pilares: una mística que devenía de la lucha contra la dictadura y, a la par, la eficiencia en el diseño e implementación de sus políticas públicas. En algún sentido, habría que reconocer, los casos de corrupción estatal y la implementación deficiente de políticas públicas (el Transantiago como bandera de lo que estoy significando) terminaron por licuar nuestros dos grandes estandartes: la ética del testimonio y la ética de la eficiencia.
Tercero, y a mi modo de ver lo más importante, no hemos dimensionado el profundo legado social y cultural de la obra concertacionista. Para decirlo de otra forma, fuimos víctimas de nuestro propio éxito, pues no alcanzamos a leer los profundos cambios de una sociedad que nosotros mismos contribuimos a transformar. A ratos, parecemos extraños para una ciudadanía más libertaria, autónoma y exigente, la que reclamaba de la clase política respuestas que ésta no estaba en condiciones de proveer.
Quizás por lo mismo, y en cuarto lugar, fue evidente la crisis del relato. Ya para la elección municipal habían votado hombres y mujeres que nacieron bajo el gobierno de Aylwin. A ellos, y a mucho otros no tan jóvenes, les dejó de hacer sentido un mensaje que se vanagloriaba de las dos décadas que habían transcurrido y muy poco les decía sobre los 20 años que tenemos por delante. En la ética y en la estética, esta era una coalición hija de otro tiempo y, aunque sea duro reconocerlo, una Concertación que se siente muchos más orgullosa por lo que fue, de lo que es o podría ser en el futuro.
Por último, mella también hizo en nuestras filas la crisis de la política y el creciente descrédito ciudadano en que han caído los servidores públicos. Aunque se trata de una cuestión transversal, es evidente que dicho sentimiento afectó más a quienes siempre hemos procurado defender la dignidad de esta actividad y hemos relevado al Estado como el principal instrumento de transformación social.
Esas, como quizás otras, son las razones de nuestra derrota. Procesarlas, discutirlas y –lo más importante- enmendarlas, será la tarea de los próximos meses. Es urgente y prioritario reconstruir una amplia fuerza de centro izquierda, que conecte con los sueños y anhelos de este nuevo Chile. Pese a la pena, nos vamos en forma digna y con la frente en alto. El sueño de un país más libre, justo y solidario se mantiene intacto. Ahora con humildad, e imbuidos del mismo espíritu que nos movilizó en antaño, es el momento de reconstruir.

Notas relacionadas