Opinión
11 de Julio de 2012Nicasio Luna: “En Santiago la gente anda enojada”
Lleva tres meses en Santiago. Se vino a estudiar música. Desde acá vivió el conflicto de Aysén, que había presagiado en sus canciones. Se hizo conocido luego de cantar en el Teatro Caupolicán, cuando los dirigentes de su región vinieron a negociar con el gobierno. Cantó “Abran los ojos, señores”, donde dice que “un par de mal paridos no pueden ganarle a un pueblo”. En la capital le han pasado cosas. Una mirada a Santiago visto desde la provincia.
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Nicasio Luna no pasa desapercibido en Santiago. Está parado frente a la estación del metro Bellas Artes y la gente lo mira. Viste de gaucho: lleva botas hasta casi la rodilla, bombachas, una campera de cuero café claro, pañuelo al cuello y una boina. En su mano carga su guitarra.
Nació hace 18 años en Cochrane, provincia de Capitán Prat. El lugar es conocido como la zona del río Baker, cauce que será intervenido por HidroAysén. Es el menor de cuatro hijos del matrimonio entre Aldo Luna y Herminia Ratia. Hace tres meses que se embarcó en un viaje. Un periplo kilométrico -un tanto hostil y solitario- desde su pueblo patagón hasta la capital. Vino a estudiar música en la Universidad Arcis. En su maleta se trajo un par de mudas gauchas, un pasaje de regreso con fecha 25 de julio, un poco de dinero que juntó en el verano, y su guitarra.
Luna fue criado en el folclor: un baqueano del fin del mundo con cara de niño, voz de adulto y verso de viejo zorro.
¿Cómo aprendiste a cantar?
-Como soy criado entre el campo y la ciudad, viví toda la cultura verdadera. Todas las vacaciones me iba derecho al campo. Allá comencé a escuchar música. Mi papi es guitarrero y cantor. Trabajó 10 años en la Argentina y allá aprendió. Y bueno, yo canto como canta mi papi. En invierno, como las noches son largas, siempre nos juntamos en familia. Yo iba a buscar una guitarra vieja, que tiene más de 25 años, y se la traía a mi papi pa’ que él la tocara.
¿Qué canta tu papá?
-Milongas antiguas, pero no escribe canciones. A mí me dio por escribir. Mi mami siempre tenía casetes de Saul Huenchul, de “El Tropero” Vallejos, José Larralde, Jorge Cafrune, que son músicos gauchos chilenos y argentinos. Me crié en el folclor.
¿Tu papá te enseñó a tocar la guitarra?
-No, él trabajaba mucho y en las tardes llegaba cansado. Yo digo que por eso no me pudo enseñar a tocar, pero de él saqué el gusto a tierra, el olor a corral como se dice. Fue el profesor Patricio Salinas, en la escuela Teniente Hernán Merino Correa, el que me enseñó a tocar. Él era profe de arte, pero es guitarrero. Estuve un año aprendiendo y después el curso no siguió, así que me quedé con el taller que tenía en la casa. Aprendí escuchando, viviéndolo en carne propia. Cuando tenía como 12 años, don Mario Figueroa, de la radio Nuevo Horizonte, me grabó un cd artesanal. Se llama “Canto a mis tradiciones”. En ese tiempo tenía una guitarra chiquita, que me la regaló mi papi. Pero tuve la posibilidad de estar en un festival grande, en el Festival de la Escarcha, en Cochrane, y la guitarra era muy chiquita. Así que junté plata y me compré la que actualmente tengo. Cazaba liebres, sacaba morilla, picaba leña, vendía los cd piratas míos…
¿La gente compraba tu música?
-Sí, los vendía a $4.000. Además, ya había sacado el segundo cd, que se llama “Señores, yo soy del Baker”. Yo digo, la gente de mi pueblo es buena, me veían chico y compraban mis cd. Me apoyaban harto. Es que hay gente muy buena en mi pueblo. Hay un grupo anónimo en Cochrane que me manda plata todos los meses. Dijeron que cuando termine de estudiar me van a decir quiénes son. Son cosas que para el alma son muy bonitas.
EL VIAJE
¿Por qué te viniste a Santiago?
-La verdad es que no tenía ganas de estudiar, pensaba irme al campo. En la zona donde vivo se trabaja con animales, con madera, con leña, agricultura… en eso quería trabajar, porque conozco esos oficios. Además, el campo da tranquilidad, estar con gente sana y buena. Pero en la escuela me ayudaron para hacer una audición en el Arcis, y me vine. Junté plata todo el verano, canté en la jineteá, que es deporte del gaucho. Compré pasajes de avión de ida y vuelta. Dije, me voy y me quedo hasta que llegue la fecha. Y que sea lo que Dios quiera no más.
¿Qué te dijo tu papá cuando te viniste?
-La relación con mi papi, como él fue criado a la antigua y sin su papá, porque no lo conoció hasta los 20 años… medio alejados somos. Yo a mis papis los trato de usted a los dos. No éramos muy amigos con mi papi, así de trabajo no más. Nunca tuvimos mucha comunicación. Cuando me vine, lo pillé de suerte en Cochrane y le dije que me venía a Santiago. Y con un poco de emoción, un hombre que ha sido tan duro, se despidió.
¿Y tu mamá?
-Mi mami es más cercana. Ella mil veces, mirando la tele, me decía que jamás viviría en Santiago. Cuando vine la primera vez para acá, le dije que ni pagando me vendría. Y ahora, mire, estoy pagando por vivir en Santiago. Así es cuando uno escupe al cielo. Las vueltas de la vida.
¿Qué pasó cuando te bajaste del avión?
-Dije, qué estoy haciendo aquí. Obligado a hacerle frente no más. En ese tiempo, cuando yo salí de Cochrane, ya estaban los caminos cortados por las protestas. Me vine arriba de una camioneta, con lluvia y frío. Me subí al avión abrigado, con campera, y cuando llegué a Santiago hacía demasiado calor. Pa’ mí fue un infierno el primer mes.
Es que debe costar mucho llegar desde tan lejos y más encima a la capital.
-Pensé que no costaba tanto. Me vine muy asustado, sin saber dónde me iba a quedar, porque no tengo familia acá, atropellé no más. Pero una señora que se llama Gloria Bascuñán, a la que conocí cuando el año pasado vine a cantar acá a Santiago para la semana patagónica, se convirtió como en una madre para mí.
¿Cuántas veces habías estado en Santiago?
-Vine dos veces con Los Gauchos del Baker, que es un grupo de chamamé. La señora Gloria me dijo esa vez que cuando viniera me podía quedar en su casa, y le cobré la palabra. Estoy muy agradecido de ella. Pero como no hay que molestar tanto, ahora estoy viviendo en otro lugar, en la casa de un amigo que trabaja en La Vega, y que no me cobra.
¿Cómo lo conociste?
-Tengo un amigo payador de Doñihue, Rodrigo Pérez, el Cigarrito. Un día me llamó el Cigarrito. Él es huaso verdadero y me invitó a su casa. Allá el Cigarrito me dijo que me quedara con sus amigos, donde estoy ahora.
CAUPOLICÁN
¿Cómo llegaste a cantar al teatro Caupolicán?
-Llevaba tres semanas viviendo en Santiago. Hace un tiempo hice un tema con mucha rabia sobre lo que ocurre en Aysén, me escucharon los grandes, y me invitaron a cantar al Caupolicán. Vengo de un pueblo tan chico que pensé que el Caupolicán era como el gimnasio de Cochrane…
Allí cantaste “Señores, yo soy del Baker”.
-Sí, y otra que se llama “Abran los ojos, señores”. Me aplaudieron harto, el corazón me saltó diferente. Es lo más bonito que me ha tocado en la vida.
¿Qué dijo tu mamá cuando le contaste?
-Allá son más encachados. Mi mami es como mi cable a tierra. Le dije, súper emocionado, que había cantado en el Caupolicán y que me había ido bien. Pero ella me preguntó por cómo estaba el tiempo en Santiago. No me dio ni un pesque. Pero está bien, es lo mejor. Al que se le infla en algún momento se revienta. De chico mi mami me dijo que tenía que ser prudente, callado, humilde, y respetuoso con las mujeres, con el hombre mayor y con el semejante, porque un hombre agrandado no llega a ningún lado.
SANTIASCO
¿Cómo te ha ido en la universidad?
-Al principio me costó bastante. Nunca en mi vida había visto una partitura, nunca había escrito música, no me sabía el nombre de todas las notas que tiene la guitarra. No sabía nada, aparte de tocar y cantar. Ahora ya estoy leyendo música. Los profesores son muy buenos, comprensivos. Saben desde donde vengo y adonde voy.
¿Cómo te llevas con tus compañeros?
-Son respetuosos, a pesar de que hay mucho rockero, son gente muy abierta. Si me ven vestido de gaucho, no me molestan. La gente en la calle mira raro sí, no sé qué pensarán, quizás que estoy loco. Gente ignorante, no saben que en la Patagonia hay gente que defiende con el alma la tradición. No sé de quién será la culpa de que muy pocos conozcan la cultura del gaucho. Mi folclor no es reconocido acá en Chile. No tiene agarradero este sistema.
¿Qué te parece Santiago?
-No me gusta. Si entre Cochrane y Santiago hubiese una moneda, Cochrane sería mi cara y Santiago, el sello. La vida acá es muy difícil. Me ha costado adaptarme el ritmo, el agua es mala, y la gente anda enojada, parecen gallinas, miran pa’ abajo no más y no reclaman nada.
¿Andas en metro?
-Sí, me subo apretado en las mañanas y en las tardes. Es incómodo, pero uno tiene que reírse ante la adversidad, sino es malo pa’l corazón.
Imagino que en esta ciudad grande y nueva para ti te han pasado muchas cosas…
-Me gusta vivir las cosas en carne propia. Anduve en un par de marchas y nunca en la vida había sentido el efecto de la lacrimógena y estar tan cerca de que los pacos te pesquen a palos. Para la marcha del 1 de mayo, los pacos estaban con sus escudos, porque ya se habían agarrado con los viejos. Había un hombre grandote, encapuchado, y le tiró una piedra grandota. Yo estaba entre él y los pacos y cuando cayó la piedra los pacos atropellaron con todo. Pero yo soy más ligero, les saqué como cuadra y media. En otra protesta me pasó una cosa que se la cuento en una décima: la lacrimógena sentí/y qué situación más charcha/y aunque yo no fui a la marcha/la marcha sí vino a mí/miles de estudiantes vi/corriendo con mucha garra/la marcha de frente me agarra/y el guanaco ahí se frenó/y saben quién me salvó/la caja de mi guitarra. Pasan muchas cosas en Santiago.
¿Qué te ha sorprendido?
-La gente que vive en la calle. En el campo hay pobreza, pero si tenemos hambre vamos a cazar un bicho para comer. Acá no se puede. Los pobres están en el olvido absoluto. Eso lastima el corazón. Me apena pensar que hay gente que tiene tanto mientras otros están en la nada. Es muy asqueroso ver eso.
En Santiago has visto gente mala y gente buena, como en todo lugar.
-He visto cosas malas. Vi pelear a un chofer de una micro con otro viejo. Iba pasando por fuera y todos miraban, pero nadie se metía. Uno no se puede meter porque es chico todavía, pero cómo van a dejar que se peguen dos personas. Gracias a Dios no me ha tocado vivir eso todavía, pero sé que cuando asaltan a alguien nadie le ayuda.
¿Qué es lo que más te gusta de Santiago?
-Mi casa y el Parque O’Higgins. En las poblaciones altas no hay vida. Uno no puede generalizar, pero su vida es fea. Yo estuve viviendo por allá.
¿Dónde?
-En Vitacura, en la casa de la señora Gloria Bascuñán. Había puras casas y gente bonita, rubiecitos, como dice una canción de Víctor Jara. Mucha apariencia y muy pituco.
¿Te miraban mucho?
-Sí, de pies a cabeza. Las chicas bonitas me miraban raro, pero no me preguntaban nada. Los santiaguinos son callados, miran, pero no preguntan.
¿Eso también pasa en el centro?
-Sí, pero allá andan muy amontonados. Hasta las viejitas son corpulentas, un puro caballazo y te botan.
¿Has escrito más canciones acá en Santiago?
-Sí, un par que aún no están tituladas. Tratan sobre el agua, lo que han vendido estos señores patriotas.
¿En qué punto te paras para hacer estas reflexiones?
-En el zapato de los demás. Yo he vivido la escasez, el tener que trabajar pa’ ganar el pan… me pongo en los zapatos de la gente que está mal y dan ganas de cantar lo que ellos no pueden decir. Si no lo hago, es como tener una flor y no regalarla.
HIDROAYSÉN
¿Cuáles son los problemas con HidroAysén?
-El poco respeto que han mostrado por la gente de campo de mi región. Parte del campo de mi abuelita puede ser inundado, pero HidroAysén ni siquiera se ha comunicado con ella para explicarle lo que puede pasar. Mi papá también tiene campo, aunque a él no le afecta. Tiene como 300 hectáreas, pero acá el campo no es sinónimo de dinero, sino que de esfuerzo y lucha.
¿Qué otros problemas puede causar la construcción de las represas?
-Además del daño al medioambiente, va a producirse un cambio cultural. Mi pueblo tiene como cuatro mil habitantes y van a llegar más de cinco mil trabajadores a ese lugar. La gente que anda detrás de la plata nunca es buena y las relaciones que se van a dar entre la gente de afuera y la de la Patagonia va a traer más problemas. Pueden aumentar los embarazos adolescentes y la delincuencia. Hoy, todavía se puede dejar la ventana abierta, pero después ya no. Cochrane no va a ser el mismo después de las represas.
Una de tus canciones llama a no doblegarse. Dice “un par de mal paridos no pueden ganarle a un pueblo”.
-Sí, pero son mal paridos porque caen bajo. Los políticos también. A ellos les interesa más el partido político que la gente. Hablan de tanto patriotismo y no son capaces de recuperar el agua ni nacionalizar los recursos naturales. Son unos vende patria que no quieren a su país.
¿Te han dado ganas de volver a Cochrane para siempre?
-Lo he pensado, pero sólo como talla. Creo que mi mensaje puede servir mucho más acá que allá. Acá es donde uno tiene que convencer a los políticos que el amor por nuestra tierra es infinito y no pueden llegar y hacer. Aunque los políticos no se fijan en las cosas espirituales.
¿Por qué a los políticos debería interesarles la espiritualidad?
-Es que somos gente, hay que respetar los derechos de los demás. No pueden pasar a llevar las cosas sólo para tener plata no más. Mientras unos se llenan los bolsillos, otros nos vamos a quedar con un río destruido y mirando torres de alta tensión toda la vida.
Allá en Cochrane la tienen clarita.
-Más o menos, igual el pueblo está dividido. Había gente que a veces no me contrataba para cantar, por las cosas que hablo. Saben que donde me pare voy a cantar lo que yo quiero y no lo que ellos quieren.
¿Echas de menos?
-Sí, todo, hasta el zapatero. No me siento solo, porque la soledad para mí no es un problema. La ciudad completa es la que me molestaba, el esmog, el calor… Santiago ha hecho que el corazón se me ponga más duro.
Pero el patagón es duro.
-Sí, el verdadero patagón es un hombre callado, prudente y observador. Martín Fierro, el libro de José Hernández, es como una biblia. Él tiene un verso que dice: el hombre que anda en pagos ajenos tiene que ser manso y prudente.
Escucha un poco de su música: