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Opinión

19 de Septiembre de 2012

La última de Gonzalo Rojas en El Mercurio: las mujeres sirven para tirárselas y tener hijos

El columnista del diario de Edwards fue fino. Se refirió a las féminas de antaño para hablar de las actuales que a su juicio han perdido el recato. Dice que la mujer siempre ha sido guardiana de su intimidad, para entregársela al marido y ser fiel con ese hombre hasta que la muerte los separe, no si antes ser una hembra "generosa". Y "generosa" porque le dará muchos hijos. Y después como abuela deberá tener muchos nietos. Es decir, doblemente generosa. Asevera que esa virginidad, ese cuidado de su cuerpo encomendado por la ley natural, "era un ideal, un máximo deseado, una múltiple manifestación de plenitud, hoy gravemente deteriorada". Quiriéndolo o no, Rojas hizo un "revisited" del ya famoso dicho de Ena Von Baer de que la mujer "presta el cuerpo". Feliz cumpleaños Chile.

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El columnista del Mercurio Gonzalo Rojas y archienemigo invitado en The Clinic, la hizo de nuevo. A sus ya facistoides comentarios sobre la realidad nacional y extraterrestre ahora sumó otro: las mujeres.

En el escrito que aparece hoy en el diario de Edwards, Rojas -con un notable giro idiomático- asegura que Chile es una “Matria”, debido al tezón, fuerza y grandeza de la “mujer chilena”. Para ellas, al principio, no faltan los piropos y reconocimientos.

Sin embargo, de pronto lo que parecía un dulce, comienza a girar y -hay que decirlo- diplomáticamente, Rojas afila su pluma para hablar del sentido moral de la intimidad femenina, que a su juicio antes protegía con celo para entregársela al marido con quien tendría muchos hijos. Al respecto, Rojas razona: “¿Cuáles son esas dimensiones? La intimidad, la esponsalidad y la maternidad. La intimidad de la mujer, su apertura a la unión con otro cediendo, entregando su intimidad -esponsalidad- y, como fruto de esa entrega a otro y con otro, su papel físico y espiritual de matriz, su maternidad”.

Sigue otra joya: “Desde niña, por siglos, la mujer chilena aprendió a custodiar muy delicadamente su intimidad, no sólo la intimidad de su cuerpo, de su dimensión estrictamente corporal, física, visible, sino también la intimidad de sus afectos, la intimidad de sus proyectos, todo descrito con palabras que hoy casi no se usan en la sociedad chilena: discreción, finura, recato; o sea, intimidad corporal, intimidad de los gestos, intimidad de los afectos y de los proyectos”.

Pero no todo termina allí. Rojas es un hombre culto y se nota. Asegura que esa mujer de la que habla “buscaba ser esposa fiel hasta que la muerte separase esa unión; y en ese contexto de intimidad compartida, la mujer estaba también abierta a la vida, a una maternidad numéricamente muy extendida, a una maternidad que solía calificarse con la palabra generosa”.

“Generosa” para Rojas es esto: “Se solía decir de la mujer chilena que había sido madre generosa y abuela generosa, porque en la medida en que había tenido muchos hijos, tenía que hacerse cargo, además, de los muchos hijos de sus muchos hijos; madre generosa, abuela generosa”.

Y remata: “No sería lógico pensar que esta triple dimensión ha estado siempre presente y en todas nuestras mujeres; obviamente no. Pero era un ideal, un máximo deseado, una múltiple manifestación de plenitud, hoy gravemente deteriorada.

De las aptitudes profesionales de las féminas nacionales, de sus dotes intelectuales, de su aporte a la ciencia o la política ni una palabra. En suma una mirada muy parecida a la de Ena Von Baer con su ya clásico “fail” de que la mujer “presta el cuerpo”.

Lea la columna completa aquí

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