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Opinión

16 de Mayo de 2013

Editorial: Por la concha de su madre

Esa cosa llamada centro izquierda está generando más ruido que nueces. No ha conseguido cuajar en un proyecto común. Cada caballo empuja su carreta. Los más miserables pelean por cupos parlamentarios; los pretenciosos, por reformas impresionantes. Sobran los grupetes que quieren que se les reconozca su genial particularidad, en un juego que solo funciona con […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Esa cosa llamada centro izquierda está generando más ruido que nueces. No ha conseguido cuajar en un proyecto común. Cada caballo empuja su carreta. Los más miserables pelean por cupos parlamentarios; los pretenciosos, por reformas impresionantes. Sobran los grupetes que quieren que se les reconozca su genial particularidad, en un juego que solo funciona con voluntad de renuncia. Hasta aquí, ha reinado la idea de que la virtud es no perder posiciones. Al interior de los partidos cada facción defiende su parcela. De esta tendencia hoy nadie se salva, ni siquiera el rugido de los jóvenes renovadores. En el Partido Socialista, las distintas patotas se están arrancando los ojos. Los escalonistas prefieren defender a su líder que a la mismísima Bachelet. Ella, por su parte, parece fondeada en medio de la ventolera. El barco de su candidatura no se atreve a zarpar. Le falta un faro, una idea madre, una convicción rutilante, algo que congregue y aglutine. Incluso entre sus adeptos cunde la disconformidad. “Yo quiero que me guste”, me dijo uno de esos, “pero no está haciendo nada para conseguirlo”. La candidata está tiesa, quizás congelada por los cálculos, o por el desgano, o por el miedo a la traición.

Su círculo de confianza no ha conseguido expandirse; no le han crecido tentáculos y por eso permanece plano y lejano, como una luna de cartulina. Son poquísimos los que se sienten convocados. Ella debía ser un lugar de acogida, pero hasta aquí ha funcionado como un cuartel o una trinchera, autopercibida como territorio en asedio. Apenas hemos escuchado la voz de Bachelet, y pocos hablan orgullosamente en nombre suyo. Hace mucho tiempo que no ríe a carcajadas. No lo está pasando bien, y no suelen ser atractivas las fiestas en casa de los sufrientes. De la campaña del terror en contra suya se ha encargado la Concertación. Escalona nos contó que el partido político que hasta hace poco presidía, es una banda de delincuentes que se roban las urnas para las elecciones, y como a él no le gusta nada el robo de urnas, exige sin pasar por ellas su cupo parlamentario. Evelyn Matthei, haciendo eco de sus palabras, trató al actual cabecilla de los socialistas de “concha de su madre”.

No termino de entender por qué a ella le hacen tanta escandalera, mientras al senador de Los Lagos, por decir lo mismo de sus compañeros, le regalan un escaño. Esta historia no está precisamente ejemplar. Las historias ejemplares, en todo caso, son más didácticas que divertidas, más predecibles que estas otras, donde a tientas y cachetadas, se puede terminar en cualquier lado, por no decir “en cualquier lodo”.

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