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Opinión

28 de Noviembre de 2012

Gastón Salvatore, el escritor chileno que trabajó con Antonioni, Enzensberger y Rudi Dutschke

Foto: Alejandro Olivares Abogado, sobrino de Allende, el chileno-italiano Gastón Salvatore ha desarrollado una exitosa carrera literaria en Europa que acá ha pasado piola. En los años 70 se codeó con Michelangelo Antonioni y a comienzos de los ’80 fundó la revista Trans-Atlantik con Hans Magnus Enzensberger. También fue uno de los líderes del movimiento […]

Macarena Gallo y Claudio Pizarro
Macarena Gallo y Claudio Pizarro
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Foto: Alejandro Olivares

Abogado, sobrino de Allende, el chileno-italiano Gastón Salvatore ha desarrollado una exitosa carrera literaria en Europa que acá ha pasado piola. En los años 70 se codeó con Michelangelo Antonioni y a comienzos de los ’80 fundó la revista Trans-Atlantik con Hans Magnus Enzensberger. También fue uno de los líderes del movimiento estudiantil de Mayo del ’68.

En nuestro país, la figura del chileno con ascendencia italiana Gastón Salvatore Pascal (1941) no es muy conocida. Es que toda su carrera la ha hecho en Europa, principalmente en Alemania, donde es considerado uno de los dramaturgos más importantes de las últimas décadas.

Ex alumno del colegio Saint George y con pasado como abogado especialista en Economía Agrícola de la U. de Chile, es el único extranjero que ha ganado el Premio Kleist, el símil a nuestro Premio Nacional de Literatura pero en Alemania, el mismo que en su momento obtuvieron Bertolt Brecht, Alexander Kluge y Herta Müller.

Todas sus obras teatrales, que suman una veintena, han recorrido el mundo y han sido traducidas a un sinfín de idiomas que incluyen el polaco y el ruso. Su creación más famosa, “Stalin” (1985), fue incluso traducida al mongol.

Pero estos logros han pasado desapercibidos en nuestro país. El mismo Salvatore aventura una razón: “¿No ha oido hablar nunca del pago de Chile?, ¿no ha oído hablar nunca que en casa de herrero, cuchillo de palo?, ¿no ha oído hablar nunca de la envidia ambiental y el odio que tienen los escritores por sus colegas?”. En todo caso, dice, esto lo tiene sin cuidado.

EL BOTE DE ALLENDE
Antes de radicarse definitivamente en Europa a mediados de los ‘60, Salvatore compartió con su “tío” Salvador Allende. Como su familia tenía una casa que colindaba con la del ex presidente en Algarrobo, pasaron muchos veranos juntos. Incluso, aunque parezca curioso, Allende le enseñó a andar en yate. “Pero lo divertido es que él nunca aprendió, de hecho, no sabía cuál era la dirección del viento”.

¿Allende tenía un yate?
-Tanto como eso, no. Era una bote chico para dos personas que se llamaba “El Huaso Marino”. Pero en su momento, quienes lo criticaban decían que tenía un yate. De hecho se le acusó de haber importado ilegalmente un aparato de aire acondicionado para su yate. Pero nada de eso era así. Y por esa razón, su partido llevó el bote y lo instaló en la plaza de la Constitución para que todos vieran que no era un yate.

Después mantendrían contacto a la distancia cuando Salvatore se fue a estudiar Filosofía, Ciencias Políticas y Sociología a la Universidad Libre de Berlín Occidental, en 1965. “Una universidad que buscaba convertirnos en líderes anticomunistas”, dice. Pero no lo lograron. Con unos compañeros hicieron una huelga para cambiar la malla curricular.

Y lo consiguieron. Nunca más estudiaron “sovietología”.

En ese tiempo, Salvatore conoció al mítico líder revolucionario Rudi Dutschke, para quien tradujo al alemán el discurso de la Tricontinental del Che Guevara en tiempo récord. Y se hicieron amigos inseparables. A la par de los estudios, Salvatore se comprometió políticamente. Y diseñó junto con Dutschke y otros la estructura que llevó finalmente al movimiento estudiantil de Mayo del ’68, que desafió el orden establecido en Alemania. “Nos propusimos luchar contra la guerra imperialista en Vietnam y el monopolio de la prensa, por la revolución latinoamericana y exigíamos una universidad crítica”, afirma.

También luchaban contra la moral sexual…
-Sí, pero no era parte fundamental de nuestras plataformas políticas. Esa era una cosa llevada por las mujeres. Porque los hombres eran bastante machistas Otra cosa de la que no me ocupé fue de la liberación de las relaciones, del ser libre en términos sexuales, del amor libre.

¿Por qué no?
-El amor libre puede ser la cosa más frustrante que existe en la tierra. Pero no me metí en esas cosas que para mí debían estar en el terreno de lo privado. En ese sentido, era bien cartucho.

¿Qué dejó Mayo del ’68?
-Mucho. Mirando hacia atrás, lo que conseguimos en Alemania fue una revolución cultural. Sin darnos cuenta en ese momento, contribuimos a la democratización definitiva del país. Ahora, es imposible que Alemania se transforme otra vez en un país fascista.

Tras su participación en la revuelta estudiantil, Salvatore fue condenado a nueve meses de prisión por disturbios. Nunca cumplió la condena, pues huyó en auto a Londres. Recién en 1972 pudo volver a Alemania cuando su caso fue cerrado y se le permitió trabajar libremente. Pero decidió radicarse definitivamente en Venecia, donde vive hasta hoy, abocado a su carrera literaria. Por esos años, escribió el final de la película “Zabroskie Point” de su amigo Michelangelo Antonioni, a quien también aconsejaba en temas ligados al movimiento estudiantil.

También visitó Chile durante el mandato de Frei padre. En esa época, Salvatore se declaraba mirista. En ese viaje, lo acusaron junto a otros miristas de haber raptado a un derechista y mostrarlo “pilucho” en el estadio de Concepción. Y lo metieron preso diez días. Pero todo era mentira. Salvatore nunca había puesto un pie en dicha ciudad. “Era lo más inocente que hay, pero me di cuenta que no hay nada menos sospechoso que la inocencia”.

En ese entonces, ¿seguías creyendo en el socialismo?
-Siempre he creído en el socialismo, pero nunca en el socialismo real.

¿Cómo es eso?
-El socialismo tiene que ser una cosa en la que la gente crea. Tiene que ser lo más igualitario posible. O sea, disminuir la desigualdad. Pero el mundo va en una dirección contraria, deplorablemente.

En esa época, estamos hablando de Mayo del 68, ¿todavía no eras escritor o ya lo eras?
-Al poco tiempo. Pero la verdad es que siempre quise ser escritor. Por ejemplo, cuando la Francoise Sagan, que era mayor que yo, escribió “Bonjour, tristesse”, me dio lipidia calambria, porque esa joven había escrito ese libro y yo no. Y durante el movimiento estudiantil, me juntaba con unos poetas, que se leían unos a otros poesía en alemán. A mí, que soy un crítico tremendo, feeerooozz, no me bastaba con ser crítico solamente, también tenía que escribir. Y así comencé, escribiendo poesías.

¿Sobre qué?
-Tenían el lema “la burguesía es una enfermedad”. Eran poesías profundamente sensuales y políticas.

¿Y te mejoraste de esa enfermedad o dejaste de considerarla tal?
-Nadie se mejora. No conozco ni un caso. Bueno, una cosa es no practicar las costumbres de la burguesía y otra cosa es proletizarse. Pero ni siquiera a los que se proletizaron, cosa que no hice, les resultó mucho.

EL MOVIMIENTO CHILENO

Como experto en movimiento estudiantil, ¿les has puesto atención al chileno?
-Sí, qué linda la niña.

¿Qué te parece, Camila?
-Muy tonta, pero linda.

¿Por qué tonta?
-Dice tonterías, porque admira a Cuba, todas esas cosas…

¿Pero el movimiento, en general, qué te pareció?
-Lo apruebo desde luego. Tienen toda la razón. Cómo es posible que un país sin deudas no tenga escuela pública. Cómo es posible que no haya universidad gratis. Pero eso es culpa de la Concertación, que no hizo nada. Y eso es lo que se está vengando ahora.

¿Con qué Chile te has ido encontrando ahora? ¿Este es un país que ha cambiado mucho en el último tiempo?
-Por lo menos la clase dirigente no ha cambiado de mentalidad. El poder, los tabúes, las reglas, siguen siendo los mismos. La clase media no ha tomado una posición independiente y se sigue asimilando a la burguesía. Así que el fenómeno es el mismo, deplorablemente. Y no hay izquierda. Porque hay un partido comunista, pero el PC no sé en qué medida sigue siendo una aspiración de las clases populares.

¿Qué izquierda añorarías en Chile?
-Es difícil añorar una izquierda, porque la de Allende era imposible. O sea, Allende metido en el Chile en que estaba con los cubanos en contra, con los soviéticos completamente en contra, con dictaduras en todos lados, qué quería hacer. Era una cosa imposible, quijotesca. En la obra “Allende” digo todas estas cosas.

Si votaras en Chile, en las próximas elecciones, ¿por quién lo harías?
-No con entusiasmo, pero por la Bachelet. Encuentro que Marquito debería entrar al Partido Radical. La oportunidad que tuvo fue enorme. Pero al juntarse con los Max Marambio, los expertos en marketing, con los autos negros con vidrios negros, pasó a ser un matón. Y perdió la oportunidad de entusiasmar a los jóvenes.

Pero Bachelet tampoco entusiasma a los jóvenes.
-Pero no va a quedar otra. La democracia no elige entre dos ideales, sino que entre el menos malo y el que calza más. Se elige entre lo que hay. La política es la ciencia de lo posible.

Aunque en un momento pedían lo imposible…
-Es terrible. Las revoluciones no se las recomiendo a nadie, porque queda la tendalada enorme. Fíjate lo que pasó con Allende: no fue una revolución, sino 40 años de desastre.

¿Siempre terminan mal las revoluciones?
-Qué pena, pero sí, al menos las que conozco yo.

LOS ESCRITORES

¿Qué haces cuando vienes a Chile?
-Me paso comiendo con mis amigos y viendo lo que está pasando.

¿Qué estás leyendo?
-En este momento, “Washington DC” de Gore Vidal.

¿Y chilenos?
-No quiero hablar.

¿Acaso no te gusta nadie?
-No me gusta ninguno de a de veras, quién me podría gustar… Con Skármeta uno se puede ahogar en cinco centímetros de agua. Los encuentro malazos a todos. Leo harto a Nicanor Parra. Es una lectura constante que tengo aunque no lo encuentro como la gran generación de García Lorca, Miguel Hernández o Neruda…

O Alberti…
-No, él es pésimo. Es malo de de veras. No, pero Parra no es como un Pedro Guillén o un Antonio Machado. Por eso me gusta menos Parra. Lo encuentro más modesto, lo que no es malo, pero tiene un registro y una capacidad estética menor. Una vez Marcuse nos retó a los estudiantes, porque nos encontró modestos y nos dijo “tiren la piedra más lejos”. Y Nicanor siempre ha tirado la piedra más cerca. Bueno, como traductor de Shakespeare es un desastre. ¿Sabe inglés? Esa no es una traducción, no sé lo que es.

Él dice que es un libro suyo.
-Bueno, es típico de él que se robe las cosas.

Bueno, él dice que no existe robo. De hecho, en el Lear no dice Shakespeare, dice Nicanor Parra…
-Piensa tú. Pero igual me gusta, me divierte, me hace reír. Pero me interesa más Enrique Lihn.

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