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8 de Junio de 2013Fobia en el país de la fraternidad: El odio de la ultraderecha francesa a las bodas gay
Vía El País La Francia de las fobias está sorprendiendo en todo el continente. Primero contra los gitanos, después a por los extranjeros; la paliza a una pareja de gais a mediados de abril fue la guinda homófoba a todo un sarpullido social contra la ley de matrimonio homosexual que legislaban los socialistas, ya aprobada. […]
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La Francia de las fobias está sorprendiendo en todo el continente. Primero contra los gitanos, después a por los extranjeros; la paliza a una pareja de gais a mediados de abril fue la guinda homófoba a todo un sarpullido social contra la ley de matrimonio homosexual que legislaban los socialistas, ya aprobada. Y esta semana, la ultraderecha en su versión más amarga ha matado a un joven estudiante, Clément Méric, de un brutal puñetazo. A los nazis, como los cabezas rapadas que asisten a los mítines del Frente Nacional de Marine Le Pen, les molestaba la afiliación sindical y de izquierdas del muchacho. ¿Qué está pasando en el país de los derechos humanos? Los expertos creen que hay que girar de nuevo la mirada hacia la pedagogía.
La derecha parlamentaria ha experimentado una radicalización antes y después de su derrota electoral. Pero la tramitación de las bodas gais ha removido a la ultraderecha ultracatólica y han aflorado las fobias clásicas. Dos manifestaciones de más de 300.000 personas. Cerca de 250 detenidos. Un fotógrafo apaleado. Los Inválidos y los Campos Elíseos convertidos en campos de batalla. Millones de euros gastados en fletes, globos, banderas, camisetas, pancartas, luz y sonido, daños y desperfectos. Más de 5.000 antidisturbios movilizados. Rezos callejeros de integristas católicos.
El grupo neofascista Bloque Identitario ocupando la sede del Partido Socialista para pedir la dimisión del presidente de la República. Movimientos neonazis como el GUD (Grupo Unión y Defensa, creado en 1968) agrediendo física y verbalmente a parejas, locales, asociaciones. Militantes de la asociación estadounidense contra el matrimonio gay NOM, ligada al Opus Dei, invocando en París el nacimiento de la internacional contra las bodas gais. Un debate parlamentario crispado y la eclosión de una improbable líder de masas apodada Frigide Barjot (Frígida Chiflada, en castellano). Un movimiento popular, rosa y azul, llamado la Manif por Tous. Y, por fin, el 29 de mayo, el primer matrimonio homosexual de Francia.
Este es, a grandes rasgos, el balance de la tramitación de la Ley Matrimonio para Todos o Ley Taubira, llamada así en honor de la ministra de Justicia, Christine Taubira. Culta, serena y tan dotada para la ironía como para la oratoria, Tuabira ha replicado a los insultos de la Iglesia, la derecha y la extrema derecha recitando versos de Antonio Machado y citando de memoria textos jurídicos para tratar de explicar lo obvio: que el matrimonio homosexual es un derecho republicano más.
Pero lo lógico y lo obvio no contaban esta vez. Como pasó a finales de los años noventa con la tramitación de la Ley de Parejas de Hecho, la norma que permite casarse y adoptar niños a las parejas homosexuales ha crispado y dividido a la sociedad francesa, y ha sacado a la calle a una legión de católicos, conservadores y extremistas de todas las edades y clases sociales.
Alentada desde el Vaticano, y forjada y financiada en las parroquias de la Francia profunda, la Manif pour Tous se define como un movimiento espontáneo, pacífico, popular, apolítico y antihomófobo. Aunque fue apoyada desde el inicio por grupos integristas como Civitas y otros cercanos a los lefebvrianos de extrema derecha, la protesta se vistió de colores pastel y llenó las calles de canciones de Abba, de familias que marchaban en un ambiente amable y festivo, entre kitsch y Disney, lanzando eslóganes como “todos nacemos de un padre y una madre”.
Pero a medida que los meses pasaban y la desesperación crecía, el tono cambió, la homofobia salió del armario y el movimiento se radicalizó. Unos intentaron apropiarse de la retórica de la Resistencia ante los nazis, otros apelaron a las revoluciones árabes hablando de la “Primavera francesa”, la asesora del Consejo de la Familia de la Santa Sede Christine Boutin empleó la expresión “guerra civil”, y Frigide Barjot afirmó: “Si quieren sangre, tendrán sangre”.
Según el filósofo y sociólogo Sami Naïr, las protestas han revelado “el grado altísimo de militancia del catolicismo tradicionalista francés, que desde el siglo XIX se agita contra el laicismo casi dogmático de la izquierda. Pero lo que hemos visto es sobre todo un movimiento político que ha canalizado la frustración de la derrota electoral de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), el partido de Nicolas Sarkozy, que salió de las presidenciales y las legislativas totalmente alejado del poder”.
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