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LA CALLE

29 de Julio de 2011

La deuda del Transantiago con la ciudadanía. ¡Ya basta!

Ciudadanos hastiados del mediocre servicio de Transantiago en algunos de sus recorridos bloquearon espontáneamente Avda. Providencia. Esta vez no fue necesario coordinarlo por Twitter ni Facebook. El cansancio y la frustración sentida sincrónicamente por cerca de 100 personas en un paradero fue suficiente. Por un lado me alegra que estemos dando un “parelé” a la […]

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Ciudadanos hastiados del mediocre servicio de Transantiago en algunos de sus recorridos bloquearon espontáneamente Avda. Providencia. Esta vez no fue necesario coordinarlo por Twitter ni Facebook. El cansancio y la frustración sentida sincrónicamente por cerca de 100 personas en un paradero fue suficiente.

Por un lado me alegra que estemos dando un “parelé” a la poca rigurosidad del Estado, y para que andamos con cosas, el poco cariño que se le pone a nuestro sistema de transporte público, ese que debería ser la base para garantizar la movilidad y el acceso a las personas a la ciudad, sin importar su nivel de ingresos.

Hay una serie de elementos técnicos a los que la oficialidad y las empresas prestadoras del servicio echarán mano para justificarse. Lo único concreto es que aún existe una profunda desigualdad en el transporte urbano. A los que menos tienen más difícil les resulta moverse, mientras a aquellos que más tienen, más se les facilitan las cosas. En tiempo record se construyen autopistas, se semaforizan las calles, se colocan barreras para que quienes caminan no estorben el flujo motorizado privado, intentando así mitigar la congestión. Grito desesperado por mantener operativo un modo de transporte que colapsa. Sólo un 25% de los viajes diarios de la región metropolitana se hacen en auto, el 75% restante es en bus, metro, bici, a pié, sin embargo esa minoría se lleva casi toda la atención y presupuestos.

100 personas protestando bastaron para que el ministro de Transportes citara de forma urgente a las empresas operadoras. Fuerzas especiales de carabineros fueron enviadas para responder a esta alteración del orden público, pero se encontraron con una sorpresa. Ningún adjetivo descalificador era aplicable a estos ciudadanos, no eran “Ecologistas” ni “Activistas” ni “Fanáticos”, menos “Hippies de mierda”. Eran ciudadanos hastiados de ser postergados, mirados en menos, sin importancia. Se sentían impotentes hasta las lagrimas.

Con esta acción provocaron congestión, el tráfico de detuvo. Pero que extraño, es algo que todos los días ciudadanos anónimos hacen en las arterias de la capital con sus autos, pero para muchos es normal, un costo que hay que pagar para funcionar. No se envían fuerzas especiales para ello. Basta seguir a la Unidad Operativa de Control de Tránsito en Twitter (@UOCT_RM) para darse cuenta como día a día se desata un caos en la ciudad.

El estado está en deuda con el transporte público, lo ha dejado de lado y parece que lo ve y lo vemos como un problema al que nadie quiere hacerle frente.

Que lata que al final terminemos odiando el transporte público, pero razones sobran y ahí muchos comienzan a ver en el auto una engañosa solución. Las familias se endeudan, aumentan su gasto, pasan a ser parte del problema. Mientras el estado quiere hacer del Transantiago un negocio (¿el derecho a la movilidad será un bien de consumo?). Así como la salud y la educación, el transporte público también es un derecho que el estado debe, al menos, subvencionar. No se ganará plata con el, pero si se nos entregará la posibilidad de desplazarnos para lograr su subsistencia y aspirar a una mejor calidad de vida.

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