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Cultura

11 de Febrero de 2013

Kathy Etchingham, la mujer que inspiró a Jimi Hendrix

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Mientras los admiradores del legendario guitarrista Jimi Hendrix esperan ansiosos el lanzamiento del nuevo álbum con 12 grabaciones inéditas en marzo, su exnovia, Kathy Etchingham, lo recuerda.
En septiembre de 1966, una peluquera y DJ de Derby entró al club nocturno Scotch of St James en Londres. “Había escaleras hacia el sótano y todos se recostaban en las barandas para escuchar a este tipo que tocaba en una esquina”, rememora Etchingham, quien acababa de cumplir 20 años. “Estaban embelesados”.

La iluminación era tan baja que apenas podían ver a Hendrix, recién llegado de Nueva York, contando sólo 24 años. Su talento era obvio, pero su nuevo manager inglés, Chas Chandler, todavía no le encontraba una banda. Cuando terminó de tocar, Chandler los presentó. Con su chaqueta militar, cabello afro y camisa floreada, este negro estadounidense no se parecía a ningún hombre que hubiera conocido antes. “Lucía fuera de lo común, realmente impresionante. Era fresco y hablaba con un acento americano muy suave”, recuerda.

Amor a primera vista

En pocos minutos, Hendrix estaba susurrando “creo que eres bella” en su oído. Etchingham admite que la frase era cursi, pero viniendo de él, funcionó. Horas después, fueron por Piccadilly hacia el hotel donde él se alojaba.
Hendrix, ajeno al tráfico londinense, estuvo a punto de ser atropellado cuando miró al lado incorrecto al cruzar la calle. “Avanzó y un taxi le rozó el pecho”, señala Etchingham. “Lo agarré del saco y le dije ‘tienes que mirar al otro lado'”.
Etchingham descubrió que Hendrix era un amante “experimentado e imaginativo” que podía tener las relaciones sexuales más románticas. Pero la mañana siguiente, la pareja fue interrumpida en el hotel por otra mujer. “Irrumpió en la habitación a las 11 de la mañana, gritando, maldiciendo y llamándolo ‘bastardo'”, cuenta. “Agarró una guitarra, la levantó del cuello y se dispuso a atacarnos en la cama”. “Me escondí bajo las frazadas, mientras Jimi exclamaba ‘¡suéltala, suéltala!'”.
Era su única guitarra en esa época y estaba desesperado de que se la fuera a destrozar. Para alivio de la pareja, la mujer desistió, haciendo aspavientos con la guitarra antes de desaparecer en un Jaguar azul.

Almas atormentadas

Hendrix logró recuperar su instrumento y fue a vivir con Etchingham. Siendo ambos exfugados de casa, tenían mucho en común. En prolongadas conversaciones nocturnas, él le contaba cómo su padre le daba palizas “sin sentido” por tratar de tocar guitarra poniéndole cuerdas a una escoba. Ella le hablaba de su padre alcohólico y de cómo su madre abandonó a la familia cuando tenía 10 años.

En un gesto romántico, Hendrix cortó un mechón de su cabello y, siguiendo una superstición de vudú, lo puso en sus botas para que siempre estuvieran en contacto. “Jimi era muy gracioso, muy entretenido”, expresa Etchingham. “Lo llevaba donde mi amiga Brenda, que acababa de tener un bebé. No tenía mucho dinero y le regaló un caballito de juguete. Era muy dulce”. Virtualmente pobres, se relajaban viendo televisión o con juegos de mesa, como Monopolio.

Uno de sus favoritos era Twister, que solía terminar con ambos cayendo al piso a carcajadas. Pero también peleaban, particularmente en la cocina. Una discusión originó la composición de una de sus famosas canciones. Esa noche, Etchingham estaba tratando de hacer puré de papas, sin éxito. “Él lo probó y dijo que estaba grumoso”, recuerda. “Yo sabía que él no cocinaba y allí empezó la disputa. Terminé gritando, arrojando los platos al piso y marchándome”.

Pasó la noche donde una amiga y Hendrix la extrañó tanto, que escribió su célebre “The Wind Cries Mary”.
Mary es su segundo nombre y el guitarrista lo usaba a veces para fastidiarla. Por eso, cuando la escuchó por primera vez, no le impresionó. “Era el tañido de una guitarra eléctrica desconectada”, dice. “Recién cuando la grabó me di cuenta que era una canción linda, triste; obviamente estaba acongojado”.

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