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Opinión

30 de Mayo de 2013

Ser Machi encarcelado en Chile

Foto: gentileza Mapuexpress * Cuando finalizó la Ocupación de la Araucanía y el pueblo mapuche fue despojado de cinco millones de hectáreas, una(o) de los personajes históricos que fueron perseguidos por los ejércitos de Chile y Argentina fueron la/os Machi. En Puelmapu (Argentina), los sobrevivientes a la Campaña del Desierto plantean que la inexistencia de […]

Fernando Pairican
Fernando Pairican
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Foto: gentileza Mapuexpress

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Cuando finalizó la Ocupación de la Araucanía y el pueblo mapuche fue despojado de cinco millones de hectáreas, una(o) de los personajes históricos que fueron perseguidos por los ejércitos de Chile y Argentina fueron la/os Machi. En Puelmapu (Argentina), los sobrevivientes a la Campaña del Desierto plantean que la inexistencia de esta autoridad tradicional en el presente se debe justamente a la cacería indiscriminada que se realizó contra ella/os. A raíz de este hecho, se tejió un mito: el re-nacimiento de la/os Machi volvería en conjunto con un nueva etapa en la historia mapuche, que se inauguró con la recomposición del País Mapuche desde 1990, y que hoy se enmarca en el derecho humano a la autodeterminación. Dirigentes como Héctor Llaitul, hoy prisionero político, han señalado -hace años, en esta misma revista- que ellos recogieron como CAM esa tradición y la “colocamos en el resurgimiento de la lucha mapuche”.

Nuestro poeta Elicura Chihuailaf nos recuerda que la o el Machi es un intermediario entre el mundo de lo visible y el mundo de lo invisible. La autoridad que permite parlamentar con las fuerzas positivas y negativas, la conocedora de los remedios -o lawen- que brotan desde la tierra. La autoridad tradicional que no solo cumple un rol de sanación, sino también religioso.

Hoy existen dos Machi detenida/os en las cárceles regionales. Millaray Huichalaf en Valdivia, por oponerse a la construcción de la represa hidroeléctrica Pilmayken, y por lo mismo investigada a raíz de un incendio ocurrido en el fundo Pisu Pisué, que motivó un allanamiento a su residencia, donde se “encontraron” –mágicamente- armas hechizas, municiones, pasamontañas y botas de guerra. El segundo Machi es Celestino Córdova, imputado por los hechos ocurridos en el fundo Lumahue, que terminaron con la muerte del matrimonio Luchsinger.

El encarcelamiento de las autoridades tradicionales del pueblo mapuche no es nuevo. Conocido es el caso de los Longko Aniceto Norin y Pascual Pichún, que cayeron presos el 2003 y estuvieron encarcelados durante cinco años. De poco sirvió la protesta del encargado de la ONU para los pueblos indígenas de aquel tiempo, Rodolfo Stavenhagen, quien señaló a los cuatro vientos que la aplicación de la Ley Antiterrorista a los mapuche no era la manera de resolver un desencuentro esencialmente social y político. La arrogancia de las autoridades chilenas, que no tomaron en cuenta las sugerencias, tendrán durante el transcurso de este año nuevamente al Estado frente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos por los casos Longkos y Poluco Pidenco del 2003.
Pero además, el Convenio 169 de la OIT -ratificado recién durante el 2008 pero inaplicado hasta hoy-, señala que en caso de imponerse sanciones penales a los pueblos indígenas, se deberán tener en “cuenta las costumbres de dichos pueblos en la materia”, aunque siempre prefiriendo otros tipos de sanción “al encarcelamiento”.

En ese ámbito, cabe preguntarse si las cárceles regionales que hoy tienen detrás de sus rejas a nuevas autoridades tradicionales están preparadas, acondicionadas y sus funcionarios capacitados para saber comprender y entender a la/os Machi encarcelados. Los susurros que salen de los barrotes nos dicen que el Estado chileno, aparte de no aplicar y respetar el Convenio 169, tampoco entiende lo que significa tener Machi encarcelados. Ojo: como lo dejó establecido la huelga de hambre del 2010, los mapuche no exigen la libertad, sino un juicio justo que se traduzca en un debido proceso.

Hace pocos días, Celestino Córdova entró en un Kvymin (un “trance”) en la cárcel de Temuco. El Mercurio lo llamó “desmayo” y el jefe regional de Gendarmería aclaró que Córdova no ha tenido problemas de salud, “y si los ha tenido, no los ha manifestado”. La colonialidad de los gendarmes fue aún más lejos: observaron un estado de rebeldía y quisieron amarrar al Machi para conducirlo a la celda de castigo. Sólo la presencia de los otros Presos Políticos Mapuche impidió que gendarmería llevara a efecto tremenda brutalidad.

No tan distinta es la cotidianidad de la Machi Huichalaf, quien ha sido tratada por las otras presas de “bruja”. Hace una semana, luego de arduas negociaciones, se pudo realizar una ceremonia en la cárcel de Valdivia conducida por la Machi de Lumaco. No obstante, Gendarmería se niega a permitir que ambas autoridades tradicionales sean tratados por otros Machi o que puedan ingresar remedios necesarios para su espiritualidad. Menos, que se puedan realizar ceremonias en el amanecer u atardecer. Tratar de plantar un foye (canelo) o instalar un rehue para que pueda su Fileu (Espíritu) resistir alejado de su mapu, es una petición totalmente descabellada.

Desde que el neoliberalismo comenzó a madurar a partir de la década de los 90’ en sus dos principales símbolos, plantaciones forestales e hidroeléctricas, el ecosistema en el Wallmapu ha cambiado. Es decir, yerbas medicinales, curso de ríos, esteros y mar han sido contaminados o cambiado en sus cursos; aves y animales han emigrado y la tierra se ha ido desertificando por la misma acción de las forestales, impidiendo que brote el lawen antiguo y afectando nuestro Az Mapu o las costumbres de nuestra Tierra. ¿Alguien se ha preguntado cuáles son los pilares de la identidad Mapuche? Si no lo saben, son cuatro: idioma, el territorio, la historia y el modo de ser. La/os Machi ven afectados directamente el “modo de ser”, porque no existe respeto a los que nos conforma como Gente de la Tierra, lo que conforma nuestro Itro Fil Mogen; “el centro de nuestra filosofía”, la totalidad sin exclusión, la integridad sin fragmentación de todo lo viviente. Ser mapuche, es tener esa totalidad.

Una vez más parafraseo a nuestro poeta Elicura, quien siempre nos recuerda que “nuestra lucha es una lucha por la ternura. Cada quien la asume desde el lugar y con la herramienta que la causalidad le ha asignado”. Porque somos los brotes de esta tierra y por lo tanto, “¿Qué hijo, qué hija, agradecido/agradecida no se levanta para defender a su Madre cuando es avasallada?”.

*Historiador

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