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Opinión

14 de Junio de 2012

ENAMA, Mapuches del siglo XXI

Desde fines de 2011, un grupo de profesionales mapuches viene impulsando el Encuentro Nacional Mapuche (ENAMA). Esta semana tienen en Temuco su gran Cumbre, donde ya confirmó su asistencia Piñera.

Pedro Cayuqueo
Pedro Cayuqueo
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Me cuenta un tío que una de las costumbres que más extraña tras emigrar a la ciudad es la del “nütram”: la conversación o el acto de poner en común la palabra con otros mapuches. “Nos juntábamos alrededor del fogón o la cocina a leña y vamos conversando toda la noche. Hasta cinco teteras nos vaciábamos con los parientes o vecinos de otras comunidades que nos visitaban, dele mate y conversa”, relata el tío Roberto.

Mi primo Francisco también extraña los tiempos en que los dirigentes anteponían a sus motivaciones individuales o de su organización, los intereses de nuestro pueblo.

“Koyaktu le llamaban los mapuches antiguos al acto de debatir y tomar acuerdos internos. Parlamento, le llamaron los españoles. Se hacían grandes trawun (reuniones) y se debatía días, grandes discursos de grandes oradores. Los viejos eran sabios; el koyaktu no terminaba hasta que el último lonko no estuviera de acuerdo. Era un ejercicio de democracia y pluralismo”, señala mi pariente.

“Hoy poco y nada de eso va quedando”, agrega. “Cada dirigente pelea por su comunidad o por su organización. Defienden solo intereses familiares o de partidos winkas que nos han dividido. Uno mismo ya ni ganas tiene de reunirse. Cuando invitan a reuniones, uno dice ¿para qué? si al final cada quien tira pa’ su lado”, se lamenta.

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Nütram, pentukun, koyaktu, trawün; conversación, saludo, parlamento, reunión. ¿Cómo definir la Cumbre ENAMA 2012 (Encuentro Nacional Mapuche) que esta semana se hará en Temuco? He aquí un comienzo. Y es que lejos de caricaturas sobre su perfil “pro-gobierno”, “empresarial” o “ABC1”, es ante todo una inédita y bienvenida instancia de encuentro entre mapuches. Inédita, porque trasciende colores políticos, partidistas o de adscripción a tal o cual comunidad u organización social. Lo único que importa a fin de cuentas es la condición de mapuche, el orgullo por nuestra identidad nacional, que es también la de nuestros ancestros y que proyectarán nuestros hijos y nietos. Y bienvenida, porque en tiempos de individualismo y atomización, de dispersión y desconfianzas, siempre se debiera aplaudir la posibilidad de juntarse entre mapuches y poner algunas cosas en común.

¿Cuándo fue la última vez que mapuches aplaudieron de pie a un hermano o hermana, destacado por su aporte a la sociedad? En los cinco seminarios previos a esta gran Cumbre ENAMA 2012, más de 30 destacados académicos, artistas, empresarios, científicos y deportistas mapuches se han ganado el aplauso y el afafan (celebración) de su gente, al compartir emotivos retazos de sus vidas. Historias que siendo finalmente exitosas, también nos remiten al despojo territorial y a la pobreza, a la discriminación y el racismo. A lo que implica ser mapuche o indígena en Chile, en definitiva.

“Pensé que me iba a morir sin recibir una invitación a un encuentro con mis hermanos mapuches”, me señala Wilfredo Antilef, destacado empresario y quien expuso su historia en el primer Seminario ENAMA en noviembre pasado. Esa vez también expusieron Inalaf, Calfucura, Melinao y Painecura, destacados emprendedores en rubros tan diversos como la agroindustria, la construcción, el turismo y la gastronomía de alto nivel. Y cada uno con su propia visión política, a ratos contrapuestas, pero con una característica central: amantes como pocos de su identidad.

De eso también se trata ENAMA: de poder encontrarnos aceptando y reconociendo nuestra diversidad como pueblo. Los mapuches tenemos una identidad, pero eso no significa que seamos idénticos. Aceptarlo es un mandato cultural y un deber democrático. ¿Es posible respetar las ideas de otros, sobre todo cuando estos nos llevan la contraria? Estoy convencido que sí, nuestros ancestros lo hicieron. Y quizás por ello -y no por su capacidad guerrera, que nos caricaturiza desde la Colonia como violentos y agresivos- prevalecieron al mayor Imperio colonial de su tiempo.
Koyaktu, reunirse, debatir, negociar, tomar acuerdo, pactar alianzas estratégicas, una institución clave de la alta diplomacia mapuche, que maravilló a cronistas y viajeros que recorrieron el País Mapuche. “En su gobierno aunque no tienen estos indios una cabeza, tienen mucho de lo que llaman los políticos ‘democracia’, que es un gobierno popular que llaman imperium populate, pues para cualquiera cosa de importancia se juntan todos y principalmente los caciques y convienen en lo que han de hacer”, relataba en el siglo XVII el español Diego de Rosales, autor de la “Historia General del Reino de Chile”.

¿Es posible recuperar entre los mapuches la amistad cívica y aquel debate democrático que caracterizó el obrar de nuestros heroicos ancestros? No aceptar el pluralismo, la diversidad de voces y proyectos existentes, nos convierte en todo aquello que decimos combatir. Que lo entienda la dirigencia mapuche actual, quizás una batalla perdida, lo reconozco. Que lo transformen en máxima las nuevas generaciones y liderazgos de nuestro pueblo, resulta clave. Y es que el Wallmapu, el País Mapuche, o somos todos o bien es algo por lo que créanme no vale la pena luchar. Y en ello incluyo por cierto a nuestros vecinos chilenos, los descendientes de colonos y todo aquel que elija nuestro suelo como su hogar para vivir.

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“¿Cuándo fue la última vez que estuvo invitado a una actividad mapuche?”, pregunté a Juan Cayupi, uno de los vulcanólogos más famosos de Sudamérica, invitado a exponer en un seminario. “No recuerdo. Debió ser hace mucho”, me respondió. “¿Alguna vez había sido homenajeado por otros mapuches dada su brillante labor profesional?”, insistí. “No, eso nunca me había sucedido”.

Hacernos cariño. Tanta falta que nos hace como pueblo. Reconocer y aplaudirnos entre nosotros mismos. Ser profetas en nuestra tierra. “Nos hemos endurecido tanto contra el winka y el Estado, que en el camino hemos ido de a poco perdiendo la ternura y la nobleza. Eso no nos puede pasar”, reflexiona un amigo mapuche. ENAMA, puedo dar fe de ello, representa una tremenda oportunidad para volver a retejer estos lazos rotos. Y situar lo nuestro, lo mapuche, en el sitial de honor que se merece. Cambiar la mirada prejuiciosa que tiene sobre nosotros gran parte de la sociedad chilena. Hacer pedagogía, abrirnos al dialogo intercultural, transformar Temuco, esta ciudad que se fundó como Fuerte Militar, en un real espacio de convivencia interétnica.

“Hacer que lo mapuche deje de ser sinónimo de conflicto. La región y el país tienen una tremenda oportunidad con nuestro pueblo. Mostrárselo es uno de los deberes de ENAMA”, me señaló una vez Hugo Alcaman, coordinador de la iniciativa. Concuerdo. Chile y La Araucanía tienen en el Pueblo Mapuche una oportunidad de oro. Sin negar la existencia de conflictos no resueltos que nos duelen y negaciones y atropellos que persisten, ha llegado la hora de relevar también aquello que nos une y nos proyecta hacia el futuro. Lo señalé en Tolerancia Cero: “Los mapuches vamos avanzando hacia el siglo XXI. La pregunta es si Chile nos quiere o no acompañar”. ENAMA, estoy convencido, es una bella invitación para hacerlo juntos.

*El autor es organizador de ENAMA

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