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Opinión

9 de Noviembre de 2010

Comentario de radio: Genealogía de tres BoBos

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Por JOSÉ ANTONIO RIVERA

La venganza del pudú. Horizonte 103.3 FM. Lunes a viernes 18:00 a 19:30 horas. Conducen Iván Guerrero, Juan Carlos Fau y Werne Núñez

Cuando escucho La venganza del pudú no puedo evitar recordar lo que David Brooks denominó –con bastante gracia– como los “BoBos”, un neologismo creado a partir de dos abreviaturas: bourgeois (burgueses) y bohemians (bohemios). El nombre daba cuenta de dos universos opuestos que hoy han terminado por unirse: el mundo burgués del capitalismo y la contracultura bohemia. Dicho de otro modo: los BoBos son la síntesis de los hippies de los setenta y los yuppies de los ochenta, tipos que alegan en favor del capitalismo contracultural, el enriquecimiento personal en un contexto de respeto al medioambiente, la pasión por el trabajo y el consumo inteligente. Un BoBo es la mejor expresión de la paradójica sociedad posmoderna en que vivimos, que exalta de modo absoluto el presente, la tolerancia y un curioso individualismo en comunidad; que rechaza el racismo, el antisemitismo, la homofobia, el materialismo ostentoso, y con análoga energía defiende causas progresistas, la conciliación vida laboral/vida familiar, la justicia social, el ocio y el placer experimentados de manera utilitaria, ya sin ambiciones de trascendencia.
En fin, como diría María del Pilar Lozano, en una palabra los BoBos son el nuevo establishment, el sujeto políticamente correcto. Y como todo establishment ejercen un indudable dominio en la sociedad, claro que ahora a través de la cultura y no de la política, un asunto que los tiene sin cuidado.
La proximidad de los tres conductores de La venganza… con los BoBos llega a la ironía: Juan Carlos Fau es dueño de una “mini-cadena” de librerías, el único tipo de consumismo que es bien evaluado socialmente.
Y los otros dos no lo hacen nada mal. Iván Guerrero conduce un programa en prime time en las pantallas del ultraconservador Mega, donde despliega a sus anchas su tierna incorrección de adolescente; Werne Núñez, por su parte, debe ser uno de los más conspicuos exponentes de lo que se ha dado en llamar “periodismo inteligente”.
Así, el trío encarna las creencias de una mayoría que en Chile es francamente abrumadora: ese progre tibio, que jamás arriesga nada, que se olvidó de la revolución e incluso del simple reformismo, que vive y piensa como el resto pero se siente superior a nivel moral porque tolera el casamiento entre parejas del mismo sexo y no lo aterra la inmigración peruana.
Pero volvamos luego sobre esto. Ahora hagamos una brevísima genealogía del programa. En un principio, hace un par de años, el mismo espacio se llamaba Todos contra el muro, e Iván Guerrero compartía locutorio con otra maestra de lo políticamente correcto: Carolina Pulido (habrá una mina que se crea más regia e inteligente en nuestro país… difícil). Algún bien intencionado podrá decir que no es igual, que radio Horizonte se dio la molestia de cambiar el nombre y a un par de conductores. Falso. El espíritu, el ánimo que moviliza el programa es exactamente el mismo. El punto de vista que entrega, la mirada de lo cultural, lo político y lo social, es idéntica. Es decir, un espacio livianito hecho por y para BoBos… Recuerdo que en messenger o facebook lo acortaban a las puras iniciales: TCM. Tras escucharlos, me volvía repentinamente disléxico y cambiaba de orden las letras: CTM.
Después vino algo que podríamos sindicar como “La venganza del pudú versión beta”; esto es, el mismo programa pero ahora con Juan Carlos Fau, el amigo librero, en vez de Pulido. Si me preguntan, esta versión era bastante más digerible que la anterior, con menos moralina y más tallas, sin tanta reivindicación obvia y con algo más de distancia de los temas.
Por último, está “La venganza del pudú 2.0”, que incluye a Werne Núñez y acaba por dar una forma que, da la impresión, podría ser la definitiva. Lo extraño es que el gran aporte, el único con una voz propia y valiosa, alguien que conoce los límites y los trasgrede a voluntad, es el último invitado, Werne Núñez.
Cada episodio de La venganza… viene a confirma que Guerrero y Fau son unos BoBos que reflejan la conciencia prístina del progresismo inofensivo que campea en Chile. Ambos se mueven en zonas seguras, confortables, en el sentido común de la centro izquierda –hegemónico desde la academia a los medios masivos de comunicación–, diciendo chistes que parecen incendiarios pero que en realidad no ofenden a nada ni a nadie. Iván Guerrero sólo sabe decir que esto o aquello es “dantesco”; creo que sus únicos méritos son soportar una vez a la semana a Nicolás Larraín y mantener el look de escolar desordenado. Fau, por su parte, es un sujeto sin demasiadas pretensiones, espontáneo y moderadamente inteligente (no es un erudito en ninguna materia, y si lo es –por ejemplo en literatura, ya que tiene una librería– sabe ocultarlo a la perfección). Su rol es avivarle la cueca al chascón y lanzar sus aportes dosificadamente, lo justo para no quitarle brillo a Guerrero ni ser sacado del programa.
Pero Werne no. Werne es otra cosa. Werne le dice al ministro Kast que es grato conversar con gente con el mismo color de piel, bien rosadito. Werne incomoda al director de cine Pablo Larraían (un BoBo para enciclopedia) preguntándole si todo es mejor con drogas. Werne no pide disculpas a la audiencia cuando alguien, tras el incidente de Piñera en Alemania, responde un llamado telefónico diciendo que no le importa lo que haga ese hijo de puta. Werne cuenta su paso por la Capitán Yaver sólo para jugar en los extremos, tambaleándose entre lo ridículo y lo genial. Allí donde los otros se detienen, Werne da un paso y mira hacia atrás por sobre el hombro. Y lo mejor: Werne hace que los otros dos se expongan un poco más, que jugueteen en el borde del decoro y las buenas costumbres, que hablen con desparpajo del chistoso concepto del “rolón” o acerca de sus propios consumos de estupefacientes, y entonces el programa se hace infinitamente divertido, los tres conductores cagados de la risa y uno en la casa igual, en una complicidad impagable…
Esto, lamentablemente, no ocurre todos los días. Como buenos BoBos no siempre entienden que la crítica tiene valía sólo cuando ofende, cuando hiere, cuando incomoda; y tampoco que todavía existe un enemigo –tan rosadito como el ministro Kast– del que el pudú debe vengarse a toda costa.

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