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Opinión

20 de Septiembre de 2012

Miguel Kottow: “El aborto debiera ser una decisión de la mujer”

Médico cirujano, oftalmólogo y director de la Unidad de Bioética y Pensamiento Biomédico de la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile, Miguel Kottow viene saliendo de una extraña enfermedad que lo hizo mirar con otros ojos su profesión. Conversamos con él sobre los temas que investiga, como la eutanasia y el aborto […]

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Médico cirujano, oftalmólogo y director de la Unidad de Bioética y Pensamiento Biomédico de la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile, Miguel Kottow viene saliendo de una extraña enfermedad que lo hizo mirar con otros ojos su profesión. Conversamos con él sobre los temas que investiga, como la eutanasia y el aborto a secas, los que legalizaría, así como del negocio de las clínicas.

El doctor Miguel Kottow (72) viene saliendo de una extraña enfermedad que le paralizó manos, piernas y vejiga. Tiene el síndrome de Guillain-Barré, que se da en una persona entre cien mil. La enfermedad no suele tener muy buen pronóstico. Kottow podría haber quedado atrapado en su cuerpo como Ramón Sampedro o incluso haberse muerto. Pero se salvó. Y en estos últimos tres meses ha tenido que volver a aprender a caminar, escribir y comer.

En el peor momento de la enfermedad no pensó en la muerte. Todo se desencadenó tan rápido que recién ahora está reflexionando sobre el tema. “Pensar que siempre he estado hablando de temas como la eutanasia y me podría haber pasado algo similar. Es extraño”. Todas estos rollos que se ha pasado desde que estuvo internado en una clínica privada los ha registrado en una grabadora. Con esos pensamientos pretende escribir un libro que mezcle la teoría con su experiencia como enfermo. Ahí, dice, dejará en evidencia también su paso por la clínica: “Durante los quince días que estuve internado, la palabra bioética no se practicó en ningún momento. Los médicos son vasallos de los intereses creados. Por ejemplo, calculé cuántas horas estuve internado y cuántas de esas horas tuve contacto con médicos”.

¿Y a qué resultado llegó?

-Un 0.3%. Es lo que vi o conversé con médicos. Lo demás fue la institución.

Bioética en Chile

Hasta antes de enfermarse, Kottow escribía regularmente en un blog en La Tercera sobre bioética. Pero lo dejó de actualizar. “Todo el mundo opina de todo y se ha producido un letargo cultural en nuestro país. La gente no discute las cosas de fondo ni tampoco en serio. Por ejemplo, el movimiento estudiantil empezó pidiendo calidad y terminó pidiendo plata. Y la calidad nadie la está mencionando. Estamos dejando de lado la esencia de los problemas. Y quedándonos pegados en la periferia. Imagínese todo el tiempo que perdimos con la cuestión del aborto: que sí, que no, que tal vez…”.

Y ahora se durmió la discusión…

-Quedó insoluta. Hasta ahora toda la discusión se ha llevado a un nivel doctrinario, de tabú, de miedo, de no voy a decir una cosa que sea políticamente incorrecta. Pero nadie se abocó a una discusión efectiva con apertura a lo que está pasando en otras partes. No somos una isla. Si hay países que están discutiendo eutanasia, deberíamos estar en lo mismo para bien o mal.

El parlamento el año pasado dijo que no iba a discutir el aborto, porque era un tema valórico.

-Y justamente por ser un tema valórico hay que darle relevancia. Son temas que nos afectan a todos. No pueden decir que no van a discutir el aborto y dejar las cosas como están.
¿Y cómo están las cosas?

-Mientras esto no se discute, tenemos 200 mil abortos al año y 50 mil personas que se enferman por abortos clandestinos. Es un problema de salud pública duro.
Eso no se ha tomado en cuenta. La discusión ha quedado entrampada en lo doctrinario.

-Claro. Imagínese, que en Italia -país católico, con el Vaticano ahí mismo- hace 15 años dijeron “tenemos 200 mil abortos clandestinos, hay que hacer algo”. Y se lo tomaron como un problema tan agudo que mediante un plebiscito preguntaron a los italianos si votaban a favor o no del aborto. Y el 70% dijo que sí. Y plantearon la despenalización del aborto. Y cinco años más tarde fue un derecho estatal hacerse un aborto gratuitamente en el hospital. Y estamos hablando de un país católico que valóricamente está en contra, pero que tiene un problema que solucionar y lo hace.

– Pero acá no están ni ahí.

– Es que la influencia católica es gigantesca. Con decir que la bioética que más se practica en Chile es la de la UC, la U. del Desarrollo, la de Los Andes. Todas tienen a un montón de bioeticistas trabajando y los laicos no tenemos tribuna.

Gente que tiene redes de poder en todos lados.

-Por supuesto. Por eso los senadores y diputados cuando hablan de estos temas dicen “no voto como representante de la gente que me eligió sino en conciencia”. No, poh, si fueron elegidos para que voten de acuerdo a lo que quiere la gente y no de acuerdo a su conciencia. Detrás de la conciencia, claro, se esconden los compromisos.

Aborto a secas

Aparte de ser un problema de salud pública que pone en peligro a esas 200 mil mujeres, ¿por qué otros motivos habría que despenalizar el aborto?

-Primero que nada, el aborto es aborto. No tiene apellidos. Es a secas. Y el aborto debiera ser una decisión de la mujer. Es parte de su autonomía. Y ella que decida por qué lo hará. Puede no querer seguir con su embarazo por problemas económicos o porque viene mal el pronóstico médico con su feto. Si un feto viene muy enfermo y su vida será muy miserable, puedo prohibir el aborto siempre y cuando el estado se comprometa a cuidarlos.
Cosa que no hace.

-Claro. Si el estado está en contra debiera decirle a esa madre “mire, su niño está enfermo; como no puede abortarlo, yo me hago cargo”. Pero si no me hago cargo, tengo que autorizar el aborto.

Otro argumento en contra del aborto es que la mujer al hacerlo está cometiendo un homicidio.

-No tiene sustento. Se sustenta sólo en una creencia. La creencia que al momento de la fecundación se produce un ser humano con todos los derechos que tiene. Eso lo puedo creer yo, pero no todo el mundo. También puedo decir que si el feto está en una etapa de pre embrión -una nomenclatura favorita de la teología católica- y por lo tanto si evito que este embarazo progrese o tomo la píldora del día después, no estoy matando a nadie. Simplemente estoy impidiendo que un óvulo se convierta en otra cosa, que por lo demás es incierto, pues no sabemos en lo que se va a convertir.

De hecho hay un porcentaje de embarazos que no fructifican naturalmente.

-Por supuesto. De manera que hablar de homicidio es un desatino. Ahora, abrir las puertas a ciertas condiciones de aborto no significa despenalizar el aborto sin más ni más. Siempre van a haber condiciones en las cuales usted dice “no, no lo haré”. No puedo a los seis meses decir “quiero abortar”. Eso es homicidio.

Claro.

-En la discusión, hay tres momentos para decir “aquí comienza la vida”.

¿Cuáles serían?

-Una es el momento de la concepción. Por lo tanto, todo aborto es homicidio. Otro es el evolutivo: mientras sea embrión y no esté anidado, no lo considero vida, por lo tanto puedo abortar, pues no sufre si lo mato. Y el tercer momento -que es el que yo propongo y que no es muy popular aunque no es idea mía nomás sino también de otras personas como Humberto Maturana- es cuando la mujer asume que está embarazada y se hace responsable de otro ser.

¿Cómo?

-Si en ese momento dice no puedo asumir por A, B o C motivo, es válido que ella tenga la autonomía para decidir. Y esta postura rescata también la defensa de un embrión. Pues una vez aceptado, no puedo recurrir después y decir “sabe qué más, me arrepentí, quiero abortar”, no. Por otro lado, se cree que las mujeres cuando abortan son irresponsables y gozan al hacerlo. Un desatino tremendo. Un aborto siempre es un costo para la mujer. Cada aborto es una decisión sumamente complicada y por lo tanto hay que respetarla como una decisión bastante vital. Tampoco creo que las mujeres en vista que puedan abortar, se dediquen a la liberalidad sexual. No es así.

Eutanasia a secas

¿Por qué habrá tanta gente con terror al aborto?

-Todas las religiones consideran que tienen la verdad. Y una de las verdades fundamentales es no discutir el respeto a la vida. Y resulta que le dicen a los médicos “cómo puede apoyar el aborto, si su función básica es proteger la vida”. Y eso no es cierto.

¿No?

-Nuestra función es curar las enfermedades, pero no cuidar la vida. Si la cuidáramos, no tendríamos a la gente en estado agónico.

Como de hecho pasa.

-Aunque quieran morirse, no, vamos dándole porque tenemos que cuidar la vida. Los médicos estamos embarrándole la vida a la gente. Llega un momento en que se debería reconocer que no se puede más. Y dejar que el paciente tome la decisión, o sus familiares.

¿Por qué no vamos a tener ese derecho?

-Un amigo, que se estaba dializando tres veces a la semana, un día dijo “no voy más a diálisis”. El doctor le dijo “pero te vas a morir en tres días”. “Bueno, es lo que quiero”, le contesto. Y tomó esa decisión y murió. ¿Esa decisión se la voy a quitar si es su derecho morir como quiere? Es totalmente absurdo.

¿Qué piensa de la eutanasia con apellido?

-Que sea pasiva o activa son tonterías. Si soy médico se supone que le debo causar el menor dolor posible al paciente.
La eutanasia pasiva, entiendo, consiste en que si el paciente está sufriendo mucho, el médico no interviene y lo deja morir. Eso es de una insensibilidad tremenda.

-Por supuesto. Se deja morir al paciente en el tiempo que sea. Si se demora dos meses, mala suerte. Y se transforman dos meses en sufrimiento. Una brutalidad. Si acepté la eutanasia tengo que hacerla lo menos grave y sufriente para la persona afectada. Si acepto la eutanasia no puedo hacer ese tipo de eufemismo. A la larga es una forma de sacarse el pillo y decir “no hice nada para acelerar su muerte”. Lo otro gravísimo es que si todo el neoliberalismo pone en valor la autonomía de las personas, con qué derecho pueden decir hasta aquí nomás llega tu autonomía. Eso es un desatino. O acepto la autonomía o no. Si las decisiones más importantes las he tomado, ¿por qué no puedo hacer lo mismo con mi muerte? Nadie tiene derecho a meterse. Es un quiebre a la lógica. Una contradicción tremenda. Por un lado somos muy neoliberales, autónomos, individualistas. Pero por otra parte existe un dominio de la doctrina que dice “bueno, piense lo que quiera, pero haga lo que le digo”. Eso no es respeto a la vida. Incluso, la sociedad misma no está para proteger la vida.

¿Cómo así?

-Cuando opta por mandar gente a la guerra o deja que existan pegas peligrosas donde la gente se puede morir, por ejemplo en las minas, no está protegiendo la vida: está poniendo otro valor por encima, el que puede ser la democracia, la economía, no sé, pero la vida se puede sacrificar por eso. Bueno, entonces, también puedo tener otros motivos para sacrificar mi propia vida o la vida de la cual soy responsable si hablamos de aborto. Esto nos pone en situaciones ilógicas entre sí.

Burbuja moral

Y se produce, como dice en una de sus columnas, que estemos insertos en una burbuja moral.

-Claro. No nos deja apertura para debatir. Y si se discuten estos temas se cae en ambigüedades. El otro día entrevistaban al ministro Mañalich en La Segunda a propósito de la ley de derechos y deberes de los pacientes, que por cierto no es mala, sino muy mala, pésima. Y dijo que esta ley tenía la gracia de que autorizaba la decisión de la muerte digna pero no la eutanasia. ¿Qué es eso? Una ambigüedad absoluta.
Pero, por ejemplo, en el caso de la eutanasia, además de lo valórico está el factor-negocio. A las clínicas les conviene tener un enfermo terminal.

-Por supuesto. Pero primero que nada el término enfermedad terminal es pésimo.

¿Por qué?

-El paciente puede estar en un proceso de muerte, pero jamás le voy a decir “estás terminal”. Prefiero decirle “estás muy mal, grave, con pocas expectativas de vida”, pero no voy a usar este término que usan quienes critican estos temas. Y volviendo a su pregunta, claramente la enfermedad es un negocio tremendo.
Muchas clínicas también son dueñas de isapres y farmacias.
-El negocio del siglo. Eso se infiltra en nuestras actividades. Por ejemplo, mire cómo los médicos entran ahora a trabajar a las clínicas. Porque me ha pasado y no es cuento.

¿Qué le ha pasado?

-Estas clínicas -no voy a nombrarlas para no especificar mucho- le dicen a los médicos “usted pague un arriendo de 200 mil pesos mensuales, pero si usted pide hartos exámenes, le bajamos el arriendo”. Hay gente que pide tantos exámenes que le sale gratis. Así mueven la economía para su bolsillo.
A costa de los pacientes.

-A mí mismo, cuando estuve hospitalizado, me pedían exámenes porque sí y porque no. No me dejaban llevar los medicamentos por mi cuenta y los traían ellos con el recargo correspondiente. En esos días mi vida se transformó en un artículo de lujo.

Más encima las farmacias se coluden.

-El estado tiene que poner un tope. No puede hacerse el leso y dejar que cobren lo que quieran. El estado, que debería encargarse de la educación y salud, se está retirando de estas pegas y permitiendo que la mano privada tome decisiones por él. No tenemos un diálogo abierto donde podamos conminar al estado y decirle “si la Constitución dice que hay un derecho de protección en salud, bueno, dónde está el estado que lo hace real”.

¿Qué piensa cuando Mañalich dijo que se había puesto fin a las listas de esperas?

-Él es un neoliberal por ley, que maneja un ministerio como si estuviera todavía a cargo de la Clínica de Las Condes. Hace unos años dijo algo que lo evidencia tal como es. Cuando habló de su preocupación por la obesidad, en vez de decir que era un problema de salud pública, dijo que era de cada uno.
Empezando por él.

-Jaja. Claro. Y aseguró que en 20 años más la población chilena sería obesa. Qué manera de eludir una responsabilidad pública. Y así se está manejando en todos los problemas.
Así como la gente ha salido a protestar a las calles por la educación, ¿por qué no lo ha hecho por la salud?

-Es que los afectados son los pacientes. Y no tienen ninguna posibilidad de aglutinarse y formar grupos.

¿Y la ciudadanía?

-La ciudadanía reclama cuando está directamente afectada. Antes no.

Marihuana y clonación

¿Qué piensa de la marihuana?

-Si toma el ejemplo de Holanda, no está inmerso en un vicio de la droga ni de la eutanasia. Desde que ambas están legalizadas, los casos no han aumentado. Los antecedentes que dicen que la marihuana es la antesala para otras drogas no tienen sustento. Y la marihuana, caramba, si produce daños, también lo produce el cigarro y el alcohol. Esas cosas son muy perniciosas y producto de un ministerio que se dedica a la gestión y no a pensar.

¿Qué piensa de la clonación humana?

-La clonación terapéutica que tiene como destino generar tejido y órganos para reemplazar lo que está enfermo es un avance comparado a los transplantes, pero si trasciende a una reproducción de individuos, entramos en un conflicto sumamente grande, el que no somos capaces en este momento de dilucidar. El problema que se suscita es que la ciencia de la investigación de la clonación terapéutica automáticamente va dando instrumentos para la reproducción.

Y debe ser muy difícil establecer límites.

-Claro. Pero desde el punto de vista teórico la bioética se niega a aceptar la clonación reproductiva. Hay demasiados problemas que no se han solucionados. Y una vez que se hace, no hay vuelta atrás.

¿Y qué piensa de las células madres, que también son cuestionadas?

-Es una cuestión netamente doctrinaria. Algunos dicen “cómo vamos a congelar seres humanos”. Pero si hablan de amor, ¿dónde está el amor si dificultan a la gente el uso de una técnica que les puede dar la felicidad de tener un hijo? Entonces, de nuevo no es la técnica: es la doctrina.

En una de sus columnas se preguntaba cuántas veces los alumnos de medicina habían visto “MarAdentro” o leído a Kafka. Y concluía que ninguna.

-No están en la malla curricular. A mis alumnos les hacía leer el cuento “El médico rural” de Kafka: la historia de un médico que lo llaman de urgencia de un pueblo donde hay un chico que está muriéndose. Y el médico lo examina y no se estaba muriendo, pero la familia por algún motivo kafkiano insiste en que sí. Y viene la pelea entre médico y padres. Pero como la mayoría de las clases de bioética son en estas universidades doctrinarias, donde no piensan estas cosas, cómo usted va a pedirle horario para ver Mar Adentro. Estaría haciendo el loco.

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