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Opinión

19 de Abril de 2013

Fredrik Gertten: “Es interesante como El Mercurio después de apoyar la dictadura siguió como si nada”

Fredrik Gertten, periodista y cineasta sueco, presentó ayer en Santiago “Big Boys Gone Bananas!*, su último trabajo donde testifica la guerra judicial que durante dos años le declaró el gigante bananero Dole luego de que desnudara las prácticas de la transnacional, que envenenó a sus trabajadores a causa de los pesticidas que usaba en su […]

Francisco Arias
Francisco Arias
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Fredrik Gertten, periodista y cineasta sueco, presentó ayer en Santiago “Big Boys Gone Bananas!*, su último trabajo donde testifica la guerra judicial que durante dos años le declaró el gigante bananero Dole luego de que desnudara las prácticas de la transnacional, que envenenó a sus trabajadores a causa de los pesticidas que usaba en su planta de Nicaragua. Dole se oponía a la exhibición en Estados Unidos del documental “Bananas” y demandó a Gertten quien los venció y recibió una indemnización de US$200.000 con los que, cuenta, no hizo absolutamente nada “porque todo se lo llevaron los abogados”.

De paso por Santiago, aborda su experiencia en este caso y sus recuerdos como corresponsal en Chile durante la dictadura, además de los cambios que percibe a veinte años de su primera visita al país.

¿Cómo decides enfrentar a una empresa tan grande como Dole?
Yo no me enfrenté a ellos. Estuve contando una historia que estaba ahí, que era pública. También lo hizo Los Ángeles Times, Associated Press, CNN, todos ellos hicieron reportajes sobre eso. Tal vez se le teme más a un documental, porque tiene una fuerza emocional que es mayor. Nunca pensé que Dole iba a atacarme, yo no buscaba un conflicto con ellos. Para mí las empresas chiquitas son igual de malas, Del Monte, por ejemplo o las del vino chileno, que usa un montón de pesticidas.

¿Cuál fue el momento más complejo del proceso judicial que te tocó vivir?
El momento más terrible de esta experiencia fue el día antes del estreno del documental en el Festival de Cine de Los Ángeles, cuando me piden que pare la exhibición, porque la película se iba a mostrar dos veces y después nunca más. Entiendo que esto le ha pasado a otros colegas también y sé de gente que ha decidido mejor no mostrar sus trabajos, porque una demanda cuesta demasiado. Ese fue un momento realmente muy feo, porque para mí era muy confuso.

Durante el juicio con Dole, contaste con el apoyo de ambos bandos de la política sueca. Unir a la derecha y la izquierda de un parlamento de cualquier país del mundo no debe ser fácil.
Nunca se puede esperar mucho de los políticos, ni siquiera de la izquierda, que a veces también tiene problemas con la cultura. Ellos a veces quieren que la cultura se comporte y nosotros no queremos comportarnos, si no hacer nuestras cosas. Más allá de eso, fue muy importante para mí que la izquierda y la derecha salieran con un solo mensaje. La base de la democracia es la libertad de expresión, la libertad de prensa y ese no debería ser un asunto de derecha o izquierda, así que estoy muy feliz de haberlo logrado.

Además te enfrentaste, según has relatado en otras entrevistas, al periodismo corporativo al servicio de las compañías.
Creo que en todos los tiempos hemos tenido periodismo malo, periodistas que sólo hacen lo que tienen que hacer para ganar su dinero, eso no es nada nuevo. Lo nuevo es que ahora el balance está más complicado. Los valientes tienen menos espacio y menos presupuesto, ahora es más complicado trabajar en los medios tradicionales. Esto tampoco es un panorama de blanco y negro, claro que hay buenos colegas también en los medios grandes, no todos son vendidos. Lo complicado es cuando tienes un enemigo muy fuerte, como yo lo tenía. Las empresas tienen una estrategia de prensa y venden una historia, entonces es muy difícil cambiar el ángulo. En Estados Unidos yo no podía cambiar el ángulo de lo que ellos informaban. En Suecia si pude, pero en Estados Unidos no.

Después de lo que viviste con Dole, ¿crees que existen garantías para la libertad de expresión en el periodismo actual?
Siempre es algo que está amenazado, siempre necesitamos luchar para defenderla. Lo raro es que casi todas las constituciones del mundo tienen considerada la libertad de prensa, de seguro hasta la de Corea del norte debe tenerla. Lo que cuenta mi película es que la lucha no es sólo contra la censura, sino también contra la autocensura y las prácticas de los poderosos que compran noticias y crean campañas de noticias, cómo ellos casi definen lo que es y no es noticia y eso también es muy peligroso. Por ejemplo en Europa, con la grave crisis, se habla de que los griegos o los italianos o los portugueses son los malos, los culpables de la crisis. Es obvio que los bancos, los verdaderos culpables, compran mucho este tipo de servicios de contratar periodistas para vender su imagen. Eso es una nueva batalla. Ellos en sus compañías tienen muy buenos periodistas, ex políticos, ex militares, gente muy creativa y muy lista que trabajan para vender ese tipo de mensajes.

Es un tipo de censura distinto al que experimentaste, por ejemplo, en el Chile de la dictadura.
Sí, claro. Son formas distintas. En los `80 en Chile el control de la prensa fue muy importante y es interesante cómo El Mercurio después de apoyar la dictadura siguió como si nada, cuando formó parte del golpe de Estado. Yo estuve en el edificio Diego Portales cuando Pinochet celebró los quince años de la dictadura, fui testigo de su discurso y fue una experiencia muy rara. Con él, como símbolo de todo lo malo.

El país del consumo
¿Cómo fue tu experiencia en Chile como corresponsal en aquella época?
Sabía mucho de Chile porque tenía muchos amigos chilenos en Suecia. Además, para mi generación, el golpe de Estado en Chile fue muy fuerte. Estuve en la primera manifestación en mi ciudad después del golpe. Cuando llegué era súper intenso, un país con mucho miedo. Luego, lo que pasó con la campaña del No es que todo el país salió del miedo. Fue un momento muy rápido e increíble que viví, fue una experiencia muy fuerte. Un momento histórico muy especial. Luego volví para las primeras elecciones presidenciales que ganó Aylwin e hice un recorrido desde Iquique hasta Tierra del Fuego, recorrí prácticamente todo el país y conocí la geografía de Chile, con la cordillera que siempre está. Es muy especial. Ahora, hay algo que siempre me ha shockeado de Chile. Cuando estuve aquí trabajando en los ochenta, estuve en muchas casas humildes en donde no tenían mucho, pero siempre había Coca Cola. Para mí era un schok. Sería mejor si tuvieran leche o agua en vez de esa Coca Cola. Eso es una guerra de almas, ellos saben cómo comprar almas con la publicidad. La publicidad crea identidad, la gente se siente más rica cuando toman algo que vieron en la televisión.

¿Y qué diferencias has encontraste entre el Chile que dejaste y el de hoy?
Cualquier país se ha desarrollado durante estos años, es obvio que Chile ha dado muchos pasos. Lo que viví con el plebiscito que finalmente ganó la Concertación era un proyecto interesante, que ahora lleva algunos años y se desgastó mucho. Han transformado a Chile en un país que ahora es casi normal, casi aburrido tal vez.

Los últimos años no ha sido precisamente un país aburrido. Desde el 2011 ha habido una fuerte movilización social en temas como la exigencia de gratuidad en la educación.
Eso es muy interesante, porque Chile fue el primer país latinoamericano en ser neoliberal, fue casi como el ejemplo neoliberal. También es muy lindo que Chile sea el primer país que sale a la calle para detener el neoliberalismo, eso también es un ejemplo para el mundo. Ahora en Europa estamos en una crisis del neoliberalismo. Mucha gente se está dando cuenta que el neoliberalismo no es la respuesta, pero durante muchos años si lo fue. En Suecia la educación es gratuita y pública, pero también hay iniciativas privadas. Hoy existe un debate muy fuerte allá al respecto. Lo otro raro de Chile, aunque no sorpresivo, es que tan pronto se haya elegido un gobierno de derecha.

¿Te parece extraño?
Un poco. Cuando estuve en Chile, a finales de los ochenta, sabía que había mucha gente que apoyaba a Pinochet. De cierta manera no era una sorpresa el apoyo que él tenía, que era algo así como un treinta por ciento. Que la derecha ganara después de eso una elección presidencial fue fuerte, no pensé que pasaría eso tan pronto. Pero claro, con publicidad y nuevas imágenes se puede convencer a muchos. La política también es un mercado en donde el contenido a veces no cuenta, es triste. Espero que la derecha no vuelva a ganar. Para mí, Pinochet, su gobierno y su gente representan lo peor de la humanidad. La gente que apoyó un golpe de Estado no debería estar en el gobierno.

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