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Opinión

24 de Octubre de 2012

Kamal Cumsille: “en la época de Pinochet la capucha no era una cosa de violencia marginal”

A tres semanas de ser atacado con una botella de vidrio en su rostro, el académico del Centro de Estudios Árabes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, cuenta cómo han sido sus días de recuperación luego de estar a punto de perder la vista. Los traumas con los que hoy duerme cuando recuerda la brutal golpiza de la que fue víctima en Juan Gómez Millas, donde no quiere regresar por lo que resta del año. Durante este tiempo, confiesa, se ha dedicado a analizar la existencia de encapuchados. "No creo en absoluto que haya una correspondencia directa entre gobierno, policías y encapuchados. O sea, el cuento del montaje yo ya me lo dejé de tragar", cuenta.

Ricardo Ahumada
Ricardo Ahumada
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¿Cómo fue la agresión?
– Estábamos en la realización de un acto cultural académico, un montaje de lecturas dramatizadas de textos literarios de Palestina y la Primavera Árabe. Comenzamos a escuchar ruidos, por el enfrentamiento entre encapuchados y carabineros. Yo me di cuenta cuando salí porque a lo que estoy acostumbrado, primero como estudiante de postgrado y luego como trabajador de la Facultad, es a máximo 10, 15 encapuchados cada vez. Ese día habían 50, 60. Habían por todos lados. Era como si toda el campus estuviera ocupado por ellos.

¿Trataron de salir y no pudieron?
– Nos vinieron a avisar que sacáramos los autos. Fuimos a sacarlos, los dejamos en el -1 de la facultad, y cuando voy subiendo pasé cerca de unos cuatro o cinco de ellos. Les dije que se fueran, que nos dejaran tranquilos porque estábamos en una actividad académica. Ahí me respondieron “qué te metís, tal por cual” y me salieron persiguiendo como cuatro de ellos. Yo llegué a la puerta del auditorio y cuando llego ahí, me había alcanzado uno. Abrí la puerta, me giré -por instinto, por sentir que hay alguien atrás tuyo- y me pegaron el botellazo en la cara.

¿A qué distancia fue el golpe?
– Fue a un metro. No me la lanzó, me la reventó en la cara. Por eso se complicó porque fue una herida de colgajo. Al final lo saqué barato porque salvo esta herida grande (en la nariz), el resto son cortes mínimos que a medida que vayan cicatrizando no se van a notar. Fue tan fuerte el impacto de la botella en la nariz que al quebrarse ahí disipó los vidrios para otros lados y no me quedé con los otros vidrios en la cara. Igual lo que se pensaba, que podía perder 30% del ojo, ya está descartado. Lo recuperé casi 100% y no tengo más fracturas maxilofaciales. En el fondo, para las dimensiones de violencia, la saqué barata. Si yo no me giraba y el tipo me pega el botellazo en la nuca, me mataba.

¿Perdiste la consciencia?
– Cuando recibí el impacto yo creo que me borré. Sentí como que se nubló la cara. Es como si hubiera chocado, como que te borrai, se escucha ese pito en la oreja y como que uno no sabe mucho que está pasando. Y además, como era una botella con pintura no podía ver lo que pasaba. Me caí y después me despertaron con agua. Yo creo que por un rato perdí la conciencia porque me acuerdo de eso. Luego trataron de sacarme. Tratamos de salir mostrando un paño blanco en el auto de la profesora Zedán y la micro de pacos seguía disparando lacrimógenas hacia adentro. De repente llegó una cerca, un encapuchado vio que era el auto en el que me estaban sacando a mí y parece que estaban ensañados y dijeron “ahí está, vamos a matarlo”, recogieron la lacrimógena y la tiraron adentro del auto. Le llegó a la profesora Zedán en el hombro y ella se desmayó.

¿Cómo salieron entonces?
– Ahí nos fuimos para otro lado del campus. No me acuerdo mucho. Además estaba oscuro, había viento, estaba como lloviznando. Era todo raro. Además que por cualquier lugar que saliéramos de la facultad salía un grupo de encapuchados. Íbamos asistidos por estudiantes, pero no podíamos salir. A la profesora Marcela no sé cómo la subieron al cuarto piso desmayada. Ahí se quedaron encerrados hasta como las 10 y media. A mi me sacaron en un taxi por la salida de Las Palmeras, hacia Macul. Incluso, cuando me iban sacando, le llegó una lacrimógena al amigo que me llevaba y sentí todo el olor a la lacrimógena en la nariz. Fue muy violento todo.

Ya han pasado tres semanas. ¿Cómo va tu recuperación?
– Me tengo que controlar hasta un mes más que es el plazo para el alta definitivo. Secuelas físicas más allá de eso, no. He estado visitando unos psicólogos y psiquiatras porque es un hecho súper violento.

¿Qué pensaste después del ataque?
– La primera semana estaba todo parchado, taponeado, no respiraba, lleno de analgésicos. Me acuerdo que venían de medios de comunicación a entrevistarme, sacaban fotos, imágenes y yo ni cachaba nada. Después, cuando me sacaron los parches y comencé a ver, a respirar bien te sentís vivo y comenzai’ a pensar. Ahí empecé a ver que el académico agredido en mi facultad había sido yo. Ese académico del que todos los medios hablaban que habían agredido, que era una situación preocupante, que consternó a la comunidad universitaria y que yo como tercero miraba los mails que llegaban de las declaraciones de todos y pasaba desapercibido. Después comencé a atinar. “Chuta, soy yo”.

A asimilar el hecho.
Claro. Y en mi caso hay cosas que me complican y me hacen pensar más que este no es un hecho aislado delictual, que hay cosas que pensar de lo que está pasando en este país. A ver, yo soy descendiente de palestinos, por lo tanto, más allá de lo que es el problema, soy una persona que los viajes que ha tenido no han sido precisamente a los lugares más dulces del planeta. No he ido a Paris a pasear por el Sena, no. Yo he estado en el campamento de Chatila, en el Líbano, he estado en Gaza. Estudié en Palestina, participé de manifestaciones allá, donde no te tiran gases lacrimógenos sino que los soldados israelíes disparan balas de verdad, y salí ileso de muchas de ellas. En una manifestación de la frontera de Pamala con Jerusalem, a tres metros me cargaron el arma y yo corrí y salí ileso. Estamos hablando de los lugares peligrosos del mundo, de verdad. Y que el hecho más violento que me haya pasado en mi vida me haya ocurrido en mi lugar de trabajo, en la Facultad de Filosofía, en la Universidad, en Chile que se supone que es un país relativamente estable, es de locos.

¿Por qué crees que pasa esto en Chile?
– Mira, uno de los filósofos con los que trabajo se llama Giorgio Agamben y una de sus tesis es que el estado de excepción es el paradigma de la política contemporánea. Esa tesis, que es como metafísica, abstracta, que hay que interpretarla y mesurarla en cada caso, la puedes escudriñar en todos los problemas sociales que tenemos y aún así no podrías llegar al punto en que a tres cuadras de mi casa me pare un convoy de militares y me pida el carnet. Pero esta cuestión me lo evidenció en la cara. Es aquí y en la quebrá del ají. No hay que estar en Gaza para que te rompan la cabeza, ni en el campamento de Chatila. Y eso te violenta porque en el fondo, más allá de la agresión física, hay una catástrofe inminente. Este país está en una situación grave. O sea, estamos mal.

Capuchas JGM

Los encapuchados son parte del paisaje en Gómez Millas.
– Han quemado dos micros este año. Mira, en la época de Pinochet, la capucha no era una cosa de violencia marginal. La capucha era el rostro del estudiante que luchaba contra la dictadura. Después del retorno a la democracia eso se transformó en una violencia marginal, resentida y residual, en ciertos reductos, donde el Estado la ha permitido por años comprendiendo que hay fenómenos que no se pueden anular. Lugares donde se permite, donde es más oscuro y menos visible, y otros lugares donde es más visible y eso no se permite. Uno de los oscuros es el campus Juan Gómez Millas y particularmente ‘la esquina maldita’. La verdad es que ahí nunca se ha hecho nada. Ni el gobierno, ni la policía. Llevo ocho años y dicen que se arrastra por 20. A nadie le ha interesado por años que ese tipo de violencia pare.

¿Tú crees que son estudiantes?
– Lo que ha pasado es que progresivamente el lumpen se ha ido incorporando, lumpen con un afán de destruir y que tiene un resentimiento que le da lo mismo romper un inmueble u otra persona que no está encapuchada y que seguramente pertenece a esta sociedad beneficiada por el capital y qué sé yo. Se infiltran y tienen complicidad de los estudiantes ideologizados con estas ideas. Los que pregonan la vía violenta son igual de fascistas que el fascismo que dicen combatir. Si lo miras desde un punto de vista marxista-leninista los pacos son de la clase proletaria y son trabajadores del Estado. Lo que tendría que hacer un marxista serio es quizás incorporarlo al movimiento, de su lucha.

Quieres decir que no es un fenómeno de estos últimos años
– Toda la gente que no tiene que ver con el campus Juan Gómez Millas, ni con la UMCE o con la UTEM, todo el que esté ajeno a eso en su vida cotidiana, conoció el fenómeno de los encapuchados el año pasado, en las marchas estudiantiles. Pero para nosotros, para mi no era nada raro. Una cuestión normal, era parte del panorama. Veías capuchas y sabiai lo que teniai que hacer, que teniai que andar con limones. Es lo normal de estudiar o trabajar en JGM.

¿Crees que son funcionales a la política del gobierno?
– Ha estado en discusión y ahora yo creo que el fenómeno es funcional al gobierno, a desligitimar cualquier lucha social seria y por lo tanto, le hacen el trabajo al gobierno y a los carabineros. No pueden ser más estúpidos. Es gente tonta. No saben lo que hacen. Como dijo un profesor amigo, no es que no tengan idea de anarquismo, es que no tienen la más mínima idea de nada. Si tú te das cuenta, todas las manifestaciones terminan con disturbios de encapuchados y finalmente lo que sale en las noticias es el balance de disturbios. Como profesor pro estudiantes hasta antes de esto tendía a decir que sí, por qué no. Ahora no creo en absoluto que haya una correspondencia directa entre gobierno, policías y encapuchados. O sea, el cuento del montaje yo ya me lo dejé de tragar. Y eso de la ley Hinzpeter tampoco tiene sentido.

¿Por qué no?
-Eso es judicializar la sanción de actos políticos. Aquí hay un fenómeno de violencia política organizada que exige otra lógica que no es la judicial. Aquí no hay delincuentes que procesar, aquí hay tipos que se organizan con capuchas, uniformados, y que al momento de hacerlo pierden identidad individual y toman una política como un colectivo que lleva a cabo cierta lucha que no tiene la legitimación social que pretende tener. El ministro del Interior llamó a Eugenio Chahuán, subdirector del CEA, y le dijo que estaba tratando de sacar la ley, pero había recibido rechazo y el profesor le dijo que no se trataba de eso, que no necesitamos más leyes. Le dijo ‘en 20 años los carabineros no han sido capaces de atrapar un encapuchado en nuestra facultad. Entonces, sí es así despídalos porque hacen la pega mal’.

Amenaza

En una declaración posterior al ataque los grupos explicaron la agresión y dijeron que “al que actúe como policía será tratado como tal”. ¿Te parece una amenaza personal?
– Esa es una amenaza latente para todos. Son tanto o más fascistas que el fascismo que sitúan sólo en la violencia policial. Es una amenaza para todo aquel que se oponga al accionar de ellos. Si yo fuera Lenin o Maquiavelo yo sacaría los militares a la calle cada vez que están estos tipos. Te digo Lenin o Maquiavelo, no Pinochet o Videla. Ellos creen que disparándole a los pacos van a destruir el Estado y al final ellos hacen sistema.

¿Tú crees que tienen un trasfondo político?
– Los teóricos más grandes revolucionarios yo estoy seguro que hubieran hecho eso. Cuando hay que actuar políticamente en función a algo que toca fondo, que marca límites, hay que actuar en correspondencia. Lula (ex presidente de Brasil) se ganó el desprestigio con mucha gente del continente cuando sacó la policía militar contra el movimiento de los sin tierra. Pero tuvo que hacerlo. O sea, o era Brasil o era pitearse a un grupo de tipos con policía militar. Aquí o somos todos o es pitearse a un grupúsculo de tipos que atentan contra todos. O disponernos a conversar, pero gobierno haga algo. No podemos seguir ciegos.

¿Qué te pareció la reacción de los estudiantes?
– Valoro mucho la solidaridad que tuvieron los estudiantes, sobre todo los de mi facultad. Fue la comunidad de la facultad o del campus JGM, la que se vio violentada. Y lamentablemente el pleno de la Fech, en vez de una buena declaración, una buena conferencia de prensa, en la que pudieran utilizar este hecho para poner en jaque al gobierno, desprender de una vez el fenómeno de los encapuchados del movimiento estudiantil y revalidarse frente a la ciudadanía, lo que hicieron fue sumarse a la declaración de los estudiantes de nuestra facultad. A mi me parece insuficiente, de torpeza política de los dirigentes porque esta cuestión era para sacar un provecho. O sea, estaba dando bote. Para Boric o Vallejo esta era la oportunidad para que se pusieran de este lado. Si no lo hicieron es porque hay cierta complicidad, no puedo pensar otra cosa.

¿Con este panorama cómo ves tu vuelta a clases?
– A menos de una semana de lo que me ocurrió volvieron a irrumpir en la facultad. Ahora, desde el próximo lunes van a comenzar algunas medidas y hay un trabajo: se están llevando acciones legales, se está intentando mejores acciones con carabineros. Esos son mejores espacios, pero con los estudiantes involucrados. Antes de esto ellos no habían criticado a los capuchas, al menos de la mayoría, aunque eso no implica que no puedan irrumpir.

O sea que vas a volver.
– Tengo la ventaja de que el Centro de estudios árabes está en el pedagógico y no en la facultad. Yo creo que hasta fin de año voy a evitar ir a la facultad. Y, bueno, después se verá qué se hace. Yo estoy dando un curso de la carrera de filosofía, pero pienso trasladarlo al centro. No sé si vuelva a ir a la facultad, por lo menos por lo que resta de este año.

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