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Opinión

20 de Diciembre de 2011

Aleteos de ahogado

Foto: Agencia Uno Ahora resulta que el muerto resucitó, que nunca lo estuvo tanto y todas las críticas le dan risa. Ahora resulta que el ministro del Interior está vivito y coleando, muy alegre, tranquilo y dicen los que por él hablan que viene embravecido, con el caudal político intacto y su posición de poder […]

Miguel Angel Devia
Miguel Angel Devia
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Foto: Agencia Uno

Ahora resulta que el muerto resucitó, que nunca lo estuvo tanto y todas las críticas le dan risa. Ahora resulta que el ministro del Interior está vivito y coleando, muy alegre, tranquilo y dicen los que por él hablan que viene embravecido, con el caudal político intacto y su posición de poder sin mella. Ahora nos quieren hacer creer que el ganador del año es precisamente el eterno candidato a salir de La Moneda por la puerta de atrás, solo porque lleva un mes diciendo que pobrecito él, nadie lo ayuda en la pelea contra los malos.

Parece una broma pero ahora hay quienes hablan de Rodrigo “Ariel” Hinzpeter como un hombre nuevo. Un político fortalecido tras el chaparrón. Aún cuando la lluvia no termina, pareciera que hay quienes quieren instalarlo, esta vez sí, como un ministro del Interior con poder por el mero hecho de mantener una peleita de barrio por más de un mes con un puñado de autoridades.

Dice el ministro -en sus brevísimas apariciones en el patio de La Moneda o a través de sus asesores- que todo esto le da risa. Que es muy gracioso que se hable de él como de un cadáver político cuando es él el que manda. Que nunca lo dejó de hacer. Que su poder de guerra sigue siendo el mismo, aún cuando con el cambio de gabinete le hayan intervenido el puesto y la UDI lo haya arrinconado a un oficio más similar al de un secretario que al de un jefe de gabinete. Aún cuando se vea en situaciones como ser pasado por alto por sus colegas y sus invitados lo dejen con el mantel floreado sobre la mesa. Aún cuando José Miguel Insulza prefiera reunirse -en visita oficial- con Andrés Chadwick, el vocero, y no el mandamás (algo que Insulza en tiempos de Lagos jamás habría aceptado).

En un año en el que comenzó como el más temido de los hombres de La Moneda y terminó encabezando un Comité de Seguridad de suplentes, como si lo suyo fueran partidos amistosos contra equipos de segunda división, hacer creer que toda la alharaca generada por el desplante del Poder Judicial,el Ministerio Público y sus propios colegas al interior de La Moneda no es más que una inventiva de la prensa refleja precisamente la decadencia de un ministro sin poder, de un ministro que optó por ser subsecretario en esa cruzada -religiosa y fracasada- contra la delincuencia y el orden público. Un ministro que siempre quiere parecer serio, pero que es capaz de filtrar las fotos de sus vacaciones a El Mercurio para ganarse una primerita plana y, con sus canillas fluorescentes, descartar que estaba con un pie afuera.

Pero en La Moneda, dicen, todo es risitas y alegría. Hinzpeter se rearma, dicen incluso algunos medios, en una elegía del señor del caso bombas. El papel lo aguanta todo. Tanto como decir que está revitalizado, empoderado y fortalecido porque un grupito de parlamentarios le prestó ropa en su pelea con Sabas Chahuán, dando más motivos para considerar que el ministro está devaluado: reconocer lo que debiera ser norma como un logro, es otra prueba de cuánto poder ha perdido el Sancho Panza de Piñera.

Pero tienen una bonita excusa para que el ministro de Seguridad Pública siga con su cuento de nunca acabar: desde La Moneda, dicen que dicen los cercanos a Hinzpeter, su agarrón con Chahuán y el Ministerio Público ha tenido muy buena llegada en las encuestas del ejecutivo, sobre todo entre la clase media y baja. Entonces el gobierno del rating sigue y suma bajo la línea de que el poder perdido en la cancha se recupera en la cancha, entonces todo indica que la fiesta seguirá prendida y la arremetida del ministro seguiría firme.

Pero no confundir. Son chapoteos en el barro. Patadas de ahogado. Intentos burdos por instalar la idea de que no está de salida o, al menos, con la cartera intervenida y una mordaza selectiva. Es difícil pensar que Rodrigo Hinzpeter abandonará el gobierno durante el temporal: el daño ya está hecho, el muerto está asumido y dar el gesto de derrota cuando el gobierno comienza a sacudirse de su peor momento sería reconocer que las críticas al sheriff siempre fueron acertadas. Por otra parte, la salida del ministro reconocería que, una vez más, el gobierno no logró cumplir una promesa de campaña: terminar con la fiesta de los delincuentes. Así las cosas, este contexto abre un espacio para que el ministro patalee como lo haría quien sabe que se hunde, dándose pequeños gustitos personales cuando a sus espaldas los perros grandes ya comenzaron a discutir las líneas de las dos elecciones que marcarán lo que queda del gobierno del cambio.

Pero ojo. Esta seguridad relativa del ministro en su oficina no quiere decir que haya un Hinzpeter 2.0 que renace de las cenizas empoderado, es solo una nueva fase en el prolongado mal momento del secretario de Estado que no logró alinear a los parlamentarios de su sector y que, ante su cojera política, se ha visto reemplazado en la práctica por el vocero Andrés Chadwick, un hombre con 20 años de Parlamento y el manejo político suficiente como para no entramparse en pequeñeces como el tire y afloje con el Fiscal Nacional con que Ariel intenta recuperar el poder perdido.

En este chapoteo, hay que reconocer, Hinzpeter se ha anotado un punto: ha recuperado sus apariciones en la prensa con la habilidad de un político de antaño o la malicia de un personaje de farándula al mejor estilo del tiempo en que Roberto Dueñas era conocido: con la pataleta y el escandalillo del me dijo y le diré ha logrado reaparecer en la prensa, recuperando los minutos de pauta pero muy lejos de tener la influencia de antaño.

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