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Opinión

18 de Abril de 2012

“Lo pasé mal, incluso cuando me iba bien”

Todo partió a los 6 años cuando, cruzando la calle para ir a un supermercado, un auto lo hizo volar varios metros junto a su madre. El pequeño Barticciotto la dio por muerta. Atrás, su hermano mayor miraba la escena sin conducta. Así partió el vía crucis del ídolo colocolino. Un camino plagado de altos y bajos que se ha mantenido inalterable en medio de la crisis más grande del club de sus amores.

Lorena Penjean
Lorena Penjean
Por

Su mamá estuvo inconsciente dos meses y a él le tuvieron que reconstruir la mandíbula. El conductor escapó. Recuerda la sangre en el taxi. Fue el comienzo de un miedo que lo paralizó, que a los ocho años lo hacía tocarse el corazón para sentir si estaba vivo, un miedo que tomó la solitaria forma de la angustia y que con los años los especialistas diagnosticaron como depresión.

La misma angustia que lo llevó a intentar con el yoga, las flores de Bach y leer cuanto libro de autoayuda cayó en sus manos. Lo marcó la lectura de “Cien años de soledad” y “El lobo estepario”. Hoy lee “La soledad de los números primos”. Un libro para llorar, que le sienta bien.

Y helo aquí, tonificado a sus 45 años, con un rosario mandado a hacer, aunque se siente más cercano al cristianismo evangélico que al catolicismo. Se viste con cuidado, aunque le gusta que la ropa luzca gastada. No fuma ni bebe. Jamás ha probado ninguna droga.

¿Sigues con depresión?
-No, me pasa que cuando estoy bien, estoy muy bien, y lo demuestro, pero hay veces que me voy para adentro y no salgo.

¿Bipolaridad?
-No. Se trata de expresar lo que uno siente. Soy efusivo para la pena y la alegría y no sé si una cosa es mejor que la otra. Son estados de ánimo que a veces duran más de la cuenta y que tienen que ver con algo biológico, también. Por eso te digo que no tengo depresión, tiene que ver con la duración de los estados de ánimo. Hay gente que ve a un pobre pidiendo dinero en una esquina y le da pena un minuto, bueno, yo me quedo pegado y pienso cómo va a llegar a su casa, si sus hijos van a tener para comer… No es normal, pero tal vez lo positivo es que tengo más sensibilidad. Los problemas de los demás los hago míos, pero hay un momento en el que uno explota.

¿Cómo se vive así siendo futbolista?
-Las derrotas me costaba sacármelas de encima, me quedaba pegado hasta el otro partido. No era feliz hasta que ganaba. Y aún así no quedaba contento nunca, incluso habiendo metido tres goles.

¿Cómo era tu papá?
-Un trabajador de clase media baja, de una empresa como Chilectra, al que le descontaban el departamento en el que vivíamos por planilla; salía de casa a las seis de la mañana y llegaba a las diez de la noche. Recuerdo que le pedía a mi mamá una polera o zapatillas y me decía que teníamos que esperar a ver cómo llegábamos a fin de mes. Llegábamos justo. Nunca nos faltó nada, pero tampoco nos sobró. Por eso valoro las cosas cuando cuestan.

¿Fue normal tu infancia?
-Sí, normal. Lo que más me gustaba eran las pelotas de fútbol y jugar con mis amigos del barrio. Todos empezaron en las inferiores de clubes, pero yo no podía. A los 11 estuve en Quilmes, después en Racing hasta los 19, que me vine a Colo Colo. Fue un golpe de suerte. No quería llevar la vida que llevaba mi papá, que casi no nos veía de tanto trabajar. Estudié agronomía, pero no era lo mío.

¿Cómo llegaste a Chile? ¿Con qué país te encontraste?
-Me vine solo, fue un drama, porque estaba de novio desde los quince. Cuando me dijeron que tenía una oportunidad en Chile fue como que me hablaran de Japón, porque nunca había salido de Argentina. Además nos llegaban las noticias de la dictadura, un desastre. Cuando le conté a mi mamá, me dijo que cómo me iba a venir a Chile, con todas las cosas que estaban pasando. Era el año 88.

LAS MALVINAS

Llegaste para el plebiscito.
-Sí, y vi un Chile que quería un cambio. Me costaba entender a la gente que defendía la dictadura, porque yo venía de una. Crecí en la dictadura argentina, ¿me entendés?, fue una dictadura terrible. Nada me puede convencer que haya algo positivo si hay muerte de gente inocente, cuando hay desaparecidos y torturas. Y en Argentina ni siquiera eso, nos tenían engañados, sin información, mirá lo de las Malvinas. Vivíamos en Buenos Aires como si las Malvinas quedaran en otro país, jamás supimos que las Malvinas eran argentinas. Recuerdo haber estado bailando en una fiesta cuando el dj decía: “bajamos un helicóptero de los ingleses” y todos gritábamos, era como un juego, viste. Marcaban los recorridos de los barcos que supuestamente venían a las Malvinas y todos decíamos, “¡qué van a venir de tan lejos?”

¿Y hoy, con la visita de Cristina?
-Inglaterra y España son pueblos colonizadores, que han tratado históricamente de usurpar tierras. Y creo que Inglaterra no tiene nada que hacer en las Malvinas, nada. Puede que sea culpa nuestra, pero es súper justo querer recuperarlas, aunque de ahí a pensar en una guerra, jamás. De ninguna manera.

¿Y por qué les duele tanto?
-Porque murió mucha gente joven, sabés. Jóvenes de 17, 18 años, que no sabían ni disparar.

CHILE

¿Cómo fue la llegada de un rubio argentino al camarín de Colo Colo?
-Me recibieron súper. Igual yo venía con un corte de pelo como Ceratti, porque era fanático de los Soda. Después me dijeron que cuando me vieron llegar comentaron: ¿este pelotudo qué va a jugar a la pelota? Lo único que me hicieron una vez, fue que me rompieron en mil pedazos unas zapatillas viejas azules que me encantaban.

¿Y era una broma?
-Sí, todos me decían “cómo podés andar con esas zapatillas”. Igual siempre me huevearon por la ropa, como yo era medio modernoso para vestirme, usaba musculosas, andaba con chalas y así. Pero siempre en buena onda. Yo nunca he sido el argentino agrandado, de esos piojos resucitados. Bueno, a los tres meses le dije a Arturo Saláh que me quería ir.

La depre de nuevo.
-Y no sé, pero me preguntaba qué hago acá. Arturo no lo podía creer, yo llegué y Colo Colo estaba último y estábamos remontando. Entonces me recomendó un sicólogo. Fue por él que continué mi carrera; él me dijo, si no querés venir a entrenar, no vengas.

¿Y cómo lo tomaron tus compañeros?
-Igual fue evidente, de estar feliz pasé a no hablar nada.

¿Cómo fue tener depresión en esa época y en un camarín?
-Eran otros tiempos y claro, se supone que cuando eres deportista tenés que hacerte el fuerte, el guapo. Para ayudarme, Arturo me dejó traer a mi hermano, quien hasta entrenaba, se concentraba y viajaba con nosotros, y el club le pagaba para que yo no estuviera solo. Al año, ya estaba un poco alejado de mi novia, hasta que un día ella me dice: o nos casamos o… no terminó la frase, pero lo entendí muy bien.

TUPPER

¿Cómo te afectó la muerte de Raimundo Tupper?
Mucho. Yo estaba con él en Puerto Rico, no lo vi mal. Los dirigentes manejaron pésimo el tema y nunca nos dijeron nada. Nos dijeron que tenía problemas en el estómago y que por eso no iba a entrenar. Sólo habían dos compañeros que sabían, pero nadie nunca dijo la verdad. Además, él era muy callado. Hasta que un día vino y lo encontramos súper flaco. Y los camarines son crueles y empezó el rumor que tenía sida. Y me da bronca, porque si nos hubieran dicho la verdad, tal vez lo hubiéramos ayudado, no lo hubiéramos dejado solo. Yo no tenía idea. Él no debió haber viajado.

¿Cómo fue ese viaje?
La noche antes de que se matara, estuvimos conversando con otros jugadores. Al otro día me lo encuentro en el ascensor, yo que bajo para desayunar y él que sube a matarse.

¡Qué atroz!
Lo saludé, “hola Mumo, qué tal?”. Terrible. Tuvimos crisis de llanto, yo no lo pude ir a ver. Cuando llegó Gorosito gritando que se había caído, pensé que era en las escaleras, jamás que se había tirado del piso once. Después traer el cajón en el avión. El que más estuvo con él fue Juvenal Olmos. Yo estuve tres meses sin poder dormir.

¿Nunca pensaste en el suicidio?
No. Si bien me cuesta la vida, me gusta vivir, aunque sea triste. Siempre tengo una esperanza, más ahora que tengo hijos.

BLANCO Y NEGRO

¿Dejaste el fútbol o el fútbol te dejó a ti?
-Como que me dejó. Pasa que cuando volví a Colo Colo ya no era lo mismo de antes. Terminé un poco enemistado con el fútbol. No me gustan las injusticias ni las deslealtades, me hacen muy mal. Yo venía de un Colo Colo súper profesional en el que entre los mismos compañeros nos cuidábamos y si sabíamos que uno había salido la noche anterior le exigíamos entrenar el doble: ¿no te gustó huevear? Y volví a un Colo Colo sin el mismo profesionalismo, sin respeto por la profesión, ni por nada.

¿Cómo es colgar los botines?
-Es duro, porque uno hace lo que le gusta y te pagan, pero también te cansas. Lo máximo de vacaciones que teníamos eran diez días. Imagináte cómo me sentí de feliz cuando me fui dos meses a Mar del Plata.

Pero después viene el vacío.
-Sí.

¿Cómo lo llenaste?
-Todavía no lo lleno, ni siquiera cuando fui director técnico. Lo pasé mal, incluso cuando me iba bien. Sufría mucho. Por eso me fui como me fui y me dijeron desleal y todo. Pero esto empezó antes, cuando los jugadores empezaron a filtrar a la prensa. Me fui porque los directivos me quitaban el piso.

¿Por qué sigues enamorado de Colo Colo, por qué no lo superas?
-Colo Colo es mi casa. Soy parte de su historia. La gente que está ahora no tiene nada que ver con la historia del club. No sé si me sienta como el Llanero Solitario, pero me gusta desenmascarar a la gente cuando es mala. Y quiero desenmascarar a los de Blanco y Negro, porque le han mentido a la hinchada. Dijeron que con la sociedad anónima iba todo a ser más transparente y está lleno de irregularidades. Se quieren quedar con el Club.

¿Por qué te echaron de CDF?
-Porque Varela me mandó a echar.

¿Por qué tu hijo entrena en la UC?
-Porque mientras estén estos tipos mis hijos no van a estar ahí.

¿Qué pretendes? ¿Qué quieres?
-Que el club se potencie, que se preocupe de los socios, de las filiales, de la hinchada que quiere ver ganar a su equipo. Antes, Colo Colo tenía ramas deportivas de básquet, volley, etc. Todo desapareció. El tema social no les interesa. Son empresarios.

Antes fue de Piñera…
-Y nunca fue colocolino.

¿Qué opinas de él?
No le creo nada. No me gusta. Tengo la particularidad de ver cuando la gente dice la verdad y cuando miente. Cuando ganó no lo podía entender, cómo un país confiaba en una persona así.

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