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Opinión

28 de Noviembre de 2011

“Si Mampato es de izquierda, Tulio Triviño es un facho”

El periodista, dibujante y cineasta Pedro Peirano acaba de llegar de México para promocionar "Gatos viejos", la película que codirigió con Sebastián Silva y que trata de la última gran pelea entre una madre con demencia senil, interpretada brillantemente por Bélgica Castro, y su hija cocainómana. Conversamos con él sobre la película, recordando su paso por la escuela de periodismo de la U de Chile, experiencia que califica como “una caca”, y su trabajo en Plan Z y 31 Minutos.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
Por

Foto: Alejandro Olivares

ìGatos viejos” es la historia de la última gran pelea entre una madre y su hija. La madre es una anciana de 80 que se empieza a volver loca: oye voces, conversa con ellas y se desorienta. Y le cuesta admitirlo. Es el último paso de la lucidez a la locura. Y a eso le teme mucho. La hija, en tanto, es una lesbiana drogadicta, alérgica a los gatos, que viene llegando de un viaje por Perú con su pareja Beatriz, que pide que la llamen Hugo. Un día esta hija va de visita a la casa de su madre y rompe con toda la monotonía reinante. Busca que su madre venda el departamento y le dé la plata para pagar su vicio. Ahí queda la grande. La mamá, que siempre ha demostrado más interés por sus gatos que por su hija, se opone de inmediato a la idea. Y se arma una pelea que aquí no contaremos.

Una gracia de “Gatos viejos” es que ocurre en la casa de los protagonistas de la película: Bélgica Castro y Alejandro Sieveking. Ambos en la cinta son esposos, como en la vida real. Y prestaron su departamento, hasta sus dos gatos obesos, para rodar la película del dúo de realizadores Pedro Peirano y Sebastián Silva. El guión va mezclando elementos ficticios con la realidad de los protagonistas. Por ejemplo, cuenta Peirano, “Bélgica nos contó que cuando se echaba a perder el ascensor, tenía que quedarse en la casa encerrada porque no podía bajar ni subir los ocho pisos caminando. Y ese fue el punto inicial. Fue una labor medio teatral. Nos empezamos a preguntar qué pasaría si la Bélgica tuviera una hija, ¿qué pasaría si alguien desea este departamento con esta vista?”.

La historia de la película es bien hitchcockiana: es la vida de una vieja que se está volviendo loca, que le tiene miedo a bajar las escaleras, que no quiere que la hija le quite su casa.

-Claro. Usamos elementos de suspenso y misterio, pero que fueran los verdaderos miedos de Hitchcock. Siempre he tenido curiosidad por saber a qué le temía él. Porque jamás le temería a una intriga internacional, sino que le podía temer a bajar las escaleras o salir a la calle probablemente. Entonces, “Gatos viejos” tiene esa cosa como hitchcockiana, pero del Hitchcock persona, del Hitchcock cuerpo.

¿Por qué quisieron contar una historia desde la vejez?

-Es una película contada desde el punto de vista de un adulto de 80 años. Algo muy raro.

¿Por qué?
-En las películas siempre está el punto de vista tuyo. O sea, de cómo es la vieja que huevea, de cómo es el viejo gagá. Pero no el punto de esa vieja o viejo. Además que la vejez es un tema súper interesante. Porque todos de alguna manera vamos envejeciendo todo el tiempo. Pero acá no se trata de hablar desde yo sintiéndome como un viejo, sino que más bien de mirar desde afuera cómo es la vejez, cómo se acaban las ganas, la pasión. Debe ser muy heavy cuando el mundo empieza a superarlo a uno.

¿Te imaginas cuando viejo?
-Puta, sí. Me imagino igual que ahora. Ojalá tenga vista. Me imagino dibujando eternamente. Es lo único que realmente siento que me apasiona.

BAÑOS
La pregunta que se hace la película es si acaso una madre puede querer más a un gato que a su propia hija.

-Sí, pero se la plantea como una pregunta retórica. Y sí: las mascotas tienden a reemplazar a la gente.

Los gatos de Bélgica y Alejandro viven como reyes y eso queda demostrado en la película.
-Ellos viven para los gatos. De alguna manera, son gatos formados para vivir en ese departamento y no salir nunca de ahí… El departamento se transforma en una parte esencial de la vida. Y, como siempre, cuando uno se queda mucho en su casa, cada sector de la casa adquiere una característica especial. Para todos pasa igual.

Claro.
-Porque en los baños uno hace cosas secretas y es el lugar donde puedes estar solo a pesar de estar con gente. Si ahora quiero pensar algo u odiarme por lo que acabo de decir, te voy a decir que quiero ir al baño. E inevitablemente me voy a ir a mirar en el espejo. Todo el mundo hace eso. El lugar oficial para verificarse a sí mismo a diario es el baño.

Y donde haces lo más importante de la vida: cagar.
-Obviamente cagai y te lavai. Te preparai para el mundo, para no verte tan feo… Los lugares me van sugiriendo historias. Y todo es dramáticamente usable. Por eso “La nana” y esta película son historias de casas. No sé si esas historias funcionan porque con Sebastián somos muy de casa y yo me siento un hueón de casa o… no sé. Para mí es muy difícil escribir algo sin saber cómo es el lugar o la locación donde sucede todo; lo he hecho pero no es lo mismo.

LA MUGRE
En tu cómic “Chancho Cero”, que aparecía en la Zona de Contacto, ironizas sobre tu paso por la escuela de periodismo de la Universidad de Chile.

-Era un cómic documental más que humorístico, porque eran las experiencias exactas que viví estudiando periodismo en la Chile.

¿Y cómo fue esa experiencia?
-Una caca. Periodismo era una carrera terminal: no tenía nada. Era realmente una carrera mugrosa: no tenían computadores pero tenían máquinas de escribir a las que les faltaban las teclas. Imagínate, tenías que hacer un trabajo y a tu máquina le faltaba la T. Tenías que ingeniártela para dibujar todas las T o evitar usarlas. Y los profesores… nooo… Fue súper decepcionante. Pero como estaba empezando la democracia, se perdonaba. Y nosotros éramos súper cómplices con eso de la escuela.

¿En qué sentido?
-No estudiábamos nada y estábamos felices en el patio. Estudiar periodismo era como un permiso más para no trabajar en cinco años. Al final era una estafa en la que todos estábamos involucrados. Es súper fuerte la cuestión. Y la cosa no ha cambiado nada con el tiempo. Por eso encuentro admirable el movimiento estudiantil. Es increíble, alucinante. Porque hubo un período en que todos estaban rendidos o la mediocridad nos había ganado a todos. Y me parece razonable que haya salido esta generación de endeudados hasta la corneta reclamando.

En ese sentido, el programa Plan Z fue de los primeros en criticar, a su manera, el sistema perverso de la educación privada. Con Aplaplac se reían de los institutos pichiruchis y las carreras chantas.

-En los 90′ nadie criticaba esos institutos. Y la crítica más grande era nuestro chiste con Aplaplac. Había un concepto de que los niños iban a entrar a estudiar y al fin iban a tener una carrera. Ahora se avanzó en eso, pero no es solamente tener un cartón hueón, sino que los jóvenes no quieren quedar endeudados hasta el próximo siglo por una carrera de mierda. Aplaplac, en ese sentido, es muy de ahora. Pero no sé si ahora, por los cambios que se buscan, es el tiempo para ese humor.

LOS GORDITOS
¿Cómo surgen las ideas para tus dibujos? Estaba viendo uno de un niño gordito que lucha por agarrar una manzana saludable, pero unos demonios del consumismo le dicen que no lo haga.

-Ese lo hice cuando estaba en México, era mi manera de conectarme con Chile. Y dibujar es la mejor manera que encuentro para opinar. Además, una vez quedé traumado cuando fui a un colegio por una cosa de 31 Minutos y en el recreo le dieron completos a los niños. Nunca había visto eso en mi vida. Era una asquerosidad. Cuando era más chico la comida era más sana… Lo más curioso de ese dibujo es que está hecho porque la única libertad que realmente defienden hueones como Jovino Novoa es la libertad de consumir. Porque para las otras libertades siempre ponen sus condiciones. En cambio, a la libertad de consumir y de comprarles a ellos mismos no puedes ponerle restricciones. En esa libertad falsa se basa todo el sistema: compren, compren, compren chatarra, no se preocupen, no les pasará nada.

La semana pasada Themo Lobos en The Clinic contó cuando la dictadura persiguió al inocente Mampato.
-Themo Lobos tiene unas hueás increíbles. Hay una historieta en la que Mampato llega a una sociedad donde todos son flacos, raquíticos, y trabajan todo su tiempo para darle sus cosechas y comidas a una mano gigante de palo, que es como su Dios. Y lo que descubre Mampato es que detrás de esa mano, en un vallecito escondido, hay puros gordinflones que se aprovechan de la fe de esta gente. Ese es Themo Lobos. Súper político. Cuando haces aventuras épicas tienes que hablar de los ideales. Y Mampato, en ese sentido, era un héroe, un luchador por la igualdad y la justicia. Entre todos los historietistas, incluso latinoamericanos, de la aventura para niños, Themo Lobos es el más complejo y novelesco.

¿Te imaginabas que Mampato fuera de izquierda?
-Sí, porque siempre tenía que salvar a alguien de algo, de los abusos, de los que tienen el poder. Esa era su lógica. En ese sentido, si Mampato es de izquierda, Tulio Triviño es un facho. 31 minutos no es que sea de izquierda ni nada. Tiene un sentido de la amistad, pero en ese mundo Tulio era un facho que se aprovecha de los demás. Por otra parte, nunca quisimos hacer héroes, sino hueones muy miserables pero que fueran queribles. Como para entender la humanidad.

Con el tiempo, 31 Minutos ha adquirido un rol social importante, es parte de hartas campañas.
-Por lo educativo. Porque, precisamente, se trata de enseñar a ser humano, a aprender a perdonar a tus papás. Todos estos tipos de 31 Minutos son unos adultos desastrosos. Entonces, es pa’ que aprendas de entrada que tus papás son un desastre. Y es también para suavizar un poco la mirada de lo que vas a hacer.

Desde hace unos días que vienes dándole duro a la nueva campaña del sida en tu twitter.
-Está bien que se haga la campaña, sobre todo si se le enseña a la gente cómo usar el condón. Pero encuentro malo que la gente te huevee con que el sida es una enfermedad moral. No lo es. Es como si para combatir el sida lo hiciéramos potenciando la familia. Y todos con la familia unida vamos a evitarlo. No, hueón. Es un virus y tienes que decirle a la gente no cómo debe comportarse moralmente, sino qué cosas ayudan a salvarse de la enfermedad. Y eso es todo. Entonces, cada vez que se moraliza una campaña es una falta de respeto.

GUATÓN HIDALGO
¿Cómo ves el cine chileno actual?

-Parece que está interesante. Hay una oferta mucho más amplia donde pueden convivir perfectamente “Violeta” con “Qué pena tu boda”. Y se ha masificado en términos de producción. Pero, obviamente, cuando todo el mundo puede hacer películas, algunas van a ser horrendas y otras mejores. Lo bueno es que no depende ya solo de la plata. Puedes ser un talentoso y hacer una película con poca plata. La tecnología es democrática y permite hacer más cosas. Pero también como es tan democrática puede haber cualquier hueón haciendo una película.

Por último, se acaba de publicar un libro con las crónicas de Guillermo Hidalgo. ¿Algún recuerdo?
-No lo he leído, pero me muero por hacerlo. Tengo todos los recuerdos del Guatón. Era el alma del lugar siempre, un tipo notable que se echa mucho de menos. Lo más choro era tomar un taxi y ponerse hablar con él, porque siempre tenía algo divertido o interesante que decir.


GATOS VIEJOS
De Sebastián Silva y Pedro Peirano
Chile, 2010, 88 minutos
15 de diciembre estreno en salas chilenas

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