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Nacional

23 de Diciembre de 2012

Carlos Peña hizo mierda en El Mercurio renuncia mula de Carlos Larraín

  “Sistema de protección y amparo con que los poderosos patrocinan a quienes se acogen a ellos a cambio de su sumisión y de sus servicios”. Si no conoce la definición, la Real Academia Española (RAE) la define de forma sencilla: “clientelismo”. Fue con esa expresión que el columnista de El Mercurio y rector de […]

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“Sistema de protección y amparo con que los poderosos patrocinan a quienes se acogen a ellos a cambio de su sumisión y de sus servicios”. Si no conoce la definición, la Real Academia Española (RAE) la define de forma sencilla: “clientelismo”. Fue con esa expresión que el columnista de El Mercurio y rector de la Diego Portales, hizo mierda al presidente de RN –amante de la renuncia con elástico- Carlos Larraín.

El académico le dijo de todo. Desde que era un niño mimado de la política nacional, hasta caprichoso, por lo bajo, criticándolo por haber llegado a la testera de la tienda de Antonio Varas, sólo gracias a las lucas.

“Carlos Larraín se convirtió en líder de la derecha -si es que líder es lo mismo que dirigente- sin haber hecho una carrera propiamente política”, explicó.

Relatando en breves palabras su carrera que comenzó en la alcaldía de Las Condes, Peña aseveró que la llegada de Larraín al ámbito del poder fue tardía, “pero si se atiende al tiempo que le tomó, fue rápida”.

“Pero…  lo normal es que en la democracia los dirigentes hagan un trayecto más o menos fatigoso y largo. En ese trayecto, el esfuerzo por obtener cargos de elección popular, pujar en las asambleas, morder una o dos veces la derrota y hacer vida partidaria, son casi siempre indispensables. Y todo eso no es ni una pérdida de tiempo, ni un rito inútil: a través de él los partidos reprimen la subjetividad de sus integrantes, socializan a sus miembros en las reglas del juego de la política, seleccionan a los más capaces, identifican los talentos”, apuntó.

En este sentido, Peña destacó la lógica disciplinaria de la UDI, donde nadie llega a un cargo si es que no ha cumplido con el servicio militar. El resultado está a la vista, dice Peña sobre la UDI: “… a pesar de arrastrar la sombra de la dictadura, se convirtió en uno de los partidos más importantes. ¿Cómo lo hizo? A fuerza de socializar a sus miembros en la disciplina de la política”.

¿Cómo explicar la carrera crepuscular y al mismo tiempo meterórica de Carlos Larraín?, se pregunta Peña. Su respuesta es escueta y, al mismo tiempo llena de sentido: “La explicación es obvia: se llama clientelismo”.

“El clientelismo es una relación social asimétrica, en que una de las partes (el patrón) dispone de bienes o recursos que, a cambio de lealtad, entrega a otros (los clientes). Se trata de un estilo doméstico de ejercicio del poder que, según explica la literatura, suele encontrarse en los sistemas políticos latinoamericanos permeados largo tiempo por estructuras sociales como la hacienda. Es el caso del liderazgo de Carlos Larraín”.

En su espacio en el diario de Edwards, Peña insiste en que Larraín, junto con ser un hombre de amplios recursos ecómicos que “en vez de dedicarse a la acumulación ascética o al consumo conspicuo, ha financiado campañas municipales y parlamentarias”, ha construido lealtades gracias al dinero.

“El resultado es obvio y esta semana estuvo a la vista: la subjetividad de Larraín (sus ocurrencias, su ánimo cotidiano) se ha convertido en un factor político. Esto muestra, como en un resumen, el problema central de RN: que ha consentido en su interior relaciones clientelísticas, sin racionalidad política de largo plazo y sin ideas. Así no es raro que los humores de don Carlos -como significativamente le dicen los militantes y parlamentarios de RN- estén transformados en un factor clave de la política chilena. Y que su conducta de esta semana recordara, para desgracia de RN, las palabras de Wilde: entre lo sublime y lo ridículo no hay más que un paso”.

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