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Nacional

19 de Julio de 2010

La universidad de los clones

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Por Patricio Meller (*)
El 70% de los alumnos universitarios en Chile estudia en planteles privados. ¿Debiera importar el hecho que muchas de estas universidades tengan dueños con una determinada tendencia religiosa y/o ideológica?

Además de conocimiento, las universidades transmiten valores, por lo que si los dueños de alguno de estos centros de estudio sólo contratan a profesores que piensan como ellos y con su mismo tipo de valores, nos enfrentamos a una verdadera Universidad de los clones. Sus profesionales egresados entonces son perfectos clones, con los mismos valores e ideología que los de los dueños.

La uniforme composición de los alumnos refuerza este concepto, porque parte del aprendizaje universitario se genera en la interacción con los compañeros, lo que exige diversidad. Pero si las universidades reproducen la composición de los colegios, entonces los alumnos se juntan con sus similares y la burbuja universitaria reemplaza a la burbuja colegial.

Así cabe preguntarse ¿cuál es la diferencia entre una universidad y una consultora que contrata profesionales? Más aún, ¿pueden los profesores universitarios plantear ideas distintas a las de los dueños?

El rol de la universidad es educar a los jóvenes para que tengan pensamiento propio, para lo que -entre otras cosas- se requiere de una sala de clases donde se produzca una suerte de “mercado de las ideas”, donde los futuros profesionales sean expuestos a un intercambio amplio, fundamentado y diverso de pensamientos u opiniones. Esto permite que cada joven descubra su propia verdad de entre un set de planteamientos diferentes y no a través de una sola postura dogmática.

De ahí que la responsabilidad de un académico, tanto de universidades privadas como estatales, sea con la sociedad (y con sus pares). No con los dueños de la universidad. Así de tajante.

Por consiguiente, los propietarios de una universidad (privada o estatal) tienen el derecho a cerrarla, pero no pueden despedir a un buen académico por discrepancias ideológicas. En una consultora, por antonomasia, no hay restricciones al respecto.

Para preservar su función esencial una universidad tiene que evitar que su dueño (empresario privado, administración estatal, o grupo religioso) le restrinja o le imponga a los profesores lo que pueden y lo que no pueden enseñar. Más allá de lo ya expuesto, esto es lo que haría una institución de adoctrinamiento dedicada al proselitismo.

Por eso son imperativos la libertad académica y el pluralismo (tanto en profesores como en alumnos). Pero hay un pluralismo mal entendido: cuando existe un amplio espectro de universidades controladas por grupos con ideologías o valores diferentes y cada joven puede escoger donde estudiar, según sus preferencias, entonces ¿por qué preocuparse de lo que hacen los dueños?

Es que esta es una situación ideal para la generación de clones de diferentes colores, pero que siguen siendo sólo clones. Cada joven universitario TIENE que estar expuesto a conocer posiciones diferentes y discrepantes.

El punto es que este problema se ha tornado cada vez más agudo. Los “responsables de la clonación” no sólo son los dueños (o los rectores estatales), sino que también los mismos profesores universitarios. Las Facultades tienen el sesgo de contratar a profesores que hacen lo mismo que los que ya están adentro. Ó sea traen a nuevos clones. Además, todo esto coexiste con los fundamentalismos académicos (¿se acuerdan de los Chicago boys?).

En síntesis, ¿por qué es problemático para un país que haya Universidades que sólo generan clones? Primero, porque la estabilidad política puede verse afectada ante pugnas entre clones fundamentalistas de distinto signo. Y segundo, tan importante como el punto anterior, porque el crecimiento económico requiere agentes con capacidad innovadora habilidosos, para imaginar cosas nuevas. Los clones, en tanto, sólo están capacitados para repetir como papagayos lo que aprendieron.

Si convenimos que este siglo XXI es el de las ideas, entonces las universidades no debieran estar dedicadas a la clonación, sino que decididamente a la innovación.
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Académico Magister Globalización
Universidad de Chile

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