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Cultura

16 de Abril de 2012

“La guerra contra el narcotráfico está condenada al fracaso”

Foto: Alejandro Olivares La historia apareció por casualidad. Jorge Volpi, 43 años, miembro de la llamada generación del crack -proclamada en respuesta al boom-, estaba investigando sobre el Unabomber -el famoso terrorista Theodore Kaczynski- y entonces supo que en sus días como brillante e inadaptado alumno de Harvard, el Unabomber había sufrido mucho siendo parte […]

Ana Rodríguez
Ana Rodríguez
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Foto: Alejandro Olivares

La historia apareció por casualidad. Jorge Volpi, 43 años, miembro de la llamada generación del crack -proclamada en respuesta al boom-, estaba investigando sobre el Unabomber -el famoso terrorista Theodore Kaczynski- y entonces supo que en sus días como brillante e inadaptado alumno de Harvard, el Unabomber había sufrido mucho siendo parte de un experimento psicológico realizado por un profesor de la universidad, Henry Murray. Volpi supo entonces que, además de experimentar con alumnos gracias a fondos de la CIA, Murray mantenía una relación clandestina muy extraña, a la que llamaba la Díada, con Christiana Morgan.

Entonces los objetivos de Jorge Volpi se orientaron hacia ella. Mientras más leía, más le interesaba la vida de Christiana. Solicitó ser investigador visitante en Harvard y se pasó un año revisando los archivos de la pareja: los cuadernos de Christiana donde dibujaba sus visiones y los diarios en los que anotaba sus sesiones con Carl Gustav Jung. El resultado es “La tejedora de sombras”, novela ganadora del premio Planeta-Casa de América donde Volpi incluye fotografías, dibujos, extractos del diario de Christiana Morgan y cartas de Jung. Explica Volpi:

-Me interesaba no solamente describir las visiones de ella, sino permitir que el lector también las viera directamente. Que el texto tenga este subtexto real con imágenes es un poco raro en una novela, porque no es una biografía. No se trata de tener el rigor que busca un biógrafo a partir de los hechos, sino de inventar, de imaginar cómo era el interior de esta mujer, pero a la vez mostrando estas imágenes reales.

En tu libro “En busca de Klingsor” tratas el tema de la ciencia. Ahora, el psicoanálisis. Hay un interés por la ciencia que cruza tus novelas.
-Sí, yo creo que escribo porque no puedo tener todas las vidas que me hubiese gustado tener. Entre otras cosas, me hubiera gustado ser científico y músico. Y esas dos constantes se reflejan mucho en todo lo que escribo. La literatura sirve, para quien escribe y para quien la lee, para vivir esas otras vidas aunque sea por un momento.

Christiana es una mujer que está todo el tiempo transgrediendo el mundo masculino en el que está inmersa. ¿Cómo ves las transgresiones femeninas actualmente?
-Desde la época de Christiana se ha avanzado enormemente. De hecho ella muere en los años en que realmente la revolución femenina está transformando el papel de las mujeres en la sociedad. Pero ella queda justamente en el límite, no le toca presenciarlo. Su rebelión es interna, nunca fue una activista en el mundo público. Y es una rebelión en la que ella, creo, terminó fracasando. Es decir, más allá de que intentó romper los moldes de familia, de la mujer, al final termina siendo un fracaso, quizás porque la época misma se lo impide, y los propios prejuicios masculinos en los que ella ha sido educada también. Se ha avanzado mucho en nuestra época, pero eso no impide decir que todavía las condiciones de igualdad entre hombres y mujeres no se han alcanzado. Si uno ve, sobre todo en nuestros países, el sueldo promedio de hombres y mujeres, el de ellas sigue siendo más bajo, para poner un solo ejemplo.

VOLPI Y EL PODER

Junio del año pasado, Volpi está en una polémica. Lo han nombrado agregado cultural de México en Roma. Está en Italia buscando una casa donde instalarse con su familia y recibe la noticia de que por “recortes presupuestarios” no podrá tomar el cargo. Al poco tiempo, Volpi se entera de que los recortes no son tales y que la agregaduría se le ha arrebatado por sus dichos en una conferencia académica en España. En esa conferencia, Jorge Volpi habló sobre el problema del narcotráfico. Los dichos incomodaron a la ministra de Relaciones Exteriores mexicana y a Volpi le costó el cargo.

¿Cómo es tu relación con el poder?
-El poder es una de mis obsesiones, literarias y también vitales. Yo estudié derecho y terminé interesándome con la parte que tiene que ver con el poder público. Mi tesis de grado fue sobre Michel Foucault. Sus ideas del poder me han interesado siempre. Luego de eso, un poco por casualidad, también por razones literarias, terminé trabajando durante unos años muy cerca del poder público más claro: durante tres años fui secretario del Procurador General, la figura que se encarga del ejercicio de la acción penal. Todo el mundo de la justicia lo tuve de pronto muy cerca y yo creo que eso terminó marcándome mucho.

¿Sí?
-Cuando me ofrecen la dirección del Canal 22 de México, mi idea ahí era la misma de Foucault: en algún momento Foucault se pregunta, cuando le ofrecen la dirección de la Biblioteca Nacional en Francia, si es posible colaborar con el poder sin someterse a él. Creo que en el caso del Canal 22 logramos que fuera un espacio muy libre. Estando en el Canal 22 publiqué “El insomnio de Bolívar”, donde reflejaba mi punto de vista sobre la guerra del narcotráfico. A continuación me ofrecieron el cargo de agregado cultural en Roma. Y ahí fue cuando entró el conflicto porque, a diferencia de lo que había pasado en el canal, aquí las cosas que yo decía empezaron a no gustarle a la ministra de Exteriores.

¿Cuáles fueron esas declaraciones en España?
-Los puntos que incomodaron a la ministra fueron, primero, decir que la única forma de resolver el conflicto con las drogas es su legalización global. Segundo, que por eso la guerra contra el narcotráfico que han emprendido países como Colombia y México siempre está condenada al fracaso. Creo que eso fue suficiente para que no les gustase.

Has estudiado el tema de Mayo del 68 y el zapatismo. ¿Cómo ves la conducción y el camino de la izquierda hoy?
-A partir de la caída del muro de Berlín, la izquierda y sobre todo la socialdemocracia no han sabido encontrar su lugar en un mundo donde triunfó de manera tan clara el capitalismo, y sobre todo en un momento en que el mundo está dominado por fuerzas neoliberales. Esto ocurre en todas partes, pero pensemos en la órbita de Estados Unidos, en América Latina. Aunque los gobiernos de izquierda más o menos logran mantenerse en varios países, son gobiernos de izquierda cuyas políticas económicas son siempre neoliberales, de derecha. Chile es un caso muy claro.

¿Por qué?
-Los gobiernos de la Concertación muchas veces son de orientación socialista, pero sus políticas son siempre neoliberales en términos económicos. Cosa que es un poco inevitable pues en ese momento de triunfo absoluto de un modelo frente al otro, parecía que ese era el camino hacia sistemas democráticos y relativamente más justos. Conforme empiezan a pasar los años, nos damos cuenta de otra cosa.

¿De qué?
-Si los modelos capitalistas en occidente habían sido también tan exitosos fue porque, en contraste con el bloque comunista, habían intentado replicar las medidas sociales que aparentemente eran propias de los sistemas comunistas que estaban detrás del muro de Berlín. Y estos estados de bienestar que en mayor o menor medida se van construyendo en estos países parecen ser justamente el antídoto mejor. Pero cuando cae el comunismo, lo que hacen estos gobiernos es ir adelgazando cada vez más esos sistemas del estado de bienestar. Si a eso sumamos que en ese momento también se produce ideológicamente una desregulación total de todas las políticas que impedían que las fuerzas del capitalismo estuviesen desbocadas, pensando, otra vez ideológicamente, que se iban a autorregular, pues llegamos al escenario en que estamos ahora.

¿Cuál sería ese escenario?
-El que surge el 2008, en el cual todas estas políticas se reflejan en esta crisis del capitalismo. La crisis inmobiliaria de Estados Unidos y Europa, y la crisis general de deuda y crédito asociada con todo esto. Entonces ahora estamos en un momento en que ese modelo no funciona, o ha funcionado muy mal, con lo cual implícitamente buscamos un regreso a mayor regulación y mayor presencia del Estado, cuestión que todavía no se consigue porque las fuerzas económicas siguen siendo muy poderosas. En este escenario, la izquierda debiera tener un lugar importante y sin embargo está haciéndolo de manera muy tímida.

¿Y qué puede hacer?
-Yo creo que en los siguientes años, si esto sigue así, la izquierda debería volver a absorber los movimientos sociales que han ido ocurriendo en todas partes para encontrar espacios nuevos e ideas nuevas en medio de un escenario que ya no puede ser sólo de políticas y recetas neoliberales.

¿Qué te pareció el movimiento estudiantil chileno?
-Muy interesante la contestación estudiantil chilena porque además es paralela a todos estos movimientos cívicos, en buena medida juveniles, que hay en todo el mundo. Ciertamente fue un movimiento tan espectacular en el número de personas que, a un año de distancia, parece mucho más débil de lo que fue el año pasado. Incluso frente al gobierno de un Presidente tan impopular como el que tienen ustedes, tal parece que ni así se consiguen esos objetivos. Quizás porque también el caso chileno es muy interesante, porque fue el modelo de construcción de estado neoliberal aún con gobiernos de izquierda, o socialistas. Justamente los saldos del neoliberalismo producen esta crisis, por esta desatención de los aspectos sociales básicos como son la educación y la sanidad. Entonces lo que la educación está siendo en Chile, la sanidad en Estados Unidos o los recortes en Europa, son justamente síntomas de esta crisis de modelos que privilegian lo privado por sobre lo público.

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