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Opinión

12 de Diciembre de 2010

Imaginarios culturales de primavera

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
Por


DE FERIAS Y FERIANTES
¿Pa’qué tanta feria, digo yo? Emergen como callampas en esta época. ¿Hay algún estudio serio que haga una evaluación de lo que produce una feria libresca fuera del espacio de oferta levemente callejero en que se encuentran editoriales, autores y público? ¿Cuál es su intervención en el crecimiento? Claro que una cosa es la feria de Santiago y otra son las que se hacen en provincia, en las que suelen estar involucradas las tristes municipalidades u otras instituciones. En Santiago, el concepto que la anima es la visibilidad de rostros editoriales al que se le adosa el espectáculo culturoso, es decir, el mercado manda. Yo fui por una invitación de la SECH Santiago a nuestra filial, de lo contrario no hubiera ido, pero me impresionó toda la gente que va del gremio. Vi, estimo, al 80% de los escritores chilenos. Vi, por ejemplo (en verdad sapié) a Contreras y a Fontaine, reunidos con Camilo Marks en el café; estuve, también, con el compañero José Miguel Varas y planeamos algo para hacer en el litoral, también me topé con Jorge Guzmán, el más reputado de nuestros socios de la filial que lanzaba la novela Cuando Florece La Higuera. En fin, la lista es larga y sin importancia. El tema es que a mí no me invitan a ninguna parte y menos a las ferias del libro (miento, unos alumnos de la Upla me invitaron a un conversatorio).

El otro día me encontré con Pedro Gandolfo en el barrio Lastarria, mientras esperaba a una amiga poeta y editora, y me contó que debía ir a inaugurar la Feria del Libro de Talca, la de la fatídica corriente maulina de la literatura nacional, esos que nunca han sido capaces de invitarme para discutir temas de hegemonía territorial o definir quién es quién en las letras regionales. Desde aquí reto a los maulinos a una justa literaria, no creo que se atrevan con los de la cuenca del Maipo. Claro, ellos se benefician del latifundio y de la academia religiosa, nosotros tenemos como base el sector marítimo portuario, que tiene una tradición de lucha muy potente, es decir, más capital simbólico que material. Aunque debo reconocer que tampoco me invitaron a la feria del libro (mal) usado que organiza en San Antonio una fracción menor de líricos impostores, ligados a la Concertación, y que la utilizan como procedimiento táctico de hegemonía política. También me cagaron en Quillota porque el protagonismo cultural lo tienen las élites pueblerinas, esas que se agrupan en colectivos de “servicio social” que no es más que una estrategia de poder de las élites provincianas (como los Rotarios y los Leones), lo que nos indica también la poca fuerza institucional de los poetas del Aconcagua, como para hacer algo más autónomo. Espero que los poetas del norte, del Limarí, del Huasco o del Elqui o del Loa, me inviten a alguna feria de las que hacen, al igual que los del sur, los compañeros magallánicos. Es decir, hay que apelar a los territorios para combatir los centralismos cerdofacistas de Santiago y sus satélites, Valparaíso y el Maule, sobre todo. Tampoco se trata de seguir haciendo ferias, como si fuera el único modelo mercantil posible. Me queda Viña del Mar, aunque de verdad no me agrada mucho, porque es como un pariente pobre de todos los festivales que allá se hacen, desde el de la canción, pasando por el de cine y otras menudencias culturosas. Lo que me llama poderosamente la atención es que Valparaíso, su masa poetizante, no parece ser capaz de desarrollar un proyecto ferial, se imaginan esa Gomorra (parece que quise decir Camorra); me encantaría ver esa perversión. La abyección radical lo impide, yo creo que esa barbarie poetizante porteñera funciona sólo en registro conspirativo, ese es su código, y carecen de ciertos tópicos de la modernidad que podrían avalar una gestión política más acorde con los nuevos tiempos. Valparaíso se salva porque es una ciudad universitaria capaz de nutrirse de otras voces, por eso vemos comparecencias muy interesantes en el ámbito de la producción editorial e independiente, en varios niveles de la producción cultural.

LLAMADO A LOS COLEGAS

Nosotros tenimos que hacer una gran feria itinerante, ambulatoria o ambulante, que recorra como un circo gitano todo el largor territorial y haga patria en su desplazamiento. Porque todas las otras ferias miman a la mapochina. Itinerando, en cambio, podemos desoficializar la cuestión literalitosa y promover, por ejemplo, los nuevos imaginarios culturales de la izquierda, cuya estrategia debiera resolver los problemas de nuestro proyecto político; en cada lugar promoveremos aquello que es más sentido por la comunidad. Punta de Choros está en todo Chile. Digo, por decir algo. Me imagino que debiera ser algo como Descentralización Poética o La Furia del Libro, pero con más productos políticos, para que definitivamente la cosa se mueva en este país, porque los únicos que estamos haciendo algo por el diseño de una propuesta coherente somos los de la cultura, así de arrogantes. Hago un llamado a los colegas de allá y de acá, a los Barrientos de Magallanes, a los González de Valdivia, a los Volantines del norte, a los Cuevas de Puente Alto, etc, para recorrer el territorio de múltiples modos, a la manera de De Rokha en su Epopeya o al modo de las Brigadas Venceremos a principios de los setenta, o al modo de la gran caminata maoísta. Combinando, eso sí, intervenciones territoriales, actos de resistencia y producción de obras emancipadoras o liberadoras. Se trata, simbólica o materialmente, de liberar zonas y recuperarlas para el pueblo. Es lo que la cultura puede hacer para salvar la política.

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