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Nacional

26 de Agosto de 2012

La insólita historia del chileno implicado en los atentados del 11-M español

La historia se parece demasiado a los viejos chistes, en que siempre hay un chileno en medio de una calamidad de tamaño mundial. Pues bien, en el que fue el peor atentado terrorista de la historia de Europa, el ataque múltiple contra las líneas del metro de Madrid, el 11 de Marzo de 2004, pues […]

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La historia se parece demasiado a los viejos chistes, en que siempre hay un chileno en medio de una calamidad de tamaño mundial. Pues bien, en el que fue el peor atentado terrorista de la historia de Europa, el ataque múltiple contra las líneas del metro de Madrid, el 11 de Marzo de 2004, pues sí, hubo un chileno involucrado, un simple lanza de exportación que probablemente aún no sabe gracias a qué fue liberado.

Se trata de Mauricio Andrés Soto Gómez, un sujeto nacido en 1982 y con último domicilio conocido en Lo Espejo que, como muchos, partió a Europa a “trabajar”, y terminó enredado con el líder operativo del grupo que cometió los atentados.

El tunecino

Sarhane Ben Abdelmajid Fakhet era un sujeto de clase media-alta que había sido enviado por su padre a estudiar un doctorado en economía en la Universidad Autónoma de Madrid, en 1996, pero allí conoció a varios sujetos radicalizados, hasta que en 1998 se quedó sin la beca que le había permitido acceder a la universidad y terminó vendiendo artículos robados en el sector de Lavapiés (Madrid).

Luego que el entonces juez Baltazar Garzón apresara a varios yihadistas involucrados en la llamada Célula de Madrid (aquí se puede ver el auto de procesamiento), Sarhane asumió como cabeza del movimiento radical Los hermanos de los mártires, quienes sostenían –entre otras cosas-que la yihad, la guerra santa, se podía hacer en cualquier parte del mundo, no necesariamente en los territorios ocupados por los infieles.

Fue allí cuando Sarhane forjó una fuerte amistad con otro de los imputados en la causa, el enigmático Rabel Osmán Sayed Ahmed, más conocido como El Egipcio, y luego apareció en escena Jamal Ahmidan, El Chino. Los tres, junto a varios otros sujetos, comenzaron a tramar los ataques se finalmente se llevarían a cabo el 11 de marzo de 2004, lo que requirió un tremendo despliegue logístico, pues fue necesario conseguir una serie de inmuebles, dinero, teléfonos y, por cierto, vehículos.

Los ataques

Con los explosivos ya dispuestos en las mochilas, montados los aparatos de activación remota a través de los celulares conseguidos por El Chino, con los vehículos necesarios para la operación llenos de gasolina, los seguidores de Sarhane, todos fieles de la doctrina salafista takfir que propugna Al Qaeda, iniciaron su tarea a las 7.36 horas del día que ahora se conoce en España como el 11-M.

A esa hora, una bomba estalló en un tren estacionado en el andén de la estación de Atocha, matando allí mismo a 34 personas. Tres minutos más tarde, a 800 metros del mismo lugar, se registró una nueva detonación que costó la vida a 63 personas que se encontraban en la línea de Alcalá de Henares. Al mismo momento, los terroristas hicieron explosar artefactos dejados en la Estación el Pozo, causando 65 víctimas fatales, y en el andén de la Estación Santa Eugenia, dejando 14 muertos. En total, los 10 artefactos que llegaron a estallar (de un total de 13) provocaron 191 víctimas fatales, incluyendo a 15 personas que fallecieron posteriormente. La cifra de heridos fue de 1.857.

La pista chilena

Más de un año después, y cuando la justicia ya había declarado inequívocamente que la responsabilidad no era de ETA, como dijo apresuradamente el mismo 11-M el Partido Popular (lo que le costó las elecciones), sino de un grupo de fanáticos salafistas, apareció la pista del chileno, como el sujeto que había vendido un auto robado a Sarhane, hacia fines de 2003.

En la declaración que le tomó en el Juzgado de Instrucción Central Número 6 de Madrid, el 21 de julio de 2005, Mauricio Soto Gómez –que en ese momento estaba en prisión por un robo con intimidación- señaló al juez encargado de la causa, Juan del Olmo, que estuvo en España el 2003 y que en octubre de ese año viajó a Chile, regresando en mayo de 2004.

Según él, no poseía vínculos de ningún tipo con los terroristas, manifestando que “la única relación que ha tenido es la venta de móviles a marroquíes, y en alguna ocasión le pidieron un coche y les vendió uno antes del mes de 2003”, precisa el documento judicial.

De acuerdo a Gómez, se trataba de un Skoda Fabia celeste, que robó en el famoso balneario de Benidorm, que pudo sustraer gracias a que “observó cómo unos turistas aparcaban el vehículo en la playa, los siguió y cogió la ropa de la playa, en donde se encontraban las llaves del coche”.

Siempre según su versión, de regreso en Madrid, fue contactado en un locutorio (central de llamados telefónicos) ubicado en la esquina de calles La Montera con Caballero de Gracia por un marroquí llamado Mustafá, cuya “dentadura era negra y con picaduras y su ropa era pantalón vaquero, que tenía aspecto de yonqui”, quien le compraba habitualmente teléfonos que aparecían en las carteras que él y otros robaban: “todos los chilenos que se mueven por esa zona se dedican a vender móviles, cámaras y cosas de esas”, explicó.

Además, señaló que el auto lo vendió una semana antes de regresar a Chile, en 600 euros, y que no se lo entregó a Mustafá, sino a un sujeto de 1.90, de cabeza rasurada y de 35 a 40 años, con quien se reunió en una estación de servicio, individuo que corresponde a la descripción de Sarhane, y quien -por añadidura- no aceptó pagarle los mil euros que el chileno pedía originalmente.

Cabe mencionar que esta declaración se tomó a dos semanas de los atentados ocurridos el 7 de julio de 2005 en Londres, en los cuales siempre se vio (mas no se pudo comprobar) una conexión entre esos hechos y los de Madrid, por lo cual Gómez señaló que lo había visto recientemente en la prensa a raíz de los hechos acaecidos en el Reino Unido, “pues salieron de nuevo las fotos de los presuntos participantes en los atentados de Madrid”.

Luego de reconocerlo en un set de fotos, pidió acogerse a la ley de protección de testigos y peritos.

El automóvil robado por Gómez fue encontrado en las inmediaciones de la estación de Alcalá de Henares y en su interior se detectó ADN de Allejema Lamari, otro de los involucrados.

La transcripción del interrogatorio a Gómez fue incorporada como evidencia en el juicio que se realizó el 2007 y al cual no compareció el ladrón chileno, quien estuvo preso cerca de un año más en España, hasta que finalmente el tribunal de San Sebastián, donde estaba procesado por robo con intimidación, decidió expulsarlo de regreso a Santiago, a mediados de 2006.

Sarhane murió junto a El Chino, Lamari y otros cinco yihadistas el 13 de abril, cuando el GEO (el equivalente al GOPE) de Madrid trató de entrar al departamento que ocupaban en el sector de Leganés, lo que originó la muerte de uno de los policías y, posteriormente, el que todos los salafistas se inmolaran, haciendo estallar el departamento.

El Egipcio, por su parte, fue detenido en Italia y extraditado a España, donde resultó absuelto de la acusación fiscal, de la cual también fueron exculpados otros cuatro imputados. Dieciocho fueron condenados, pero 15 de ellos recibieron penas por delitos conexos (como tráfico de explosivos o falsificación) y sólo tres fueron declarados autores materiales de la masacre. Pese a ello, El Egipcio fue condenado por pertenencia a un grupo armado, en un fallo emitido en su contra en Milán.

Para leer los documentos vaya a www.w5.cl

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