Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Nacional

28 de Abril de 2010

Acuérdense del terremoto

The Clinic
The Clinic
Por

Por Juan Pablo Opazo

Son pasadas las 6 de la tarde y comienza a oscurecer. Es momento de regresar a mi hogar y tratar de retomar mi tesis. Me encuentro en Dichato bajando desde el campamento Nuevo Amanecer para poder llegar a la calle principal y tomar un bus de acercamiento. Hecho un vistazo y vuelvo a sorprenderme ante la destrucción de una ciudad por la fuerza incontrolable de la naturaleza.
El 8 de marzo fue la primera vez que lo vi y aún no deja de estremecerme. Llevo varias semanas yendo y viniendo, trabajando desinteresadamente como voluntario así como muchos jóvenes lo estamos haciendo para tratar de levantar nuestro país.
Con el resto de los voluntarios, nos enteramos que ya se fue el último bus de vuelta a Tome y los colectivos ya no pasan por lo que caminamos para hacer dedo. No nos llevan hasta ponernos el buzo verde que identifica nuestra profesión y después de dos camionetas logramos llegar a Tome. Seguimos caminando hasta llegar al centro y poder tomar un bus a Concepción donde quedamos colgando de la pisadera para poder irnos de vuelta a nuestros hogares.
No nos aceptan pagar con pase escolar por una supuesta orden del jefe del auxiliar de Eme – Bus que nos indica que no sirve la tarifa rebajada a estas horas. Acaso la solidaridad que tanto promulgamos como chilenos se acaba cuando hay que ponerla en práctica?. Le respondemos al auxiliar que a fin de cuentas no estamos pidiendo que nos felicite por nuestra labor, construya una estatua o llame a los medios, tan sólo exigimos que haga valer los acuerdos que indican que la tarjeta nacional estudiantil sirve las 24 horas del día durante todo el año. Tan sólo pido que si quiere que personas como yo sigamos ayudando a los necesitados nos tienda una mano y no nos estafe, pero al parecer a estas alturas es mucho pedir no tan solo para el, sino para miles de chilenos que borraron de su cabeza la real magnitud de lo ocurrido y que cuando se apagaron las luces de aquella teletón que supuestamente demostró la unidad y la solidaridad que tanto nos gusta aparentan al resto del mundo apagaron tambien sus cerebros.
Llego a la casa cerca de las 10 de la noche. Mientras caliento mi almuerzo que a esta hora sería cena, prendo la tele y lo único que veo es una competencia por quien tiene el mayor escote o realiza una simulación de sexo en vivo en un programa de baile, veo como un par de niñas ABC1 escalan edificios y son arrestados por una estupidez, veo jóvenes bailando y compitiendo por el espíritu de un programa que no me queda claro, tal ves sea quien tiene el mejor físico o el peinado más estúpido y ambiguo. Y es ahí donde me doy cuenta que el cobrador no tiene la culpa, me doy cuenta que como el, miles de chilenos retomaron sus vidas y toman lo que sucedió como una mala anécdota del pasado y como los medios y autoridades tratan de hacer parecer, creen que todo volvió a la normalidad.
Apago el televisor y decido ir por un café. Estoy en mi casa, que no sufrió daños. El frío es tan grande que aún no puedo siquiera sacarme la chaqueta ni los chalecos que tengo para poder aguantar las bajas temperaturas. Se me vienen a la cabeza las personas con quienes estuve hace un par de horas atrás. Se me ocurre como debe ser pasar estos fríos en una carpa cubierta con nylon sobre la tierra. Se me vienen todos esos niños, recién nacidos, abuelos y enfermos que tendrán que pasar una nueva noche con temperaturas que bordean los 0 grados. Comienzo a recordar los temporales del año pasado y la imagen se me hace cada vez más negra ante su inminente llegada. Las caras de los afectados llegan a mi cabeza y me sobrecogen nuevamente. Pienso que deben estar haciendo en estos momentos para aguantar y vuelvo a estremecerme.
Prendo la televisión y siguen los escotes, vienen las noticias y están todos preocupados ante la inminente llegada del mundial y la gente corre por comprar plasmas para poder disfrutarlo mejor. La vida sigue su curso pero no hay cientos, sino miles de chilenos que por casi dos meses han tenido que vivir en la precariedad y aún quedan muchos meses más para poder volver a vivir con un poco de dignidad. Al parecer a estas alturas son cada vez menos las personas que les interesa esta tragedia que afecto a sólo un par de regiones lo suficientemente lejos de la capital como para mostrar mayor preocupación y cobertura periodística.
Mañana se viene otro día y debo amanecer trabajando en mis estudios para poder volver a la rutina de la semana. Cuesta concentrarse pero ya planeo lo que puede hacerse el próximo fin de semana. Trato de cerrar los ojos y agradezco poder tener un techo y una casa. Cuesta dormir pensando que hay tantas personas tratando de sobrevivir, pero más me cuesta hacerlo sabiendo que hay muchas más personas pudiendo hacer más pero deciden voltear su cabeza y hacer como que nada ha ocurrido. El sufrimiento no acabo, el sufrimiento comenzó el 27 de febrero y aún quedan meses o años para poder terminar.

Notas relacionadas