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Poder

2 de Junio de 2010

Trabajadores del MINEDUC llaman a Lavín “el Niño Dios”: Todo el mundo sabe de él pero nadie lo ha visto

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POR CLAUDIO PIZARRO
Despidos arbitrarios, presencia de delatores y listas negras son algunos de las cosas que, aseguran trabajadores del Mineduc, se han implementado en la administración de Joaquín Lavín. Hasta ahora han despedido a 150 personas y se espera que el total llegue a 1500. Un tercio de la administración general del ministerio.


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Apenas asumió su cargo el nuevo subsecretario de Educación, Fernando Rojas Ochagavía, llamó a su secretaria a su oficina y la despidió. La funcionaria trabajaba hacía trece años en la repartición, en las noches estudiaba Ingeniería, y era hija de un antiguo auxiliar del recinto. Pero Rojas Ochagavía, ingeniero comercial de la Universidad Católica, no tenía idea de la trayectoria de la mujer. Tampoco sabía acerca del procedimiento para despedir a un trabajador en el servicio público. Para hacerlo debía seguir un estricto protocolo que finaliza con la autorización respectiva de Contraloría. No era asunto de llegar y chasquear los dedos. La funcionaria, en rigor, fue una de las primeras notificadas de un total de 150 auxiliares, administrativos y técnicos.

Cuando la secretaria se enteró de la noticia acudió donde los dirigentes de la Asociación Nacional de Funcionarios del Ministerio de Educación, Andime, y les contó lo que había pasado. Los directivos acudieron de inmediato a tantear terreno con su nuevo jefe:

-Le dijimos que no tenía idea cuál era el impacto de una persona al perder su pega, que era toda una familia la que sufre y su respuesta fue que buscara otro trabajo -cuenta Nelson Viveros, dirigente de Andime.

Tras la insistencia del sindicato la secretaria fue reincorporada pero en otro puesto. El problema, afirman en el ministerio, es que han echado a personas sin siquiera hacer la evaluación correspondiente y muchos de ellos tampoco caen en el saco de los vilipendiados “operadores políticos”. Alegan que hay un sistema interno que permite evaluar el desempeño de los trabajadores pero que las nuevas autoridades no lo han pescado. El amedrentamiento, dicen, se ha hecho una práctica habitual y con él ha aparecido una figura que, a estas alturas, parecía en extinción: el sapo.

-Hay un gallo que se llama Carlos Marín, que supuestamente es asesor de la administración general, un señor de un metro noventa, voluminoso, que anda por las unidades paseándose y preguntando lo que hace la gente. Es un tontón abusivo, amedrentador, que tiene a la gente asustada -agrega Viveros.

Pero no todo viene de afuera. Los dirigentes aseguran que algunos designados del gobierno anterior están elaborando “listas negras”. “Como hay que echar gente, preguntan quiénes son los prescindibles por unidad y algunos aceptan el ofrecimiento para salvar su pega”, agrega. Aunque también hay quienes han rechazado la idea, dicen. Dos jefes del área metropolitana habrían renunciado tras negarse a elaborar listas negras.

Todo este ambiente enrarecido ha hecho que en el edificio de Alameda cunda el miedo. Nadie sabe quién será el próximo en agarrar sus pilchas y marcharse a su casa sin más respaldo que su última liquidación de sueldo. Están conscientes que se viene una guillotina muy filuda y que la cabeza de cualquiera puede rodar por los pasillos.

La señora Verónica Abud, nueva jefa de la División de Educación General, se lo ha dicho a los dirigentes con todas sus letras:

-Nos anunció que en el ministerio sobraban 1.500 personas y eso que en todo Chile somos 5 mil funcionarios- cuenta Mario Ulloa, tesorero de Andime.

NIÑO DIOS

Sin embargo la pica más grande que tienen los trabajadores es que Sebastián Piñera, cuando era candidato a la presidencia, entregó una carta abierta a los funcionarios públicos donde juró, en memoria de su padre, “un funcionario público de toda la vida”, según dijo, que “en nuestro futuro gobierno todos los trabajadores, ya sean de planta, a contrata u honorarios, serán respetados en sus derechos y promovidos en función de sus méritos”. Palabras que incluso ratificó en una extraña visita que realizó a la sede de la Anef, a mediados de abril. Es precisamente esta contradicción entre las palabras del presidente y el accionar del ministro Joaquín Lavín lo que ha generado mayor inquietud entre los funcionarios del Mineduc. No son pocos los que ven en esta actitud una pasada de máquina de los ministerios UDI a La Moneda, tal como sucedió en Mideplan bajo la égida de Felipe Kast. Para la UDI, al parecer, cada repartición conquistada es un potencial feudo.

-Este fundo es mío, piensa Lavín, pero lo está haciendo con mucha torpeza porque se mueve como un elefante en la cristalería. Trata a la gente con desdén, humillación… Hace unos días echó a 40 personas, con cinco minutos de diferencia, lo que en la práctica creó una fila de gente yendo al matadero- recuerda Mario Ulloa.

El despido masivo al que se refiere el dirigente fue anunciado un día después de que un grupo de funcionarios acudiera a la Cámara a exigir el rechazo a la implementación de la Ley General de Educación que amenazaba con dividir el Ministerio de Educación en tres grandes estamentos.

-Fue una represalia -dice Ulloa.

Los trabajadores no se amedrentaron y protestaron el mismo día de la marcha universitaria afuera del establecimiento. Luego recorrieron todos los pisos hasta llegar al gabinete del ministro. Estaba cerrado con llave.

-Tenían secuestrados a compañeros que trabajan ahí, todos compungidos, nunca había ocurrido algo así. No sé en realidad qué piensan, que los vamos asaltar, golpear. Esta gente no sabe lo que es un movimiento social. Un sindicato. No tiene idea lo que es una negociación -dice Nelson Viveros.

De política pública poco y nada se han enterado los trabajadores. Salvo que el Ministerio está preparando la concesión de las escuelas afectadas por el terremoto. “Un paso más en la privatización de la educación pública”, alega Ulloa.

-Resulta que van a concesionar la construcción de un paquete de escuelas y para que sea atractivo van a hacer lo mismo con los servicios internos, la mantención y los profesores… está el chancho en la batea- agrega Viveros.

Pero más allá de estas decisiones la sensación que deja la presencia de Lavín en el ministerio es de una invisibilidad pasmosa. Muy poca gente se ha topado directamente con él. “Se ve poco”, dicen. De hecho ya le pusieron un sobrenombre. Le llaman “niño Dios”.

-Todo el mundo sabe de él pero nadie lo ha visto- concluye Nelson Viveros.
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Esta crónica fue publicada en el número 344 de The Clinic.

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