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Opinión

24 de Enero de 2012

El pecaminoso autocorneteo

¿Qué fue primero? ¿El hombre o el sexo? El sexo. La razón es simple. Siguiendo con detención la teoría evolutiva de Charles Darwin, se desprende que hace 5 millones de años dos monitos follaron y dieron paso al Australopithecus; el pariente más remoto del ser humano. Desde entonces, el hombre viene repitiendo este ciclo de […]

Javier De Roquefort
Javier De Roquefort
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¿Qué fue primero? ¿El hombre o el sexo? El sexo. La razón es simple. Siguiendo con detención la teoría evolutiva de Charles Darwin, se desprende que hace 5 millones de años dos monitos follaron y dieron paso al Australopithecus; el pariente más remoto del ser humano. Desde entonces, el hombre viene repitiendo este ciclo de sexo y reproducción. Es un instinto primitivo e irrenunciable. Tanto, que incluso existe quienes creen satisfacer su necesidad sexual a través de cuestionables métodos “imaginarios” (y no estoy hablando de realidad virtual).

El autocorneteo (vulgarmente conocido como paja o manflinfleo) es una actividad pecaminosa y repudiable. Este autocorneteo consiste en (está explicación es necesaria para la poca gente decente que sigue está columna): “tomar el órgano fálico con ambas manos, mirar o evocar alguna imagen de estimulación sexual, agitar hacia arriba y abajo, abajo y arriba… y terminar disparando un geyser de líquido vital”.

Sé que da asco de solo leerlo, pero (aunque cueste creerlo) hay gente adicta a este tipo de conductas autoflagelantes. Un estudio psiquiátrico de la Pontificia Universidad Católica concluye que los adictos al autocorneteo (masturbación compulsiva en lenguaje médico) tienen “problemas laborales, familiares, económicos y sociales por su adicción. La masturbación compulsiva se gesta, en la mayoría de los casos, en la mente, donde las fantasías sexuales, los sueños y los pensamientos eróticos se convierten en la válvula de escape de los problemas laborales, las relaciones rotas, la baja autoestima, la insatisfacción personal u otros conflictos vitales”.

Los que se autocornetean en forma compulsiva son unos enfermos. Y como en toda conducta sexual pervertida, los enfermos que la practican incluso inventan “nuevas formas” de llevar a cabo sus degeneraciones. Una variante del autocorneteo no necesita de manos. Sí, tal como lo escucho, hasta un manco se puede masturbar. La técnica es la siguiente (favor, no aplicar en casa): “acostarse de guata en una cama de por lo menos 2 plazas, cerrar los ojos, pensar en mujeres deliciosas y (esto es lo más importante) mover el cuerpo de arriba hacia abajo provocando fricción con la cama. Eventualmente, un chorrito saldrá disparado contra las sábanas”.

Mi recomendación es simple: NO practicar el autocorneteo en ninguna de sus formas. De lo contrario, podrían irse a un liceo (de hombres) a participar en algún concurso de manflinfleo (una pista: el que lanza el chorrito más largo gana).

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