Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Mundo

23 de Abril de 2013

El testimonio del desertor de Corea del Norte que cruzó a nado la frontera con China para escapar

Vía BBC Mundo “El cuerpo es tuyo, la mente le pertenece al Gran Líder”. Habla Kim Joo-il, un excapitán del ejército norcoreano que desertó en 2005. En conversación con BBC Mundo, Kim, quien vive en Reino Unido desde 2007, explica por qué el lavado de cerebro que -según dice- sufrió él y experimenta la mayoría […]

Por

Vía BBC Mundo

“El cuerpo es tuyo, la mente le pertenece al Gran Líder”. Habla Kim Joo-il, un excapitán del ejército norcoreano que desertó en 2005.

En conversación con BBC Mundo, Kim, quien vive en Reino Unido desde 2007, explica por qué el lavado de cerebro que -según dice- sufrió él y experimenta la mayoría en Corea del Norte lleva a que los norcoreanos quieran ir a una guerra en medio de la tensión que vive la península.

“Tanto los civiles como los soldados sufren por la situación económica. Y quieren cambiar eso. Van a morir de todos modos así que, ¿por qué no tener una guerra?”, afirma Kim, quien una y otra vez –en una charla que brindó la semana pasada en la sede de la BBC en Londres– hizo hincapié en el lavado de cerebro.

Allí está, dice, la explicación de que la sociedad no vea con malos ojos la retórica encendida de su líder, Kim Jong-un, quien desde que la ONU impuso en marzo nuevas sanciones al régimen por su ensayo nuclear ha puesto, en base a acciones y amenazas, en alerta a Estados Unidos y Corea del Sur, y a su aliado China.

“Les enseñan a pensar que pasan hambre por culpa del mundo exterior. Y necesitan un arma nuclear para luchar y dejar atrás las dificultades. A las autoridades, que están cómodas en sus puestos y con su estilo de vida, les sirve hablar de conflicto: distraen a la gente, intentan que olviden que comen una vez al día, pero no quieren concretar sus amenazas porque buscan forzar el diálogo con otros países para recibir ayuda”.

Kim resume así su opinión sobre los motivos detrás de esta escalada.

 

“Somos raros”

“Tanto los civiles como los soldados sufren por la situación económica. Y quieren cambiar eso. Van a morir de todos modos así que, ¿por qué no tener una guerra?”

Kim Joo-il, un excapitán del ejército norcoreano

“Es natural ver que somos raros porque no conocemos el mundo exterior y el mundo exterior no nos conoce a nosotros, no saben lo que pasa adentro”, dice Kim, de 40 años.

Corea del Norte es un régimen impenetrable, salvo excepciones.

Kim es una de ellas. A los 32 años consideró que ya había tenido suficiente y decidió ser uno de los casi 30.000 desertores del régimen, 23.000 de los cuales -se estima- viven en Corea del Sur.

Bajo el mandato de Kim Jong-un, quien alcanzó el poder a fines de 2011 a los 27 años tras la muerte de su padre Kim Jong-il, activistas de derechos humanos y funcionarios surcoreanos aseguran que se ha complicado aún más abandonar el país, señala el diario estadounidenseThe New York Times.

Según el periódico, la pobreza generalizada de los norcoreanos hace que sea casi imposible reunir el dinero para pagar por su escape. Y el endurecimiento de los controles en la frontera con China hizo que el año pasado se redujera un 44% la cantidad de refugiados norcoreanos que llegaron a Corea del Sur, que totalizaron 1.509.

Cruzar el límite entre Corea del Norte y Corea del Sur implica atravesar la Zona Desmilitarizada de Corea, de 238 km de longitud y 4 km de ancho. Tarea casi imposible.

Para quienes dejan el país huir es el primer paso hacia la libertad. Pero una vez allí los recuerdos del pasado suelen perseguirlos.

“Estaba tan adaptado al ambiente que era natural ver morir a familiares y amigos de inanición. Sólo cuando deserté, en ese momento me di cuenta de lo doloroso que había sido”, le dice a BBC Mundo a través de una intérprete.

Pero eso ni siquiera es su peor recuerdo. Habla de la pesadilla de una vida “sistematizada”.

Recuerda una vida de dificultades económicas. Una frase que se queda corta con la realidad. Se estima que hasta tres millones de personas murieron en la hambruna que afectó al país entre 1994 y 1998.

Idolatrar al líder

Como capitán del ejército, al cual se había unido en 1992, debía recorrer distintas partes del país, visitar a soldados en remotos puestos. Empezó a comprender la magnitud del horror, los excesos del régimen, el sufrimiento generalizado. Y el lavado de cerebro.

Estatuas de Kim Il-sung y Kim Jong-un en PyongyangEstatuas de Kim Il-sung y Kim Jong-un en Pyongyang, abuelo y padre, respectivamente, del actual líder.

Ese que comienza en la escuela, donde un tercio del programa estudios está dedicado a la idolatría. En ese entonces, del Gran Líder, del fundador de la República, Kim Il-sung, abuelo del actual líder.

Una idolatría que contamina el día a día, en la que una vez a la semana se deben citar de memoria las enseñanzas del Gran Líder, fallecido en 1994 tras un mandato de 46 años, y donde en la escuela los problemas de aritmética se hacen con la cantidad de tanques estadounidenses destruidos a manos de soldados norcoreanos.

Importa, cuenta Kim, mostrarse fiel al régimen, y no el conocimiento que se pueda tener en química, por ejemplo: basta destacarse en la idolatría para llegar a la universidad.

“No había información del mundo exterior, no había forma de cuestionar lo que nos decían”, dice.

Pero Kim quería ver qué había más allá, cómo era ahí afuera. Empezó a pensar en desertar, pero el miedo lo paralizaba. Cuenta que fueron tres intentos antes de concretarlo.

Cada vez que antes de intentar llegar a la frontera con China pasaba por casa de sus padres, en la provincia limítrofe de Hamgyong del Norte, se resistía a abandonarlos. No podía, consciente de que ser descubierto no sólo implicaba su ejecución sino el castigo para su familia.

Cuando logró vencer los temores, cuando logró desertar, evitó pasar por la casa de sus padres para una despedida. Tenía 32 años. Ellos siguen en Corea del Norte, junto a su hermana y hermano.

“Pero para reconstruir a Corea del Norte se necesita sacrificio. Y si yo no me sacrifico, no puedo pedir el sacrificio de los demás”

Kim Joo-il, excapitán del ejército norcoreano

“Se necesita coraje. Y curiosidad”, dice en su tono tranquilo, con una voz casi apagada. Quería ver qué había afuera. Pero su curiosidad se limitaba a China.

Nunca pensó que dos años después estaría en Londres. Nunca pensó que antes pasaría por Vietnam, Camboya y Tailandia.

Todavía recuerda las sensaciones del escape. Se le ilumina, por primera vez, la cara. Deja atrás por un momento su voz monocorde.

Y cuenta que una noche de agosto de 2005 nadó cuatro horas por el río Tumen y llegó a un huerto. Manzanas en todos lados. Manzanas en árboles. Manzanas en la tierra. Una escena impensada en su país: nadie las dejaría sin comer. “Apenas puse un pie en China, me di cuenta que había tomado la decisión correcta”.

Afirma que nunca se arrepiente de haber partido, pero se apena por su familia. Y todavía teme por ella.

Sigue leyendo aquí

Notas relacionadas