Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

21 de Mayo de 2011

La opinión contraria

Foto: Cristobal Olivares Bla bla bla. Estoy de acuerdo. Me opongo. Yo creo que…Yo opino que… Bla bla bla. Una sociedad moderna y democrática se nutre del disenso, del intercambio de opiniones, de los acuerdos y las alianzas. De los desacuerdos y el debate. Una sociedad abierta se enriquece en la pluralidad, en la multiplicidad […]

The Clinic Online
The Clinic Online
Por

Foto: Cristobal Olivares

Bla bla bla. Estoy de acuerdo. Me opongo. Yo creo que…Yo opino que… Bla bla bla.

Una sociedad moderna y democrática se nutre del disenso, del intercambio de opiniones, de los acuerdos y las alianzas. De los desacuerdos y el debate.

Una sociedad abierta se enriquece en la pluralidad, en la multiplicidad de colores, espíritus e intenciones.

Y los espacios para manifestar aquello son muchos y variados. El parlamento en la formación de las leyes y en la representación electoral. Los medios de comunicación en la información y el debate público. Las calles en la expresión más pública de la razón colectiva.

El derecho a petición, el derecho a opinar libremente, a manifestar disparidad con pareceres oficiales es un derecho de todos y hoy son algunas opiniones y mañana serán otras las que busquen expresarse. Todas deben tener un espacio.

Las manifestaciones de los últimos días- por HidroAysén, por la educación-, las que vendrán y las que han existido, son una oportunidad de entender mayorías y minorías; para escuchar a quien piensa distinto; mirar a quien quiere decirnos algo y de darles cabida. Sin temor. Sin recelos. Sin distancia.

Sin embargo, en la prevención de estas manifestaciones anunciadas y anticipadas, y en el control represivo de ellas cuando se han llevado a cabo, han existido excesos que resultan contradictorios y contraproducentes con una aspiración integradora. Entregar señales permanentes de que cualquiera que quiera manifestar su opinión disidente será considerado y tratado como terrorista, extremista o delincuente es un impulso que no responde a un afán de orden y tranquilidad. Es una expresión de intolerancia al diálogo y de incapacidad de aceptación de la diversidad que no tiene o no debe tener espacio en democracia.

¿Cómo vamos a golpear, perseguir, apresar a alguien sólo porque piensa distinto a mí? ¿Por qué temer tanto a quien quiere decirnos algo masiva y públicamente? ¿Por qué no agradecer la oportunidad de ser requerido por la sociedad en el espacio más ciudadano que pueden encontrar? Y ¿por qué condicionar estas expresiones a una exigencia de orden que amedrenta? Es justo preguntarse entonces, ¿cómo se entiende ese orden? ¿Una convocatoria pública silenciosa? ¿Muda? ¿Invisible?

En las últimas manifestaciones se produjeron detenciones que fueron declaradas ilegales por los tribunales. Los motivos de la declaración de ilegalidad de la detención de los manifestantes no deben observarse como formalismos legales. Los excesos, en los tiempos en que se produjeron, en las formas en que se dieron y en las personas en las que se concentraron, debieran movernos a reflexión.

Las detenciones fueron declaradas ilegales, entre otros motivos, porque no se determinaron individualmente quiénes participaban y su papel en los supuestos desórdenes, porque se produjeron en horas en que existía autorización y no existían desbordes.

Las provocaciones de quienes tienen a su cargo el resguardo de la seguridad pública, justificadas en la búsqueda de orden, son incompatibles con el derecho ciudadano a opinar. Y por ello, las señales que entreguemos a las policías en términos de tolerancia a la represión de estas manifestaciones ciudadanas de disenso, son inaguantables y debemos hacer hincapié en evitar que las tareas de tranquilidad y custodia se presten a excesos y abusos.

Debemos reprimir justamente las manifestaciones de incomprensión de los derechos ciudadanos e impedir las señales que alienten un afán generalizado de intimidar previamente a quienes puedan tener siquiera la intención de participar en una manifestación y de reprimir a quienes osen finalmente hacerlo.

Vargas Llosa nos advierte “las democracias van dejando de ser demócratas con el argumento de que la única manera de defender la libertad es conculcándola y dando pasos que las acercan cada día más a los regímenes autoritarios”. Debiéramos escucharlo.

Notas relacionadas