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Cultura

1 de Mayo de 2013

Hitler y el Disney del Reich

Via Elmundo.es Hitler reía como un niño viendo las películas de Walt Disney y, cuando Goebbels ya no pudo permitirse importar cintas de EE UU por motivos políticos, dio órdenes a todos los estudios de cine alemanes capaces de producir animación para que inundasen de dibujos los cines germanos y nutriesen de nuevos títulos la […]

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Via Elmundo.es

Hitler reía como un niño viendo las películas de Walt Disney y, cuando Goebbels ya no pudo permitirse importar cintas de EE UU por motivos políticos, dio órdenes a todos los estudios de cine alemanes capaces de producir animación para que inundasen de dibujos los cines germanos y nutriesen de nuevos títulos la videoteca del líder nazi. Fue así como fichó a un dibujante que se había hecho un nombre en el mundillo de la publicidad y que terminaría siendo el preferido del Füher.

Hans Fischerkoesen llegó a ser apodado el “Disney nazi”, aunque su biógrafo, William Moritz, y su hijo, Hans M. mantienen que Fischerkoesen fue un hombre apolítico y de principios pacifistas que, sutilmente y con ironía, criticó agudamente el régimen que tanto alababa sus películas.

Nacido en 1896 en la localidad sajona de Bad Kosen, sufrió de niño un grave asma que lo mantuvo largas temporadas postrado en la cama. Así surgió la afición por el dibujo. No se libró de ir al frente en la Primera Guerra Mundial y a la vuelta de la guerra abordó un ambicioso proyecto, el estreno de la primera película alemana completamente de animación, ‘El agujero en el oeste’ que tuvo lugar en 1919 y con la que, según su biógrafo, protestaba amargamente contra quienes se beneficiaban de los sacrificios de la población durante aquella dura postguerra. Hoy nadie sabe a ciencia cierta cómo era aquella película porque no se conserva ninguna copia, pero gustó lo suficiente como para que a Fischerkoesen le surgiesen contratos publicitarios a partir de 1921 como el anuncio de zapatos Bummel-Petrus, en los que comenzó a desarrollar sus dibujos frescos, llenos de vida y energía, con los que competía felizmente con cualquier otro tipo de formato cinematográfico debido a su bajo presupuesto de producción.

A su apellido de nacimiento, Fischer, añadió el nombre de su pueblo natal para formar su nombre artístico. Con él, ya antes del estallido de la II Guerra Mundial, había firmado más de mil trabajos.

Cuando llegó el edicto de Goebbels, puso a su equipo a trabar en tres proyectos: ‘Verwitterte Melodie’ (1942), ‘Der Schneemann’ (1943) y ‘Das dumme Gänslein’ (1944), preñados de un mensaje subversivo que al parecer pasó desapercibido a las autoridades nazis de propaganda. “El jazz estaba prohibido por entonces porque los nazis lo catalogaron con un tipo de arte degenerado. Era considerado una tipo de música afro-judía y no se permitía su difusión, pero en ‘Verwitterte Melodie’ el argumento cuenta que una abeja que descubre un fonógrafo abandonado en el bosque y utiliza su aguijón a modo de aguja para hacer sonar los discos de jazz, lo que desencadena un alegre y desenfadado baile de criaturas animales de dos en dos, en parejas mestizas y con coreografías degeneradas difíciles de censurar por la dulzura de los dibujos”, relata ahora su hijo.

El cine de Hans Fischerkoesen se persenta a los ojos actuales como plagado de chistes y dobles sentido con los que ridiculiza a los nazis, como el argumento de ‘Das dumme Gänslein’ (La gansa tonta), un ánade inconformista que se niega a formar parte del grupo marchando en fila con sus hermanos, en velada referencia al ‘paso de la oca’ y que, aunque al principio se enamora de un astuto zorro, termina espantándolo cuando descubre que tortura y aprisiona a los animalillos del bosque.

Igualmente tierno es el mensaje del corto ‘Der Schneemann’ (El hombre de nieve), que narra la fatídica historia de u muñeco de nieve empeñado en ver, al menos una vez, la primavera. Para ello se recluye en una nevera y espera paciente para, en el momento en que sus ojos perciben los brotes verdes, derretirse al instante. Escribió el guion junto Horst von Möllendorff y Hans Fischerkoesen, en Potsdam, cerca de los UFA Neubabelsberg Studios, y se suponía que se trataba de un filme propagandístico. A juicio de Moritz, sin embargo, terminó resultando un gol más en propia puerta de Goebbels.

En comparación con la animación por ordenador que domina hoy la industria cinematográfica, continúa resultado sorprendente la técnica de capas de acetatos para dar profundidad y disimular la cámara móvil. También es característico de su trabajo el uso de la música y el estado anímico jovial y enternecedor, en medio de la miseria y la guerra.

Tras la caída del Tercer Reich, Fischerkoesen continuó trabajando en publicidad y ganó numerosos premios, pero sus películas cayeron en el olvido. “Mi padre no habló nunca con nosotros de los sucedido durante aquellos años. Aun así puedo decir que no era un nazi convencido, ni mucho menos. Tampoco fue miembro de la resistencia, son infundadas las teorías de que perteneció a un grupo de artistas antifascistas”, dice hoy su hijo.

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