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Opinión

23 de Julio de 2011

“Ha sorprendido gratamente el pendejerío”

Delatora de falsas moralidades, del “cerderío” poderoso, la posición del Mellado narrador es la del desprecio, siendo en ocasiones a sí mismo a quien más desprecia; por ello tal vez al mismo tiempo es un gran humorista que desata carcajadas al poner en entredicho las maneras de ser, de hacer y de decir del chileno medio, las que son para él intragables por lo impostadas, por lo charchas. Sin embargo, leerlo puede producir el efecto de un encantamiento: a veces, aun a su pesar, vuelve entrañable todo aquello que desprecia. Algo así llega a pasar con el mundo y los personajes de “La hediondez”, su nueva novela, corrosiva e hilarante, a propósito de la cual conversamos con el también columnista de este pasquín y profesor de castellano acerca de educación, literatura y sexualidad.

Vicente Undurraga
Vicente Undurraga
Por


Foto: Alejandro Olivares

¿Por qué decidiste ser profesor?
-Para sobrevivir. Para enfrentar el mercado.

¿Cuál es tu apreciación del movimiento estudiantil?
-Justo hoy leí algo de Roberto Merino donde dice que la educación es un tema fomísimo, pero que está en primera plana.
¿Cómo algo tan fome está en primera plana?

Tal vez por la importancia que tiene.
-Claro, por eso, pero puta la hueá aburrida. Igual, es bueno lo que está pasando, hace rato que no estábamos tan de acuerdo una buena cantidad de chilenos. Es bueno que pase esto para destruir la educación.

¿Por qué destruirla?
-Porque este modelo educativo no da para más, hay que inventar otros.

¿Por qué este modelo ya no da para más?
-Bien simple: porque no se ha respetado el mercado educativo. No hay, realmente, opciones educativas diversas. Hay un puro modelo, lo que es como el hoyo.

¿Cuál es ese modelo único?
-El modelo santiaguino, el modelo reproductivo, el modelo inserción laboral, el modelo instrucción. La educación entendida como ascensor social, el modelo ascensorista. No hay otro. Bueno, puede que haya otros, como el modelo jesuita o el modelo Karadima, pero son bastante depravados.

¿Qué modelos propondrías tú?

-Nosotros hemos propuesto el modelo territorial.

¿Qué lo distingue?
-El respetar el territorio en el cual se vive para asumir los modelos de aprendizaje y de producción.

El modelo ascensorista, ¿a quién se lo atribuyes? Viene de Pinochet…

-La Concertación es más culpable, porque ella lo ratificó, lo respetó, lo promovió y lo repromovió. La Concertación tiene que pagar con sangre.

Esa es una metáfora que quiere decir qué…
-Que desaparezca, que nadie vote por ella nunca más.

Si la salida evidentemente no es votar por esta derecha, ¿qué queda?
-En este especie de vacío de representación tendrían que surgir otros modelos de representación política. Y existen.

Un crimen
¿Con qué tienen que ver esos nuevos modelos?

-Con lo local, con crear nuevos modos de relaciones humanas y con descriminalizar el territorio. El territorio está muy criminal. En el fondo ésta es también la crisis de la criminalización de la política.

No te capto.
-Es la crisis del crimen. Como lo de La Polar: un crimen contra el pueblo chileno.

¿Un crimen impune?
-Impune. A mí lo que me impresiona es que no haya más violencia. No sé si hablará bien o mal de nosotros, pero puta que es impresionante que no haya más reacción frente a esta violencia material y simbólica que nos imponen.

¿Es menor la violencia del lumpen al final de las marchas que la violencia simbólica?

-Por supuesto, diez mil veces menor que la violencia de los poderosos.

¿Cuál violencia sería proporcional a la de los poderosos? ¿Que ardiera Santiago?
-Mínimo. Y las provincias igual. El puerto de San Antonio tendría que estar siendo tomado por los habitantes. La inequidad estructural de este país ya no da para más.

Hay un cuento corto tuyo -“El municipio educa”-, publicado en este pasquín hace unos años, que parte así: “Todas íbamos a ser maracas, pero terminamos siendo profesoras”.
-Sí.

La fina profesora hablante del cuento arremete en durísimos términos contra sus colegas por ser cómplices de este sistema que, dices, está haciendo agua.
-Sí, a los profes no les interesa que haya cambios reales porque ellos tienen intereses corporativos, nada más. Quieren la peguita, o ser funcionarios estatales, ese sería el ideal de los profes. Ellos no han hecho propuestas innovadoras a nivel educativo. Las han hecho los estudiantes. Por ejemplo, en San Antonio se hizo un proyecto bien bonito: se tomó una vieja escuela y se le llamó Escuela Uno. Pero al municipio corrupto de allá no le interesó, y tampoco al colegio de profesores, que en muchas ocasiones se alía con estos alcaldes sucios. Los profesores no son agentes de cambio.

¿Y qué piensas cuando los ves en la primera línea de estas movilizaciones?
-Oportunistas de mierda. Por supuesto que hay mucho profesor buena onda que está en nuestra parada… Pero yo vi marchar al Gajardo una cuadra y salirse, por hacer el numerito. Gajardo es un burócrata.

En el cuento susodicho es tratado de facho por la profesora.
-Es que es un facho… No, no es facho, es un viejo culiao autoritario nomás.

En tu nueva novela, “La hediondez”, se dice que hay “un nuevo aire en los proyectos emancipatorios”. ¿Extrapolarías esa percepción a la realidad chilena actual?
-Sí, por supuesto, hay un aire, que podrá ser hediondo, un tufillo, pero es una voluntad. Es lo que hemos hecho durante este tiempo los estúpidos que estamos radicalmente en contra de este sistema. Ahora viene la pelea, la dura. Hay un consenso, estamos claros, ahora vienen las operaciones políticas efectivas: tomarse el Estado, tomarse los lugares.

Aquí enlazamos con un video reciente (ver Youtube) en el cual apareces en un teléfono público diciéndole a un interlocutor X que, justamente, ha llegado el momento de pasar a la acción.
-Sí.

¿Cuál es la acción?
-Lo que viene es ganar los municipios y diseñar modelos de gestión comunitarios, ciudadanos, democratizando todo, tomándose los colegios. O sea, ahora hay que hacer la pega, ir a la pelea.

¿No te tienta hacer carrera política?

-Para nada. Quiero ser parte del movimiento, nada más.

El maestro ignorante
“La hediondez” tiene un epígrafe de Jacques Rancière, un autor que citas harto.

-Así es.

Me gustaría, retomando lo de los modelos alternativos de educación, que te refirieras a la idea de Rancière del maestro ignorante: “Un maestro ignorante no es un ignorante que decide hacerse el maestro. Es un maestro que enseña sin transmitir ningún conocimiento”. Por lo pronto es una vía contraria al modelo de la instrucción, donde yo te instruyo a ti…

-Yo te lo pongo.

Y yo te lo saco también.
-Claro, yo te lo pongo y te lo saco.

Bueno, ¿qué te parece el modelo de Rancière alternativo a ese te-lo-pongo y te-lo-saco?

-Es un modelo posible, horizontal, que he trabajado: yo ignoro muchas cosas, y tú también, y con eso podemos hacer algo. Y los dos sabemos muchas cosas también, y podemos hacer algo con ese saber. Pero eso es muy metafórico; en la práctica significa quebrar con los grados de informatividad que existen hoy día.

¿A qué te refieres?
-El verbo googlear es fascinante, porque tú conversas con tus alumnos y después ellos te pueden googlear. Hay que tomar en cuenta ese tipo de cosas, ya no es necesario entregar conocimientos como se entregaban antes, obviamente. Entonces: ¿qué se hace ahora, con relación a distintos modelos educativos o de conocimiento? Eso es clave.

¿Y qué pasa con el profesorado?

-Los profesores son unos soberbios de mierda, tienen que reeducarse, replantearse lo que están haciendo. Y los alumnos también son unos soberbios de mierda que tienen que replantearse su accionar. Todos tenemos que replantearnos nuestro accionar frente al sistema, lo que pasa es que toda esta hueá es muy violenta, muy perra. Y en ese sentido debemos ponernos de acuerdo con nuestras precariedades, pero lo importante del texto de Ranciere es que es un modelo emancipatorio posible que ayuda a salir de la idea de que la educación es lo más importante.

¿En qué sentido?

-¡En Chile la educación se usa para ascender socialmente! La educación no puede ser producir profesionales caros que después cuesten barato.

Sino…
-La educación no es ni más ni menos que un proyecto político de sociedad, ya lo dijo el presidente radical: gobernar es educar.

Ya me imagino lo que te parece entonces la cantinela de que hoy Chile tiene una matrícula histórica y que está lleno de familias con primera generación universitaria.
-Ha aumentado la cobertura pero para una mierda que no es educación, sino mercado preparatorio de las profesiones. No ha aumentado la educación en Chile, todo lo contrario diría yo.

También en tus crónicas y cuentos aparece el alumnado como sujeto responsable del estado de la educación.

-Sí, el alumnado es perro. Es cierto ese diagnóstico de “puros derechos, ni un deber”. Pero eso pareciera estar revirtiéndose, lo que es una gran cosa. Lo que pasa es que hay un mercado otro, ya no el educativo sino el mercado del hueveo, del copete, de la fiestoca, del ocio, de la masturbación general, que le viene muy bien al pendejerío. Por eso es dudoso también, aunque ahora nos ha sorprendido gratamente el pendejerío culiao, es muy habiloso, son astutos, son perros.

¿Por qué lo dices?
-Porque los huevones hicieron el pingüinazo.

¿Y?
-Tú cachai ahí que estaban manipulando, hueviando, no haciendo lo que estaban haciendo, sino otra cosa.

¿Qué?
-Siendo meramente protagonistas.

¿Y qué te parece el veraneo que se están pegando estos días en la Plaza de Armas, columpiándose de lo lindo al ministro Lavín por darles vacaciones adelantadas?
-Han sido súper entretenidos, lo que han hecho es genial porque también se han cagado a los medios.

¿Cagado?

-Han convencido a los medios y a los políticos, al establishment, como nunca antes, de que tienen otras propuestas. Han aparecido como creativos; no sé si lo son, pero aparecen como si lo fueran, hacen bailongos, no cabe duda de que son mucho más efectivos de lo que fuimos nosotros como estudiantes, en la dura, en la huevona, en la tétrica. Yo los admiro, tengo mis dudas también, pero es maravilloso porque los huevones dan para todo. O sea, yo los felicito porque son unos hijos de puta, y lo saben hacer y lo pasan bien. Y tienen humor, lo que es muy bueno y se echa de menos siempre.

¿Tienes ganas de volver a hacer clases?
-Es que para mí hacer clases hoy es ya otra cosa.

¿Qué?
-Trabajar en la tierra, hacer una microbiblioteca. Quiero hacer proyectos con los alumnos, no quiero estar delante de los huevones entregando contenido. No quiero entregar contenidos nunca más.

La rasquería
“La hediondez” es una novela breve donde hay un ligero repliegue de las jergas teóricas que sueles usar para, según tú mismo dijiste este lunes en una entrevista en LUN, privilegiar el desarrollo de la mera trama.
-Sí, estaba la voluntad de contar una historia, tanto así que se tiende a cinematografiar la cuestión. Era una opción teórica priorizar la trama, que fuera visible.

Opera también una especie de economía del relato, que consiste en narrar apenas enunciando, como cuando indicas, para terminar un capítulo rápido, que en la novela ocurre algo parecido a lo que pasa en un cuento de Borges (“Guayaquil”).

-Sí, eso es parte del juego permanente. ¿Cito a Borges yo?

Sí, en la página 90.
-Ah, lo cito… es que Borges es un modelo canónico, hay que citar los cánones.

Hablemos mejor de lo rasca.

-Es fundamental. No hay Chile sin lo rasca. El rasquerío chileno empieza en la aristocracia. Como decía el Gonzalo Díaz, la derecha en Chile es rasca.

¿Qué es lo rasca, como le definirías la rasquería a un uruguayo?
-Rasquería es un nivel de la impostura que transforma la acción en una parodia de ti mismo.

¿Por ejemplo?
-Piñera. Termina siendo rasca cuando es una parodia de sí mismo. La misma derecha, Allamand. O la Ena, las vocerías de gobierno, todo eso es rasca, rasquerío, porque la otra cuando se mete a la oficina debe decir “A estos culiaos me los cagué”. La jerarquía impostada. Eso es.

Y para dar cuenta de esa rasquería echas mano a un lenguaje proveniente de las ciencias sociales, pero en combinación con uno vulgar, a veces coprolálico, pero sobre todo echando mano a la violencia del lenguaje chilensis, siendo tus personajes unos culiaos, un huevonaje, un cerderío, un pendejerío, un lamecaca, etc.
-Sí, trabajo ese lenguaje porque el operador político lo usa.

Tú te has definido como un operador de textos y lenguajes.
-Lo que viene a ser como la puesta en discurso del ejercicio del poder del operador, que habla así para dirigir la pega, manejando al huevonaje: “los culiaos se me ponen acá y trabajan”. Necesariamente para mandar el operador tiene que usar el lenguaje duro, el desprecio. Ese es el lenguaje del poder: el desprecio.

También aparece en tus libros, particularmente en esta nueva novela, una sexualidad charcha, más cercana a los favores sexuales, a las tocaciones, a las intentonas que no llegan a puerto, que al sexo consumado.
-Sí, la idea es trabajar la sexualidad tratando que los modelos de lo sexual estén absolutamente fuera del canon del relato sexual.

¿Cuál es ese canon?
-El penetrativo, el huevón que después de hacer el amor enciende un cigarrillo. En ese sentido yo recuerdo un poco las enseñanzas de Luis Buñuel, que trabaja la sexualidad como algo ridículo.

Lo que tal vez está más cerca de lo real que el canon penetrativo.
-Sí pues, si nuestra sexualidad es un fracaso en sí misma. Aquí no hay erección posible.

Hay balbuceo sexual.
-Claro, lo demás es cine o es revista Paula.

Placilla
Recuerdo el comienzo de tu novela “Informe Tapia”: “Es una buena mierda estar siempre condenados a articular, ahuevonadamente, lo simbólico, lo imaginario y lo real”.
-Sí.

¿Cómo anduvo esa articulación en “La hediondez”, qué hay de real?
-Esos tres elementos son una cita directa de Lacan, son los tres registros en los cuales el sujeto se desarrolla. Y lo simbólico y lo imaginario son parte de la novela igual que lo real.

¿Te entretuviste escribiéndola?
-Sí

¿No eres un escritor sufriente?

-No, sufriente con las cuestiones cotidianas y domésticas sí, pero escribiendo me entretengo.

Sigues publicando en editoriales independientes.
-Sigo, es un gesto, y las otras tampoco me inflan.

¿Por qué no?
-Tal vez porque no llego con la novelita debajo del brazo, y tampoco lo voy a hacer. Ahora, si me llaman y me dicen “Te vamos a darte plata”, puede ser, puesto que uno necesita plata.

O sea que no te cierras a volver a una editorial grande (Sudamericana publicó “La provincia” el 2000).
-No, si yo soy María Escritora, no puedo cerrarme. Pero por supuesto que salir en sellos independientes me perfila, y que me desperfilaría salir en uno grande, pero me encantaría desperfilarme también para poder ganar más. Mientras tanto me hace bien un sello chico, parece todo políticamente correcto.

¿En qué va la escritura de “La Batalla de Placilla”?
-Llevo más de cien páginas y harto tiempo trabajando, pero ahora ya tengo claro el proyecto, en el sentido de que pude desembarazarme de la obsesión que tuve de escribir una novela histórica, lo que me dio lata.

¿Y cómo te desembarazarte de esa obsesión?
-Agarrándola por otro lado.

¿Cuál?
-El de la impostura, del registro historicista chileno, del amateurista, del experto amateur, del sobrino reculiao que sabe reproducir batallas.

Una historia rasca.
-Es un poco una historia rasca, o mal contada. Más bien la historia misma -lo de Placilla- está mal hecha. El evento es horrible, una torpeza. Eso es Chile. Justo venía leyendo a Foucault, “La arqueología del saber”, el tema de las discontinuidades históricas. Lo interesante de la batalla de Placilla es la vergüenza que siente la documentabilidad, los historiadores mismos del mundo militar, por una hueá que no debiera haberse producido institucionalmente. Y lo bonito es cómo la comunidad recupera los huesitos que hay allí para tratar de rentar patrimonialmente.

¿Cómo?
-Placilla es un cementerio; y la comunidad, después de 100 años, dice: “Chucha, saquémosle partido a esta hueá porque no tenemos ninguna otra a la que sacarle partido”.

Así que venías leyendo a Foucault en el bus…
-Siempre tengo que leer a Foucault porque me interesa su registro discursivo, sus herramientas analíticas.

Aunque tu uso de éstas linda con lo paródico.
-Por supuesto.

Pero con mucho respeto.
-Siempre.

Y de literatura, ¿qué has estado leyendo?
-Puras tonteras. Acabo de terminar un libro de Paul Auster, y antes de Cormac McCarthy, pero es por leer hueás.

¿Y poesía?
-Sí, por supuesto. A la Florencia Smith, que es mi señora. Y al Germán Carrasco siempre lo tengo ahí para leerlo. Y a Lihn. El otro día estuve releyendo a Lezama Lima para cagarme de la risa. Pero no estoy muy dado a leer literatura chilensis, estoy más dedicado a leer artículos, paso leyendo el diario, el Clinic, lo que se está escribiendo ahí, está muy fuerte el Chile que aparece ahí.

¿Y también ves tele?
-Mucha tele mala.

¿Y te gusta la tele buena?
-Sí, a veces sí, puedo interesarme en el fútbol, en buenos programas.

¿Te gustaría ir a la Belleza de Pensar?
-Me encantaría, más que nada por encontrarme con el Cristián. Fuimos compañeros de curso, él era un marxista igual que yo. Me gustaría verlo de nuevo, porque nos ha cambiado la vida a los dos.

¿Y tú sigues siendo marxista?
-Sigo siendo marxista, por así decirlo.

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