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Opinión

3 de Marzo de 2010

Tiempos de oscuridad

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Por Marcial Huneeus

El terremoto nos ha sumido en la abyección, ha hecho salir lo peor de las personas. Fácil es ver los dos polos de una misma moneda: los saqueos, el abuso y el pillaje por un lado, en tanto que por el otro los resabios del fascismo, que sin el menor resquemor claman porque el ejército mate a los saqueadores, al tiempo que ellos se dirigen a los supermercados para acumular el agua y los víveres.

Entre medio hay un núcleo de personas que, con coraje y valor, resiste en la incertidumbre. Quisiera pensar que esas personas son un número significativo de nuestra sociedad. Pero a medida que pasan los días y siguen sin recibir la ayuda necesaria cabe preguntarse si en determinado momento cruzarán a alguno de los otros dos bandos.

Por otro lado, estamos una importante mayoría, que al haber sido menos afectados no nos vemos en la necesidad de hacer uso de ese oscuro oportunismo, ni tampoco llevábamos oculto ese deseo de matar a nuestros conciudadanos.

En las noticias, vi a una señora, víctima de los saqueos, que pedía a la policía que disparasen a matar. Eso hasta cierto punto se puede concebir. En el facebook de un conocido, que está en Tunquén, con luz, piscina y tranquilidad, aparecían las mismas palabras. Esto ya es más difícil de entender. Sin embargo, peor aún son las palabras de Marcelo Rivera, Alcalde de Hualpén en la Región del Bío Bío, quien en su calidad de autoridad pidió al gobierno: “¡por favor que pongan mano dura, si tienen que matar que maten, pero esto es ya caos!”.

La réplica más fuerte ha sido lo que en algunos medios se ha llamado el terremoto valórico. Un terremoto que ha quebrado una leve capa de estuco, cuyo nombre podría ser status cuo, coacción o simple (auto)represión.
¿Son culpables los saqueadores de no tener valores? ¿Podemos pedirles a personas que nunca han recibido los beneficios de la sociedad civil que se comporten civilizadamente? ¿Si viese venir hacia mi casa una horda de saqueadores acaso entonaría el mismo grito de muerte? El terremoto ha dejado ver lo poco que nos conocemos, ha mostrado lo deleznable que es nuestra civilidad.

Por supuesto, también hemos visto la solidaridad y el afecto que, en medio de la catástrofe, ha surgido entre vecinos que hasta el 27 de febrero con suerte se saludaban en las mañanas. Yo, a mis vecinos, solo los conozco de vista. Antes de ayer, cuando Jaime me comentó que partía a Concepción a ayudar a su familia, por primera vez, intercambiamos teléfonos.
Es de esperar que aprendamos algo de este segundo terremoto. La represión no es más que un parche que ha estado ocultando el deseo de salir a las calles y tener las cosas de los ricos, que hasta el cansancio les enrostran por las pantallas de televisión.

Del otro lado, la potestad de matar ha aparecido como un deseo justificado.
A todos se nos ha movido el piso. Todos tuvimos miedo el sábado pasado. Esperemos que este pequeño vínculo nos encamine hacia la empatía y el afecto, en vez de los odios que por décadas, incluso desde los tiempos de la Colonia, hemos arrastrado.

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#Chle#saqueos#terremoto

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