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Nacional

8 de Septiembre de 2012

El discurso en el que Giorgio Jackson hace pico al sistema

Es difícil encontrar un punto de partida para lo que quiero transmitir, así que me tomaré de lo que tengo más a mano: La Alameda. En este último año nos ha tocado pasar varias veces marchando por afuera de este edificio. Hoy, hemos entrado y nos disponemos abrir un Congreso en el que se discutirá […]

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Es difícil encontrar un punto de partida para lo que quiero transmitir, así que me tomaré de lo que tengo más a mano: La Alameda. En este último año nos ha tocado pasar varias veces marchando por afuera de este edificio. Hoy, hemos entrado y nos disponemos abrir un Congreso en el que se discutirá acerca de la dirección a dónde queremos que marche Chile.

La fuerza y la energía de este momento tiene, por cierto, muchas razones de ser, pero no habría sido posible sin el esfuerzo, apoyo y trabajo de muchos aquí presentes y otros que a a lo largo de nuestro país -y también en el extranjero- inspiran y componen a este movimiento que , tras casi nueve meses de trabajo, comienza a nacer.

Llegar hasta acá tampoco ha sido fácil, así que, corriendo el riesgo de que se quede alguien fuera, no quisiera partir sino agradeciendo a quienes hoy nos acompañan. A los diversos exponentes de la escena cultural chilena que llenan nuestra vida con vida, a los músicos, a los actores y las actrices, escritores y escritoras, a los gestores y
gestoras culturales, gracias; a los dirigentes de varias organizaciones sindicales y de trabajadores y trabajadoras, por su empuje y convicción dentro de un contexto nacional anti-sindical; a los compañeros y compañeras estudiantes y dirigentes estudiantiles, por ser el catalizador y motor de lo que estamos viviendo hoy; a todos cuya sangre provenga de nuestros pueblos originarios y lo lleven como elemento de orgullo, por enseñarnos que esto recién comienza y que se necesita perseverancia, ingenio y fuerza para resistir la invisibilidad; a los académicos y académicas, que han estado apoyando con su experiencia y su capacidad técnica -y política- en este proceso de cambio de paradigma que vive nuestro país; a quienes pertenecen al mundo de los medios de comunicación, por intentar remar contra la marea y recordarnos de qué se trata el periodismo, a veces tan olvidado en nuestro país; a los miembros de la sociedad civil organizada, distintos movimientos sociales, juntas de vecinos, fundaciones, organizaciones no gubernamentales, a nuestras familias y amigos, a todos los grupos que han trabajado y empujado con tanta fuerza para que la voluntad de cambio de la mayoría de los chilenos se traduzca en realidad. Por último, aprovechamos de reconocer a todo el equipo de Revolución Democrática, que han trabajado arduamente con la gente del GAM para que este Congreso sea posible. A
todos ustedes, gracias.

Nos acoge un centro cultural que hoy vemos lleno de vida y color, pero que guarda en su memoria un oscuro episodio de muerte y terror. Este espacio es, sin duda, un símbolo de la transformación cultural de los espacios muertos y anquilosados hacia la vitalización pública, activa y creativa de una nueva ciudadanía. Si me hubiesen preguntado hace un año, si me imaginaba en un año más siendo parte de otro proceso, uno que buscara transformar, ya no sólo la educación, sino que buscara reescribir el curso de la historia de nuestro país, ese país que tantos chilenos hemos demandado pero que se nos ha negado, yo creo que hubiese respondido: Sí, me lo imaginaba. Y creo que somos muchos los que en esos momentos comenzamos a imaginarnos lo mismo, la mayoría en este salón, me atrevería a decir. Esto, ya que
hace exactamente un año y 4 días sostuvimos, como estudiantes -en articulación con otros actores-, una decepcionante reunión con el Presidente Piñera, cuyo resultado fue la señal que faltaba para constatar la fragilidad e incapacidad de nuestras instituciones para transformar los sueños colectivos de la sociedad, en realidad.

No era tampoco una novedad. Este episodio y proceso de movilización, a una acumulación de diversos procesos sociales ocurridos en nuestro país desde fines de los 90, ninguno hasta ahora con éxito rotundo, pero que aportaron, desde distintas aristas, a la recuperación de aquellos derechos que fueron entregados al mercado en plena dictadura y que aún, tras 5 gobiernos y más de 22 años, tanto de la concertación como de la alianza, parecen tan arraigados al “sistema”. El desafío es doble: recuperar y levantar derechos, historia y creatividad.

Pero, ¿Qué es eso que nos ha movilizado y que ha movilizado a tanta gente en Chile? ¿En este país, conocido como el “jaguar de Latinoamérica”? No quiero comenzar a elaborar una lista de las legítimas demandas que se han levantado desde el mundo social, porque quizás terminaría muy tarde. Pero me gustaría tratar de aterrizar la idea del por qué creo que estamos ante una oportunidad para reescribir la historia.

Nos hemos despertado porque nos encontramos actualmente en un país en que sus ciudadanos se ha dado cuenta de su imposibilidad de participar en el desarrollo; en un país que sueña con las cifras pero que su población no recibe en sus salarios la justa participación de las ganancias; una sociedad que se está dando cuenta que la educación y salud públicas mueren en manos del progreso de quienes quieren servirse de ella para proteger intereses individuales; una sociedad que se despertó porque ya no se cree el cuento.

Nos han encantado, cual flautista de Hamelin, con promedios y estadísticas que nos dicen cómo nos vamos acercando al supuesto desarrollo, pero hemos aprendido a rebelarnos contra esa música tranquilizante, no queremos seguir
siendo parte de una sociedad que se mantiene indiferente y condescendiente frente a tanta injusticia. No queremos conformarnos con la pelea sobre el porcentaje de la pobreza extrema, ya que, mientras nuestro país se hace cada
vez más rico, la mayoría de sus ciudadanos se sumerge en la incertidumbre e inseguridad.

En Chile la injusticia no es una abstracción, se vive a diario y de manera concreta. Algunos chilenos acceden a una educación con privilegios, otros no; unos se van hacinados en micros, otros no; algunos pueden estar seguros sobre el cuidado de su salud; la mayoría no; algunos deben vivir bajo la inseguridad de ciudades brutalmente
segregadas por la inmersión del mercado inmobiliario en las viviendas sociales; muchos deben tolerar las discusiones presupuestarias que hablan solo de Santiago, mientras en sus regiones se extraen los recursos naturales y no ven progreso; otros deben resistir la lenta exterminación de su cultura sus pueblos y convivir con el clasismo -o a veces racismo- que se produce por diferencias de origen y falta de integración; muchos de los anteriormente mencionados, intentan comprar un poco de ese “derecho a la felicidad” con instrumentos de plástico, que lo único que hacen es
ponernos cadenas para que las libertades se alejen aún más. Todos estos son problemas que afectan la calidad de vida de la mayoría de nuestros compatriotas, no son inventados y son producto de un sistema de vida basada en el individuo… en nuestro -y sólo nuestro- interés. En el nombre de la libertad, nos hemos transformado en una sociedad cada vez más indiferente, donde la ley de la selva, la desconfianza colectiva y la competencia nos invitan a vivir más en un ambiente de Jungla, donde hay que sobrevivir a toda costa, en vez de vivir en una sociedad de fraternidad y democracia. La sociedad de SQP. Sálvese Quien Pueda!

Ojalá fuera gracioso, un chiste, lo digo en serio. Lo que hoy vivimos en nuestro país es una derrota cultural inconmensurable. Es una derrota a los sueños que miles, a lo largo de nuestra historia, han puesto en sus horizontes. Y es por esto mismo que el proceso de construcción de soluciones a problemas reales deben venir, no sólo de
ideas innovadoras y aplicadas a la realidad, sino de nuevas prácticas para su concepción y desarrollo, que provengan desde la comprensión y el acompañamiento del problema. Fomentar instituciones políticas que se alejen del Olimpo y estén -no sólo más cerca de los ciudadanos y de sus problemas- sino que sean capaces de ponerse en sus zapatos y sus problemáticas. Ese es uno de los mayores desafíos que tenemos como movimiento político y requiere de un cambio en la manera de relacionarnos, de comunicarnos y por supuesto, de cómo discutimos y deliberamos nuestras diferencias. Tenemos que recuperar una cultura de construcción colectiva, fraternidad y confianza. Y la razón fundamental de por qué hoy es el momento preciso para hacerlo, es porque creemos que podemos hacerlo. Hoy creemos posibles los cambios porque no soñamos con lo posible. Parafraseando a Silvio Rodríguez, podemos decir que nuestra sociedad de hoy, y también nosotros aquí presentes, “hemos preferido hablar de cosas imposibles, porque de lo posible ya sabemos
demasiado”, hemos preferido no dar vuelta la página, sino escribir la historia. Todos quienes compartiremos este relevante pedacito de historia, en este Congreso fundacional, estamos unidos por la convicción profunda de que el año pasado fue el momento de decir ¡ya no más!, y que este año es el momento de comenzar a darle expresiones políticas a ese descontento. Quienes estamos aquí, no queremos seguir “padeciendo” las políticas, sino construirlas colectivamente. Entonces el desafío está en ser creativos y leer Chile más allá de Dictadura o No Dictadura, de Estado o Mercado. El desafío está en revolucionar todo lo necesario para lograr un Chile más justo, armónico, integrado e igualitario. De allí que repitamos, y sigamos repitiendo, que hay que #crearparacreer.

Pero ojo, no sólo debemos leer Chile de otra manera, sino que debemos reescribirlo ¿y cómo se reescribe un país? ¿Cómo se redefinen las reglas del juego en un país que se rediseño en Dictadura, colocando candados por todos lados para proteger un modelo económico neoliberal, sumado a una institucionalidad conservadora, carente de cualquier tipo de participación? Uno de los resultados de nuestro referéndum programático, es que creemos que no se puede escribir de otra forma que no sea con la participación de todos los chilenos y chilenas tanto en el territorio nacional como en
el extranjero, mediante un proceso de Asamblea Constituyente. De cualquier modo, este proceso democrático debemos promoverlo en paralelo al desarrollo de una visión de país que contemple valores como la inclusión, el respeto
por el otro, la cohesión social,la valoración de lo público y, por sobre todo, la humildad, que será lo único que nos permitirá estar abiertos a las demandas sociales e impedirá que nos enfrasquemos en torres de marfil o la defensa de nuestros propios intereses.

Junto a estos principios, hemos de promover la profundización de la democracia a través de la participación efectiva y vinculante de los ciudadanos modificando los amarres que hacen que las mayorías del país no se vean representados en la toma de decisiones. Hemos de buscar también con mucha fuerza el fortalecimiento de la capacidad de todos los actores del sistema productivo de organizarse colectivamente, trabajar en sinergia con actores públicos y privados y ser parte del diseño de las políticas que requiere una nueva etapa en el desarrollo nacional. Con ello también
Impulsaremos la construcción de un proyecto educativo público y gratuito, a través de un amplio proceso de diálogo y deliberación y promoveremos la elaboración de una nueva Política de Desarrollo Urbano que regule el mercado del suelo, evite la especulación a costa de la inversión pública y planifique la localización y el crecimiento
de la ciudad.

Los que he nombrado son tan sólo algunas de las ideas que han salido de nuestras comisiones de programa -de las que seguro saldrán más- y que han sido aprobadas en nuestro referéndum. Ellas son también expresión de que estamos generando algo transformador, algo revolucionario.

La convicción que nos funda como Revolución Democrática es que, sumado a los procesos de concientización y movilización social, debemos estar dispuestos para disputar espacios de poder para lograr los cambios que ya hemos anunciado. Sin duda tenemos muchas críticas a las estructuras actuales, que llenas de conservadurismo,
no están dispuestas a perder poder. Pero eso no nos puede llevar al facilismo de salir escapando de las disputas electorales, como cual adolescente que da un portazo sin emitir una sola palabra. Todo lo contrario, no podemos hacer otra cosa que expresar nuestra convicción en una estrategia política coherente.

Nadie nos asegura el éxito, ni que vamos a ganar todas las discusiones, ni concitar
mayorías para todas las agendas transformadoras que planteemos. Probablemente
haya algunos cambios que no irán a la velocidad que nos gustaría. Pero no podemos
darnos el lujo de no soñar, de renunciar por anticipado a dar la pelea por esos

principios y a poner el tono de urgencia. A estar disponible para perder en el intento.
No queremos perder la disputa cultural por Walk Over, como muchos sectores -de la
hoy conocida oposición- han decidido a hacer, por miedo al “qué dirán”. Es que,
desde el año pasado, los políticos autodenominados “progresistas” o de
“izquierda”, ¡han tenido una oportunidad única en la historia nacional para
arriesgarse, para hacer suyo este grito desesperadode la ciudadanía! Pero
lamentablemente, excusas más excusa menos, no han querido, y hemos visto cómo la
agenda ha sido cooptada por lo pequeño, lo contingente, lo inmediato, sin haber
espacio para establecer discusiones normativas. Y estamos en septiembre y en vez de
ver una verdadera construcción de patria vemos banderas gigantes que cuestan
millones y millones, vemos que nos quieren hacer creer que la clase media gana
millones de pesos, vemos luchas de ego, prácticas oscuras y antidemocráticas,
desorden en las bancadas frente a temas urgentes, peleas por cupos futuros, cálculos
y conservadurismo político a partir de las cartas recibidas desde Nueva York, intento
de aumentar la popularidad con el vergonzoso episodio de la CASEN y la lista podría
continuar un buen rato más.

No quiero con estas constataciones sumarme al camino fácil del desprestigio de las
instituciones políticas actuales y a jugar por el lado, pero queremos espacios para
soñar en el país al que queremos invitar a vivir a nuestros hermanos menores, hijos o
nietos.

Queremos ser parte del cúmulo histórico del país, nos demandamos pensamiento
crítico, pero también nos demandamos ideas constructoras. Es por esto que a un
costado pueden apreciar aquellos procesos históricos que nos inspiran y que hemos
denominado, las 10 revoluciones de nuestra historia republicana. Desde el proceso de
emancipación de la colonia, más conocido como proceso de independencia,
caminando por procesos cruciales, como el nacimiento de la alianza entre sectores
populares y una elite intelectual, que dio paso a la sociedad de la igualdad.

Y cómo no inspirarnos de los inicios del movimiento obrero -más de un siglo atrás- quienes fueron
callados con sangre en la matanza en la Escuela Santa María, para luego presenciar la formación de sus principales exponentes, desde Luis Emilio Recabarren o don
Clotario Blest, quienes dieron la vida por los derechos de los trabajadores, y que
sentaron así las bases de la institucionalidad, que hasta el día de hoy sigue vigente en
el movimiento sindical. Podemos seguir observando procesos como la conformación
del frente popular o el movimiento por los derechos de la mujer a mediados de siglo,
para continuar con el proceso de reforma agraria bajo el gobierno de Frei, la
nacionalización del cobre que se concretó bajo el gobierno de Allende y la Unidad
Popular -que hasta el día de hoy sigue siendo el sueldo de Chile-, para finalizar con la
resistencia a la dictadura de miles de compatriotas, que culminó en ese masivo
esfuerzo colectivo en pos de la recuperación de la democracia.

Pero en el centro, junto a esta Historia, están ustedes, nosotros, hombres y mujeres
libres que queremos construir desde este espacio. Que comprendemos que estamos
en un momento que exige arrojo, determinación y astucia. El llamado es -tal como lo
dice este pendón- a #CrearParaCreer. A crear una organización política inspirada
en lo ocurrido en el 2011, pero que tiene claro que esos cambios culturales y
políticos no ocurren de la noche a la mañana y que necesitaremos de mucha
perseverancia para alcanzarlos. Y recién -de esa manera- poder creer en un Chile
profundamente democrático, donde la igualdad, la integración y la justicia social
sean pilares de un desarrollo sostenible y armónico.

Han sido 9 meses de gestación, ya es tiempo de nacer y posteriormente dar nuestros
primeros pasos. Sabemos que no hay ningún iluminado que pueda hacer que todos
estos cambios pasen. Pero estamos convencidos, que con el poder colectivo, con
la organización y con las convicciones que se respiran en esta sala y a lo largo
de nuestro país, podremos escribir la historia de un pendón más para esta
colección, la 11° revolución, la Revolución Democrática para Chile.
Muchas Gracias.

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